CRÓNICA DE CONCIERTO

CocoRosie, una cuidada fantasía pop

El dúo de las hermanas Casady defendió repertorio nuevo y añejo con convicción y atención al detalle

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JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA

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Tras su visita al pasado Cruïlla, CocoRosie regresaron el jueves a Barcelona (sala Apolo) para una presentación en toda regla, con todo el tiempo del mundo por delante, de 'Heartache city' (2015), quizá su álbum más luminoso, pese a ese título sobre una ciudad de corazones rotos. Las hermanas Bianca y Sierra Casady han depurado aquí hasta la esencia su fórmula de los últimos años: un ritmo, unos acordes espaciados, sus voces, y se acabó; la fórmula del hip hop aplicada a un pop concienzudamente 'arty'.

De las dos, Bianca sería la más rapera; su voz aniñada pero oscura se mueve siempre con cadencia rítmica. Sierra, por su parte, aporta un elemento vocal más melódico y con tendencia a lo lírico y operático. De los 'beats' no se encarga, sobre el escenario, ni el 'sampler' ni la batería, sino la boca de su inseparable colaborador Tez. El reparto está completado por Takuya Nakamura en trompeta y teclados.

HALO TEATRAL

Hablar de 'reparto' en lugar de, digamos, 'formación' no es del todo caprichoso porque las actuaciones de CocoRosie siempre tienen un halo teatral. El nuevo 'show' arranca con Sierra cantando 'Heartache city' por un teléfono (fijo), antes de que se una el resto de la banda y se pueda uno asombrar por la sincronía entre los 'beats' humanos de Tez, los graves aportados por Nakamura y el juego entre las voces de las hermanas. Si en otras ocasiones (el Cruïlla, sin ir más lejos), las travesuras escénicas han amenazado con rebajar el nivel musical, esta noche las canciones brillaron.

Bianca supo hacer las veces de Antony (ahora Anohni) en la ecofeminista 'Tears for animals', todavía uno de sus grandes aciertos. Otros 'hits' pretéritos recuperados fueron 'Lemonade', la solitaria 'Madonna' (cierre de su ópera prima del 2004), 'End of time' (con esas notas de teclado que parecen tomadas prestadas del 'Self control' de Laura Branigan) y la pegadiza 'Villain', en la que Tez se lució con sus imposibles construcciones rítmicas.

Por desgracia, entre el público había gente sin mucho ánimo de prestar atención a las sutilezas de lo que se desarrollaba, musicalmente hablando, ahí arriba. Pagar 25 o 30 euros para hablar a grito pelado en lugar de escuchar y disfrutar parece mala idea, pero muchos la tuvieron y muchos otros tuvieron que pasar el concierto tratando de hacer callar.

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