ENTREVISTA

Christina Rosenvinge «La gente no sabe qué hacer conmigo»

La cantante presenta 'Lo nuestro', su último disco, el jueves en el Auditori dentro del Guitar Festival.

Christina Rosenvinge

Christina Rosenvinge / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de mirar hacia atrás en la caja antológica 'Un caso sin resolver' (2011), Christina Rosenvinge vuelve con formas un poco más sombrías, y añadiendo capas electrónicas a su elaborado pop de autor, en 'Lo nuestro', el disco que presenta con su banda el jueves en el Auditori, sala 3, dentro del Guitar Festival.

-En la nota promocional, escrita por usted, habla de «romanticismo industrial». ¡Fantástico, así ahorra trabajo a los periodistas musicales!

-Claro, ¡es que si la etiqueta no te la pones tú te la podrán los demás (ríe)! También es un ejercicio de humor.

-Lo nuestro suena más tenso que discos anteriores, con una crispación soterrada, negra...

-Más en sonidos que en textos, que son vitalistas. Aquí no hay desamor.

-Pero sí muerte y paso del tiempo.

-De una manera sarcástica, no tremendista.

-¿Es sarcástica La muy puta?

-Ahí hablo de escaparte de la muerte. Tiene que ver con mi último cumpleaños, supongo (ríe)...

-Oyéndola se diría que no ha cumplido 50 años, sino 90 por lo menos...

-Hace poco estaba con Chris Brokaw, que también es del 64, y recordábamos que los Ramones no llegaron a cumplir los 50. Hemos llegado a los 50 siendo 'punkies', maravilloso, ¿no?

-Así que la cifra la ha impresionado.

-Impresiona, sí, porque hay una distancia entre lo que se supone que es esa edad y tu situación. Muchas canciones del disco hablan de eso.

 -A la vez, se distancia de la temática pop que glorifica la juventud eterna.

-Defiendo que el paso del tiempo no sea algo innombrable, que la gente no se esconda la edad. Hay un mensaje positivo hacia los que vienen detrás: no os creáis nada, no hay nada tan distinto entre los 30 y los 50, hay más a ganar que a perder.

-Hay esa queja clásica de las actrices sobre la falta de papeles para mujeres de esa edad. ¿Hay también un agujero negro en el pop?

-En el cine, los guionistas y productores son hombres, y eso se refleja en los papeles. Yo hago mis canciones, produzco mis discos y en mi relación con los músicos no está el sexo, es todo muy igualitario.

-Cuando hace una canción, ¿piensa que quien la oirá primero en su discográfica pueda ser un hombre?

-No, es más instintivo. Incluso me siento cómoda hablando en masculino. En 'La tejedora', por ejemplo. Para una mujer es fácil: yo puedo leer a Bolaño o a Bill Callahan e identificarme con él. No es tan frecuente, en cambio, que un hombre reconozca una influencia de PJ Harvey.

-¿Cree que nos acercamos a su música con prejuicios?

-Prejuicios los hay, pero tanto de hombres como de mujeres. Para el feminismo, ahora, caer en la lucha de sexos sería una simplificación. Mi idea del feminismo es conciliador. Entrar en acusaciones, como se hace últimamente, me parece estúpido.

-Como decía, hace sus discos a su manera, sin depender de guionistas. Pero parece situada fuera de cualquier escena. ¿Se siente rara?

-Yo soy un poco rara porque no me he ajustado a un patrón y la gente no sabe qué hacer conmigo. Soy la primera mujer que hace cosas que luego tienen continuidad en una generación de chicas muy potentes.

Alguien tendrá la culpa, habla de la deuda hacia las generaciones futuras que sufrirán los efectos de la crisis. ¿Una manera de hacer una canción protesta sin serlo del todo?

-Sí, es muy difícil hacer eso sin caer en frases que suenan ingenuas o panfletarias. Me costó encontrar el tono, pero veía necesario hablar de eso.

-No comparto la posición de Nacho. Como ciudadana puedo participar de unas discusiones, pero llevarlas al otro terreno me parece peligroso, puedes ser superficial. No voy a hablar en una canción de cosas que no sé suficiente. Lo he discutido con él.

-En Romeo y los demás hay alusiones a un historial sentimental. ¿Se vería dando detalles sobre rupturas e infidelidades como ha hecho Kim Gordon en su libro?

-He utilizado a veces esas cosas transformándolas. De una forma tan cruda como ella no sé si sería capaz. Pero creo que lo que ha intentado Kim es escribir un buen libro.

-Raül Fernández es el productor del disco y...

-Es el coproductor. Lo hemos hecho mano a mano. Raül conoce un concepto fundamental: la presencia, grabar las cosas de manera que suenen cerca. Ha habido muchísima discusión durante la grabación; él creía que le dejaba poco espacio. ¿Cree que el disco suena a Raül?

-Menos que otros en los que él ha intervenido.

-Tiene mucho talento y es fácil que vayas a su terreno más que él al tuyo, pero también tiene la flexibilidad para entenderte.

-¡...y mi mánager personal, de Vilanova! Sí, en Barcelona siempre he encontrado gente con los que me apetecía tocar, y en Madrid me he sentido más desconectada.

-¿Por qué cree que es así?

-La escena de Madrid es más conservadora. En Barcelona, tras tantos años de Sónar, Primavera Sound..., hay una generación de músicos con una visión más amplia, experimental. Madrid tiende más al clasicismo. Me he encontrado que, al tocar con un catalán, las ideas más dementes le parecen estupendas, y el madrileño me ve rarita.

-En La absoluta nada enumera motivaciones para hacer canciones, las va descartando y concluye que el motor de la creatividad es... ¿el vacío?

-Nació como una lista de negaciones y me quedaba la última línea. Estuve cinco meses dándole vueltas y por fin di con la respuesta: el terror al vacío es de donde nace todo. Las canciones y cualquier creación personal.