LA NUEVA PELÍCULA DE LA AUTORA DE 'LA TETA ASUSTADA'

Claudia Llosa: «Basta ya de mitificar la maternidad»

La directora peruana estrena 'No llores, vuela', una compleja reflexión sobre la fe, la pérdida y el ser madre

La directora de cine peruana Claudia Llosa

La directora de cine peruana Claudia Llosa / EFE / JORGE ZAPATA

NANDO SALVÀ

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Tras irrumpir con fuerza en el panorama cinematográfico con Madeinusa (2006) y consagrarse internacionalmente gracias a La teta asustada (2009), que ganó el Oso de Oro en la Berlinale, con su tercera película la directora peruana da otro paso de gigante. Rodada en inglés y protagonizada por estrellas como Jennifer Connelly y Cillian Murphy, No llores, vuela es una compleja reflexión sobre la fe, la pérdida y la maternidad.

-Esta es la primera película que rueda en inglés y fuera de Perú. ¿La considera un cambio en su carrera?-En realidad, no. Me siguen interesando los personajes alejados de las grandes urbes y de las instituciones, que buscan soluciones en lugares alternativos. Sigo cerca de lo primario, de lo primitivo: los animales, la sangre, la naturaleza. Y me sigue interesando la idea de lo sagrado: cómo atribuimos poder a cosas ordinarias, ciertos objetos o animales o personas, y al hacerlo hallamos en ellas un soporte para cambiar y transformarnos. Hemos abandonado la religión pero seguimos necesitando lo sagrado. Es decir, la película tiene muchas similitudes con mi cine previo. Pero la sensación es distinta.

-¿En qué sentido?-Cuando empecé a escribirla sentí que tenía ganas de sacar esos temas del gueto exótico, desligarme de la idea de que «eso solo puede suceder en Perú». Quise universalizarlos.

-Es su película más ambiciosa a nivel de producción. Tras ganar el Oso de Oro, ¿era pensar más a lo grande la opción lógica?-No. Es una producción más ambiciosa, entre otras cosas, porque rodamos en paisajes helados y eso conlleva grandes dificultades. Pero ser más ambicioso nunca fue un objetivo para mí. Siempre me puse al servicio de las necesidades de la película. No hay nada accesorio en ella.

-Entre otros asuntos, el filme retrata una traumática relación madre-hijo. Usted fue madre justo antes de rodarla. ¿Es casual?-Supongo que no. A través de esta historia he querido decir: «Basta ya de mitificar la maternidad». Detrás de esa aura sagrada que rodea la maternidad nos escondemos las madres reales, que a veces nos equivocamos y equivocándonos aprendemos.

-No hay muchos cineastas que, como usted, hable de asuntos espirituales y lo haga sin un ápice de ironía o cinismo. ¿Se siente sola?-Sí, para mí es un acto de militancia. Y un desafío: a menudo me pregunto, ¿por qué no hablas de algo más terrenal? Pero son temas que se han tratado muy pocas veces con honestidad. A mí todo el universo relacionado con las creencias me fascina, quizá porque he crecido con ello. En mi país dicen «si Dios no existe inventémoslo, por favor». Pero, como todo el mundo, he sido empujada a despojarme de todo eso, y es una pena.

-Explíquese.En los inicios la naturaleza era poderosa porque era el enemigo absoluto. Pero luego se crearon las grandes urbes y nos olvidamos del poder de la naturaleza. Empezamos a apoyarnos en otras cosas, como la razón y la lógica. Pero, al final, la seguridad que esas cosas nos proporciona es falsa. Y de pronto, en momentos extremos, ni la razón ni la ciencia son capaces de darnos soluciones. Y entonces aceptamos que hay algo místico que se aleja a nuestro control, y es cuando buscamos soluciones alternativas.

-¿En qué medida sirve el arte para esas cosas? ¿Le sirve usted el cine para cerrar heridas?-¡A abrirlas, más bien! No, en realidad no hago las cosas con un sentido pragmático, no hay un plan. Hago arte porque lo necesito. Cuando creo me libero, vibro. Es una forma de canalizar mi energía. Los seres humanos tenemos una energía tremenda, pero la mayoría de veces no sabemos cómo transformarla en algo útil. Yo voy aprendiendo, lleva tiempo. Aunque espero que no demasiado.

-¿Cuánto es demasiado? ¿Cree usted que la creatividad de un cineasta tiene fecha de caducidad?-No, no creo en el declive del ser humano. Yo empecé a hacer cine después de ver una película que Agnès Varda hizo cuando tenía 82 años, Los espigadores y la espigadora (2000), y es una de las más modernas que he visto en mi vida. Recuerdo una escena en la que Varda se filma a sí misma mientras va en un coche: su piel, su edad, sus pecas... Al verla, pensé: «Hay tiempo». Porque la modernidad, y la inteligencia, no tienen declive. Nos han hecho creer que ser joven lo es todo, pero eso es una falacia.