L'HOSPITALET ACOGE UNO DE LOS FONDOS PRIVADOS MÁS IMPORTANTES DEL PAÍS
La colección Bassat ocupa la Tecla Sala
La muestra exhibe 254 piezas de arte catalán de la segunda mitad del XX
Natàlia Farré
Periodista
NATÀLIA FARRÉ / L'HOSPITALET DE LLOBREGAT
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Todas las colecciones de arte son reflejo de la pasión y de los gustos de sus promotores. Y todas narran las vicisitudes de su creación. La de Lluis Bassat no es una excepción. El publicista siempre se ha fijado en los artistas de su generación a los que le ha unido una amistad, y siempre que ha visto un cuadro y se ha "enamorado" de él, ha hecho lo imposible por comprarlo. El primer criterio define los fondos que atesora: 2500 piezas de arte catalán de la segunda mitad del siglo XX. De ejemplos de su tesón por adquirir aquello que anhela hay muchos, como el del 'Mosquetero sentado', una pieza de Picasso de 1967 que si bien no es el hilo conductor de la colección, sí es la obra que salvaría de un incendio. El cuadro del genio más otros 199 y 54 esculturas lucen en la Tecla Sala en 'Col·lecció Bassat 1940-1979', en la que es la exposición más grande nunca celebrada de su colección, y en la que es un recorrido por "los quizá 40 años más interesantes en variedad, movimientos, y nacimientos estéticos de todo el arte catalán", apunta Bassat.
UNA LARGA ESPERA POR UN PICASSO
'Mosquetero sentado' cierra la muestra y el publicista no puede evitar ponerse nostálgico cuando la observa. Estuvo expuesta en la Sala Gaspar en 1967, en una de las exposiciones que la galería le dedicó al genio malagueño. Y Bassat quedó prendado de ella. No podía comprarla. No tenía el dinero. Así que no lo hizo. Pero en 1973 su suerte estuvo a punto de cambiar: la pieza continuaba en manos de los galeristas y la familia del publicista acababa de vender la empresa Filomatic. Así que cerró un acuerdo con Joan Gaspar a la espera de que Miquel, el otro socio de la sala, lo aprobara. En el 'impasse' el genio murió, y Bassat se quedó sin la pieza. Tuvieron que pasar unos cuantos años más hasta que pudo hacer la compra. "Vendí todo lo vendible para poder adquirirla", recuerda.
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El óleo no luce muy lejos de la pieza que empujó a Bassat al coleccionismo: 'Bañista', de Serra de Rivera. La vio en la Galeria Adrià una tarde de 1973 que paseaba por la calle de Consell de Cent. Se "enamoró" y la compró, pero no fue lo único que adquirió en esa visita: se hizo también con el 35% de las acciones de la sala. A partir de ahí sus fondos empezaron a crecer, no solo porque se quedaba una o dos obras de cada exposición sino también porque el dinero que tenía que inyectar para no quebrar volvía en especies. De manera que al final, cuando todo se acabó, él se encontró sin un duro de la galería en el bolsillo pero con unos 250 cuadros en los almacenes. Llevaban la firma de Albert Ràfols-Casamada, Josep Guinovart y Joan Brotat, además de la de Xavier Serra de Rivera, Francesc Artigau, Gerard Sala, Miquel Vilà, Rafael Armengol, Manuel Boix y Artur Heras, entre otros.
DE BOMBEROS Y RASTROJOS QUEMADOS
De los tres primeros hay una gran representación en la colección y en la muestra, "son pequeñas exposiciones dentro de la exposición", afirma Núria Poch, la comisaria, que "permiten seguir la evolución de estos artistas desde los inicios de la dictadura hasta los inicios de la transición", continúa. Así uno puede rastrear los pasos desde el primer Guinovart figurativo a la incorporación de volumen y de los materiales en sus piezas, como los rastrojos quemado. Con una de estas obras Bassat tiene una divertida anécdota: "Lucía en un despacho que se incendió, los rastrojos quemados que hay en la obra hicieron creer a los bomberos que la pieza se estaba calcinando. Fue de un pelo que no la apuntaran con la manguera y la destruyeran". Sigue viva, y expuesta no muy lejos de recientes adquisiciones, como los seis trabajos de Joaquim Chancho.
Pues Bassat sigue ampliando sus fondos, a razón de unas 50 piezas por año. Lo hace siguiendo dos consignas: en clave de colección, aquello que le falta para completarla, y artistas del momento. En su mente hay dos objetivos: "Hacer, en el 2020, una exposición con piezas de las últimas cinco décadas, aunque no sé si será tan buena como esta, los artistas de ahora no están tan inspirados como los de los 70", reflexiona. Y otro mucho más ambicioso: "Hacer justicia a todos estos creadores catalanes, tan buenos como los americanos, franceses o ingleses pero que no se les ha sabido dar salida. Se han quedado como artistas locales pero tienen un gran nivel", concluye. Para comprobarlo hay tiempo hasta el 2 de octubre.
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