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Carrera de submarinos

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MIKEL LEJARZA

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Mientras discutimos sobre si mar o montaña, a quién fichar para el Barça, o qué somos o dejamos de ser y quién decide sobre ello, la vida ofrece debates menos comunes, pero probablemente más definitorios de lo que puede ser nuestro futuro.

<b>Nick Bostrom</b>, un sueco que imparte filosofía en Oxford, lleva desde 1998, año en el que fundó la Sociedad Mundial del Transhumanismo, advirtiendo de que en breve la super inteligencia superará a la inteligencia humana. Dicho de otra manera, que la inteligencia de las máquinas creadas por los humanos pronto superará nuestras propias capacidades.

Para algunos, eso sólo será la parte negativa de un mundo perfecto, que convierte a los actuales humanos en, quizá, la última generación que sea mortal tal y como ahora lo entendemos, puesto que en breve se incorporarán al cuerpo humano tecnologías 2.0 y 3.0 para vivir en una sociedad algorítmica en la que todo estará previsto de antemano, incluso las enfermedades y su cura. Pero, para otros muchos, esta nueva sociedad va a ser una pesadilla ante la que conviene abrocharse los cinturones, dado que vamos a entrar en zona de turbulencias, tal y como muchas películas han reflejado.

Para el citado Bostrom vamos camino de una sociedad basada en <strong>la inteligencia artificial</strong> en la que todo se elegirá y estará previsto por los algoritmos y en la que nuestra autonomía se verá sensiblemente afectada. Y en consecuencia también nuestra libertad. No es ciencia ficción, Neuralink es una empresa que tiene como objetivo crear interfaces hombre-máquina que permitan en un corto plazo de tiempo reforzar las capacidades cognitivas actuando directamente sobre nuestro cerebro. Para muchos, todo esto es el final de la humanidad tal y como la conocemos.

Nuestra historia se ha visto marcada por dos acontecimientos que nos han definido: las revoluciones agrícola e industrial. Pues bien, la tercera ya está aquí, se trata de <strong>la inteligencia artificial</strong>, pero ésta vez las transformaciones prometen ser mucho más radicales. Curiosamente es un concepto que viene de muy atrás, en concreto de 1956, año en el que comenzaron las emisiones de la televisión en nuestro país, y ha tenido hasta la fecha diferentes etapas, no todas ellas exitosas.

Pero el fenómeno va poco a poco acercándose a la frontera del antes y el después. Primero fueron buscadores, luego reconocimiento de voz, ya hay coches autónomos en pruebas y frigoríficos capaces de encargar la compra ellos solos. Antes, los programadores nos decían que había que ver cada noche sentados frente al televisor; ahora nos lo propone la propia pantalla capaz de conocer nuestras preferencias. 

Antes, los programadores nos decían que había que ver cada noche sentados frente al televisor; ahora nos lo propone la propia pantalla, capaz de conocer nuestras preferencias. Lo mismo ocurre con las listas musicales que ofrecen Spotify o iTunes y ya hay series y películas cuyos guiones se establecen en base al conocimiento del big data del público.

¿Cuánto falta para que la inteligencia artificial supere al hombre? ¿Qué consecuencias plantea en lo referente a la propia existencia de la humanidad? Haríamos bien en introducir este debate en nuestras preocupaciones. Sí, es verano, tiempo de descanso. Miramos al horizonte frente al mar y solo vemos sol, pequeñas olas y el paisaje tradicional. Más de lo mismo, así que tranquilidad. Pero, por debajo de la superficie, quizá haya una carrera de submarinos nucleares y, como mínimo, debería preocuparnos saber hacia dónde se dirigen.