ENTREVISTA PUBLICADA EL 8 DE JUNIO DEL 2006

Chavela Vargas: "Tengo la obligación de cantar raro"

Irreductible Chavela, a sus 87 años. Los primeros, de rechazos; los siguientes, de bohemia; unos 20 de tequilas y otros tantos de conquista de la serenidad. Solo si se vive mucho y al límite se canta como ella. La Vargas actúa hoy en el Palau, y sugiere a la gente que lleve pañuelos de papel, porque dará que llorar.

Chavela Vargas, en el Palau de la Música, el 8 de junio del 2006

Chavela Vargas, en el Palau de la Música, el 8 de junio del 2006 / periodico

NÚRIA NAVARRO / Barcelona

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San Joaquín de Flores (Costa Rica), 1919 / Hoy actúa en el Palau de la Música (21.30 horas)

-Es usted inmortal, señora.

-Pues sí, y cuando muera les dejo el mito, nomás... De momento, sigo viva porque me interesan todas las cosas. ¡Eso es muy importante para las neuronas y para el corazón! Y como tengo 400 canciones en la cabeza, me ayuda mucho el repasarlas.

-El olvido envejece.

-Y voy practicando al lado del mar la cosa de los chamanes. Hablo todos los días con don Juan... Todo tiene un precio en la vida, ¿sabe Y pagar es corresponder.

-Entonces, ha pagado mucho.

-¡Para muchas generaciones llevo ya pagado! Tengo la obligación de cantar raro. Sabiendo lo que hago, y haciéndolo bien. Yo no me paro en un escenario para hacer el ridículo.

-¿Sigue sudando sangre al cantar?

-¡Ah, me salían gotitas entre los 10 dedos de las manos! Ningún doctor pudo explicar eso. Pero ya no. Estuve dos años sin hacer nada, metida en un cuarto, siempre con el afán de levantar el vuelo. Lo hice y aquí estoy.

-¿Se puede interpretar bien si no se ha vivido hasta el fondo?

-No. Hay que vivir hasta saltar al abismo. Yo canto porque sé del desamor, del dolor, de la angustia y de la soledad. El precio de ser libre equivale a sufrir y a ser pobre. Hoy mi libertad está puesta en un altarcito de chamanes. Cada día abro las alas y vuelo hasta él.

-También ha disfrutado lo suyo.

-Yo sé aprovechar mucho, todo. Y espero no hacer el ridículo y morirme de pie, en un escenario. Y, a poder ser, un lunes, que se atraviesa muy feo... Las sirenitas me han llamado para que tome un cóctel de camarones con ellas en el fondo del mar, pero a mí no me da la gana. Aún no.

-"Llegué a donde tenía que llegar. Y punto". ¿A dónde llegó?

-Adonde se llega con todo el amor y con todo el arte. Porque yo de verdad canto, no ando haciendo ruidos y cosas espantosas como la juventud de ahora. Hay que orientarla, hay que decirle que eso de la gasolina no es música. Que hagan otra cosa...

-No le gusta el reggaeton.

-¡Nadie impresiona con lo feo! Deben concentrarse en la búsqueda de la búsqueda... Y no ir con el signo del dólar en los ojos. Ellos debutan el viernes, y el lunes ya tienen una pulsera y un reloj de brillantes. Está muy sospechoso eso... ¿De dónde agarran tanto brillante?

-Usted tuvo palacio, coches de carreras, algunas pieles.

-Yo lo tuve todo, y todo lo perdí. Y cuando lo perdí, no me dolió, porque sabía que debía perderlo. Debía vaciarme. Ir en busca de la belleza.

-Una belleza ausente en el origen.

-Exacto. Siempre he ido buscando a la niña chiquita a la que no quisieron... Y encontré algo al final del arco iris: mi tesoro, mi voz.

-¿La quisieron luego como se merecía?

-No. Pero tampoco me interesó. Uno quiere cuando está saludable, no cuando enferma del hígado...

-¿Le pasa algo a su hígado?

-¡No! ¡Mi hígado me lo van a comprar para un museo, porque ha resistido 40.000 vasos de tequila!

-¿Amó usted a Frida Kahlo?

-La quise muchísimo a Frida...

-Amar es distinto a querer.

-Amar no. Era un ser enfermo, destruido, sentado en una silla de ruedas. Platicábamos tanto... De cuando estuvo en la cárcel, de los tiempos que anduvo con Trotski... Y yo le daba fuerza para soportar los dolores, y la animaba a buscar una estrella que posiblemente se le perdió por el camino. Pero un día yo dejé el alma en una cantina y no la volví a ver.

-Veinte años de cantinas, 20.

--Sí. Y lo dejé de golpe, porque no tenía un centavo para pagar un médico que me vitaminara. A puro valor cambié mi suerte.

-Ha suavizado su bravura.

-La paz se gana con sufrimiento. No hay otra escuela que el dolor. Y un día me puse a meditar. Le debo mucho a los chamanes de San Luis Potosí. Me refrescan el cerebro y me ayudan a poner los pies en la tierra, porque no es bueno estar oyendo todo el rato que eres lo más grande... ¡Eso no va conmigo!

-¿Qué va con usted?

-Las simples cosas, como dice la canción. Comer, dormir tranquila y vivir sin enemigos, que yo no ando como otros artistas con pistoleros... Y de vez en cuando, subir al escenario y celebrar el ritual. Hablar con el público, de alma a alma. Les cuento mis penas y lloran. ¡La catarsis!

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