Cees Nooteboom: «Escribo para recordar algo que no sabía que sabía»

El escritor holandés Cees Nooteboom, el lunes en la sede de la Fundació Catalunya-La Pedrera.

El escritor holandés Cees Nooteboom, el lunes en la sede de la Fundació Catalunya-La Pedrera.

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Es una de las grandes voces de las letras europeas. Un holandés inquieto que no ha dejado de seguir el impulso que de adolescente le llevó a coger la bicicleta y lanzarse a los caminos del mundo, para después contarlo. Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es un exquisito novelista, sensible escritor de viajes, certero analista político y mejor poeta y uno de esos nombres que suelen aparecen en las quinielas del Nobel. El lunes participó en el ciclo 'Converses a La Pedrera' para hablar, que no teorizar  -no le gusta- sobre su trabajo en el castellano vivo que no aprendió en la escuela sino en sus reiteradas visitas a España desde hace 60 años. Buena parte de sus libros se han escrito en la casa que el autor tiene en Menorca, donde pasa los veranos. Su próximo trabajo, 'Noticias de Berlín' (Siruela), aparecerá a principios de noviembre.

-¿Se ha acabado ya su verano menorquín?

-Ahora pasamos [con su esposa la fotógrafa Simone Sassen] también el otoño en la isla. Despues de 30 años, el ayuntamiento me ha dado permiso para construir un estudio fuera de la casa, en las ruinas de una antigua pocilga. Es un lugar aislado, perfecto. También vivo parte del año en Amsterdam, donde para mi gusto hay demasiadas tentaciones, y, los meses de enero y febrero, en una casa en Alemania en medio del bosque rodeados totalmente por la nieve. Una delicia.

-No parece que sus 81 años, muy bien llevados por cierto, le hayan quitado las ganas de viajar. 

-Yo me siento bien y siempre hay novedades que descubrir. El año pasado visité el desierto de Atacama, un lugar impresionante. Pero mentiría si dijera que no me cuesta.

-¿Qué es lo que le llevó a marcharse de su país cuando tenía 17 años? ¿Fue una huida o una búsqueda? 

-Todo y nada de eso. Solemos mentirnos sobre nuestro pasado y los autores, especialmente. No sé si entonces yo quería ser escritor. La explicación quizá esté en que hace poco, en una exposición que me dedicaron en Holanda, descubrieron que entre mi nacimiento y el inicio de la guerra mis padres se mudaron ocho veces de domicilio. Yo no lo sabía, pero parece una buena receta para construir un nómada. Cuando en la infancia todo se mueve a tu alrededor es fácil que te conviertas en uno.

-¿Así que su errancia ha sido algo así como un destino? 

-Pascal dijo que todas las miserias del hombre vienen del hecho de que no puede quedarse en casa las 24 horas. Y eso es algo que suelen reprocharme, incluso algunos de mis colegas que lo consideran algo estúpido. A mí viajar me ha servido. Y siempre hay nuevos objetivos, como por ejemplo, leer mi libro Cartas a Poseidón en la catedral de Aquisgrán. Para mí será un gran placer hablar del dios pagano en la casa de Dios. No sé si quienes me invitaron captaron la ironía.

-Muchos caminantes han hecho la ruta jacobea con El desvío a Santiago en la mochila. 

-Bueno, no es una guía, pero sí un buen libro para que te haga compañía en el trayecto. Cuando llegué a Santiago me dejaron ver el libro donde firman los peregrinos y explican por qué han hecho el camino. Busqué los nombres holandeses y encontré detalles fantásticos. No creyentes que lo hicieron por hacerlo, con motivo del final de su vida laboral o simplemente para pensar.

-Esa idea de caminar para pensar podría definir su literatura. 

-Así es. Son ideas que se manifiestan a través de la escritura. Yo lo he descrito como una reacción química. Escribo para recordar algo que no sabía que sabía.

-Sus libros tienen la mirada del hombre del Norte que descubrió el Sur.

 

-Y por eso suelen pedirme artículos políticos sobre ese tema. Porque las forma del ver el mundo del Norte y del Sur europeos son muy distintas, hay una ética respecto al trabajo que a la vez nos separa y nos atrae.

-¿Los artículos que ahora se reúnen en Noticias de Berlín, sobre la reunificación alemana, explicarán también el temor que Alemania como árbitro europeo nos provoca? 

-Alemania es una gran desconocida para el resto de Europa y han funcionado demasiados estereotipos negativos respecto a ella.

-¿Desde Menorca ha tenido ocasión de seguir el proceso catalán?

-Cierto es que el sentimiento es el sentimiento pero tengo un cierto recelo frente a tanta exaltación. Las multitudes en un partido de fútbol también me asustan. Es muy probable que los catalanes tengan un complejo, probablemente justificado, porque los españoles les han tratado con demasiado orgullo. El problema es que en España, y también en Catalunya, nadie parece ser capaz de ponerse en la piel del otro. En Holanda para conseguir agua hay que llegar a un acuerdo con el vecino y esto, en cierta forma, forja tu manera de ser.

-¿Vio la comparecencia de Pujol en la tele?

-Fue impresionante. Un hombre como él solo podía defenderse atacando y repartiendo amenazas. Yo a Pujol le conocí en persona hace unos años cuando a ambos nos nombraron doctores honoris causa en la universidad flamenca de Bruselas. Antes de nuestro discurso el me reprochó que en El desvío a Santiago no le hubiera dedicado más páginas a Catalunya. Nos dieron 15 minutos para hablar. Yo me sometí a ese tiempo y él habló 40. Creo que eso le retrata. Me acordé de esto cuando le vi furioso en el Parlament, como un personaje de Shakespeare.