NUEVA PELÍCULA DEL DIRECTOR DE 'EL VIOLÍN ROJO'

Gorgoritos para saber vivir

El cineasta François Girard regresa tras ocho años con 'El coro'

El cineasta canadiense François Girard.

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NANDO SALVÀ

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«La música me interesa más que las palabras», asegura François Girard. «Es mucho más útil a la hora de expresar sentimientos y describir paisajes emocionales». El director canadiense se dio a conocer en 1993 con Sinfonía en soledad, retrato impresionista del pianista Glenn Gould; y escribió y dirigió El violín rojo El violín rojo(1998), drama histórico que trazaba el destino del instrumento del título a lo largo de los siglos. Ha dirigido ópera y realizado documentales televisivos sobre Peter Gabriel y Yo Yo Ma. Ha montado espectáculos del Cirque su Soleil. La música, pues, es el faro que guía su carrera. «Quisiera haberme dedicado a la música», confiesa. «Llevo improvisando frente al piano desde los 3 años, e incluso monté una banda de jazz, solo por diversión. Pero mis dedos no son suficientemente ágiles».

Girard amplía ahora su investigación musical con El coro, la primera película que dirige en ocho años. En ella, escenifica el duelo de voluntades entre Stet (Garrett Wareing), un problemático niño de 11 años que recala en la prestigiosa American Boychoir Academy, y Carvelle -encarnado por Dustin Hoffman-, el estricto y obstinado instructor que reconoce en el chaval un don especial.

En otras palabras, una versión light de Whiplash (2014), sin sangre ni sudor ni accidentes de coche, mezclada con el sentimentalismo de El club de los poetas muertos (1989). «El tema esencial que quise explorar es la transmisión de conocimiento: lecciones musicales pero, sobre todo, lecciones vitales», explica el director. «Creo que la figura del mentor es algo que se ha perdido en nuestra sociedad tecnológica, y es una lástima. Todos deberíamos tener a un Carvelle en nuestra vida».

Cuando Girard aceptó la oferta de dirigir El coro, ya sabía que Hoffman en algún momento había barajado la idea de ponerse él mismo tras la cámara. «De hecho, cuando tuvimos nuestra primera reunión, Dustin trajo todas sus ideas de realización», recuerda. «Al final terminamos hablando no como un director y su actor protagonista, sino como dos directores que discuten un guion».

NI RASTRO DE EGO

Es el tipo de situación que suele degenerar en un catastrófico choque de egos. «Yo había oído muchísimas historias acerca de lo difícil que es trabajar con Dustin y de cómo llevó a muchos directores al borde del precipicio», comenta Girard, que ya estuvo a punto de trabajar con Hoffman hace años en una adaptación fílmica de la teleserie El detective cantante que no llegó a prosperar. «Y es cierto que es un artista obsesivamente perfeccionista, pero no hay ni rastro de ego en él. Es todo generosidad».

Durante la preparación del filme, dando una utilidad a su pasión frustrada, fue el propio Girard el encargado de rastrear en los 40 años de catálogo musical de la American Boychoir Academy para seleccionar el repertorio coral que aparece en la cinta. «Las voces de esos chicos eran de una pureza increíble, y me resultaba imposible escuchar sus canciones durante más de dos horas seguidas, era demasiado conmovedor», asegura. «No hay instrumento más perfecto que la voz humana, ninguno tan capaz como ella para clavársenos como una flecha justo en el corazón».

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