MUESTRA EN EL CÍRCULO DEL ARTE

La España mísera de los 50, en el objetivo de Carlos Saura

Una exposición y un libro de imágenes tomadas en su juventud reivindican la obra fotográfica del cineasta

El fotografo y director CARLOS SAURA presenta la exposicion  España años 50

El fotografo y director CARLOS SAURA presenta la exposicion España años 50 / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Ante un muro de piedra, un pequeño de unos dos años mira encerrado entre los barrotes de la tosca jaula de palos de madera en la que apenas cabe acuclillado. Es una angustiosa imagen de la triste España de la posguerra en los años 50 que tomó Carlos Saurafotógrafo antes que cineasta, armado con una de las primeras Leica M3 que llegaron a Madrid y que compró con sus primeras ganancias como profesional. “Los padres del crío debían de haber ido al campo a trabajar y no tenían con quién dejarlo”, rememora Saura durante la presentación, en la galería Círculo del Arte de Barcelona, de una exposición que hasta el 31 de agosto muestra un centenar de las instantáneas que, cual crónica visual en blanco y negro de un país en plena dictadura, captó viajando en coche por parajes de Castilla y Andalucía y calles de Madrid. 

UN PAÍS ANGUSTIADO Y TREMENDO

Saura (Huesca, 1932), hoy con una Fuji digital de aspecto ‘vintage’ al cuello, tenía la intención de hacer un reportaje y un libro sobre los pueblos y las personas de “la España que no era la oficial, distinta a la de la Falange, el Ejército o el turismo”, y se encontró con una España “angustiada, tremenda y terrible”. Entonces el cine se cruzó en su vida y aquel proyecto quedó aparcado. Ahora lo ha hecho realidad, en un volumen (también en formato de coleccionista) que reúne 250 de aquellas fotos, editado por Círculo del Arte y La Fábrica y, en su edición en inglés, por el prestigioso sello alemán Steidl, cuyo editor tomó las riendas del proceso de creación, que han recogido Jörg Adolph y Gereon Wetzel en el documental ‘Carlos Saura fotógrafo’, presentado a la vez que la exposición y el libro. Algunas de las fotos ya formaron parte en el 2000, en el Círculo del Arte, de la muestra ‘Carlos Saura fotógrafo. Años de juventud (1949-1962)’. 

COMO EN LAS HURDES

Miseria, atraso, calles embarradas, hambruna y oscuridad, obreros aprendiendo a leer ante una cartilla, niños pidiendo limosna, mujeres enlutadas, otras amamantando sin pudor al aire libre, mendigos, curas en bicicleta, un tullido sin piernas vendiendo lotería sobre los adoquines, una novillada, la matanza del cerdo en Cañete (Cuenca), miradas esquivas… todo ello y más fue pasto del objetivo del director de ‘La caza’ y ‘La prima Angélica’. “Hoy todo ha cambiado mucho. En un pueblo de Sanabria (Zamora) no había ni luz, vivían como en Las Hurdes o el medioevo, en cabañas de paja junto a los animales –evoca-. Pocos años después (1959) se rompió la presa y se tragó el pueblo entero (Ribadelago), muchas de aquellas gentes que fotografié debieron morir”.  

También ha evolucionado la fotografía. “Ha sido una revolución. Pero como ahora está al alcance de todo el mundo y se ha democratizado, algo fantástico, también se ha banalizado. Pero sigue siendo enmarcar el pasado de una persona, de un lugar. Ese momento no se repetirá. Es tremendo”, señala el artista, coleccionista irredento de cámaras y ‘probador’ casi compulsivo de objetivos.

OLVIDAR A LOS MUERTOS DE LAS GUERRAS

“Una foto es el testimonio de una persona, de un momento. Las cosas se olvidan –lamenta volviendo a la actualidad-. Se olvidan las guerras y no hay que olvidar a tantos muertos. No aprendemos nada. Soy muy pesimista, conmigo mismo y con lo que veo a mi alrededor. La tecnología ha avanzado muchísimo pero la rivalidad entre las personas sigue dando guerras, por la religión… No lo veo fácil. No tiene arreglo. Las armas son un gran negocio. Desgraciadamente soy pesimista”. 

Sin embargo, sigue sin pasar un día sin que apriete el botón del obturador, desde que con 9 años pilló la cámara de su padre, una ICA 6X9 que desenfocaba, y fotografió a escondidas a una niña que le gustaba y le envió la imagen junto a una carta de amor. Nunca le respondió. Y aprendió entonces, dice en el prólogo del libro, “el valor de la fotografía como testimonio y lo frágiles que son los sentimientos”.