Una gran 'Celestina' de José Luis Gómez

El actor seduce al TNC como intérprete y director del clásico de Fernando de Rojas

La celestina

La celestina / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A todo gran actor le seduce la posibilidad de travestirse en referenciales personajes de otro sexo. Ahí está el ejemplo de Núria Espert, flamante Princesa de Asturias, con su ‘Rey Lear’, o el de Blanca Portillo con el Segismundo de ‘La vida es sueño’. José Luis Gómez, actor, director y académico, no ha querido dejar pasar la oportunidad de meterse en la piel de Celestina, universal personaje de la obra de Fernando de Rojas (1476-1541), después de haber hecho una profunda inmersión con su serie ‘Cómicos de la lengua’ en la prosodia y trasfondo de las obras más relevantes de nuestra literatura.

El TNC aplaudió sin fisuras el estreno en Barcelona de la versión de La Abadía y la Compañía Nacional del Teatro Clásico de esta  corrosiva y negra tragicomedia, asentada en el rigor del ritmo natural del lenguaje original de la obra y en la atinada lectura del contexto en que se desenvuelve esta historia de amor, muerte, sexo  y codicia, que retrata con gran realismo psicológico a unos personajes de traducción contemporánea.

Gómez se convierte, rodeado por un magnífico reparto, en el eje de la función. A sus 76 años, pletóricos de energía y creatividad, el artista se muestra dominador del personaje, al que da vida magistralmente sin perder de vista el tratamiento global de la obra. El intérprete, que se inspiró en el cuadro ‘La Celestina’ de Picasso para la caracterización de su figura, compone una andrógina y zalamera hechicera, de sureños acentos y un inquietante ojo ‘extraviado’. Los compañeros de escena se han empapado del meticuloso trabajo prosódico del director, aunque en algún caso su eficacia se vea mermada por problemas de proyección.

ARRIBA Y ABAJO

El espacio escénico, con escaleras y dos pasarelas, sirve para crear el imaginario de lo urbano medieval, distinguiendo clases sociales y situando el submundo de prostitutas y criados en dos escotillas que se abren en el escenario. En este marco discurren las maniobras de una vieja sin escrúpulos que se alía con los criados y rameras para buscar incrementar sus beneficios.

Las lúbricas intenciones de Calixto (un buen Raúl Prieto) para conseguir los favores de su amada se ven cumplidas. El ardoroso joven pacta con la alcahueta para someter a Melibea (delicada y sutil Marta Belmonte) empleándose con métodos que hoy serían vistos como los de un violador. El lamento final de Pleberio (Chete Lera, padre de la rica joven), que expresa el dolor de las trágicas consecuencias de las artimañas de la hechicera, muestra la ausencia de divinidad de un texto escrito en época inquisitorial. Cuando Calixto es interrogado sobre su cristiandad por su criado Sempronio (magnífico José Luis Torrijo) este responde: “Melibeo soy y en Melibea creo”.

El montaje tiene grandes momentos. El del baile de Gómez, con palmas incluidas, al recibir el cordón que ciñe la cintura de Melibea o el bellísimo desnudo de Areúsa (desinhibida y espléndida Nerea Moreno) antes de revolcarse entre sábanas con Pármeno (Miguel Cubero) son dos de ellos. Pero no hay que olvidar el buen hacer de Inma Nieto (Elicia) y de Palmira Ferrer (Alisa) y Diana Bermedo (Lucrecia), además del excelente trabajo musical de Eduardo Aguirre de Cárcer interpretado por el elenco de esta gran función.