Can Framis expone la valiosa colección inédita de dibujos del Col·legi d'Arquitectes

José Mª Sen Tato, a la izquierda, y Vicente Saavedra, en un apartado de la exposición.

José Mª Sen Tato, a la izquierda, y Vicente Saavedra, en un apartado de la exposición. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Esta es la historia de una ambición y de un sueño. De la ambición de los alumnos de la 85ª promoción de la Escola d'Arquitectura por recorrer mundo. Y el sueño de conseguirlo. También hay mucho de atrevimiento o de inconsciencia juvenil en el asunto. Además de una suerte extraordinaria y un final totalmente inesperado. La crónica acaba con una colección de 130 obras firmadas por los mejores arquitectos y artistas nacionales e internacionales de mediados del siglo XX en manos del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Y, por supuesto, con un viaje de fin de curso para 22 de los 26 estudiantes que se licenciaron en 1960. Las piezas, dibujos todas ellas, no se ven desde entonces, ahora se exponen en Can Framis, hasta el 3 de abril, bajo el título, como no, de 'Una col·lecció per a un viatge'.

La muestra no expone la totalidad de los fondos, solo una  selección de 95 obras realizada por la comisaria, Victòria Combalía, a partir de la "belleza y calidad de las piezas, además de la voluntad de incluir algún artista catalán olvidado que está bien recordar como Esther Boix y Cesc", explica. Reúne nombres tan impresionantes como Joan Miró, Otto Dix, Lucio Fontana, Alexander Calder, Rufino Tamayo, Jean Cocteau y Walter Gropius, por poner algún ejemplo. Y permite, a juicio de Combalía, hacer "una narrativa completa de la abstracción de los 60, desde el informalismo, el 'tachismo' y la abstracción lírica hasta la abstracción geométrica y el espacialismo". Aunque también hay algo de realismo. La exposición es, además, una invitación a ver obras de autores no representados en las colecciones catalanas, como Giorgio Morandi, Karel Apple y Giuseppe Caprogrossi. 

Los originales salen por primera vez del Col·legi d’Arquitectes donde ingresaron en 1960. Ese año, los estudiantes del último curso aspiraban a un viaje de fin de carrera que les permitiera ver in situ las construcciones de sus arquitectos de referencia. Ello implicaba un presupuesto de 500.000 pesetas y con las cenas, bailes y ayudas de rigor solo consiguieron recoger "cuatro duros que no daban para nada", explica Vicente Saavedra, uno de los alumnos implicados. Así que exprimieron sus cerebros y surgió una idea: "Pedir una obra a los artistas y arquitectos más famosos del mundo para luego subastarla y así conseguir financiación", recuerda el arquitecto. Dicho y hecho. Se pusieron en contacto con los mejores, y los mejores no defraudaron.

EL VETO A DALÍ Y COCTEAU

Para hacer la lista de artistas contaron con la ayuda de Alexandre Cirici para los catalanes y españoles; y del catálogo '50 años de Arte Moderno' de la Exposición Universal de Bruselas de 1958 salieron los candidatos internacionales. A los cercanos los visitaron, a los lejanos les enviaron una carta a través de las embajadas de sus países. Y para sorpresa de todos, muchos respondieron. "Tuvimos un golpe de suerte extraordinario", destaca Saavedra. No lo hizo Picasso al que se le enviaron tres cartas. Sí lo hizo Miró pero con condiciones. El catalán no quería participar si estaban Dalí y Cocteau. Al primero lo tachaba de franquista y al segundo de colaboracionista. "Nos dejo verdes, nos acusaba de no saber distinguir entre el bien y el mal. De manera que volvimos a escribirle mostrando arrepentimiento y nos envió el dibujo", relata el arquitecto.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Las l\u00e1minas","text":"\u00a0iban a ser subastadas para recaudar dinero, pero el colegio profesional acab\u00f3 compr\u00e1ndolas"}}A Dalí no le invitaron pero se callaron que Cocteau ya les había mandado dos dibujos, uno de ellos dedicado. Fue el primero en responder, lo hizo en febrero, un mes después de habérselo pedido. "Nos interesaba más ver las obras que el proyecto de fin de carrera que al final no hicimos», explica José Mª Sen Tato, otro de los implicados. En realidad, lo que pasó es que la iniciativa más la memoria del viaje –"un viaje muy profesional", apunta el arquitecto– fueron aceptados como proyecto.

Los 130 dibujos se expusieron en la Sala Gaspar, donde debían subastarse, durante una semana. El tiempo suficiente para que todos los implicados se dieran cuenta de que una colección como la que habían reunido no podía dispersarse. La solución llegó de la mano del Col·legi, Antoni Moragas llevó el caso a la Junta General y tras un intenso debate se acordó comprar la colección por 500.000 pesetas, justo lo que necesitaban los estudiantes para su viaje. Ahora la colección está valorada entre 750.000 y un millón de euros. "Pero no está a la venta", puntualiza Lluís Comerón, decano de la institución.

SEIS PIEZAS

Los dibujos decoraron durante un tiempo el Club del colegio, en la séptima planta del actual edificio. Fue así hasta desaparecieron seis: los firmados por Manolo Millares, Albert Ràfols Casamada, Antoni Cumella, Josep Llorens Artigas, Antonio Bonet y Parvine Curie. Luego  se decidió guardarlos en el archivo. Ahí han estado hasta la fecha. Pero los alumnos de la promoción que sobreviven, 11, llevaban cinco años peleando para exponerlos y varias negativas a cuesta hasta que aparecieron Combalía y la Fundació Vila Casas. “Además de una gran satisfacción y alegría, verlos aquí es una muestra de agradecimiento a los artistas”, afirman Saavedra y Sen Tato. Y es que con las prisas por marchar de viaje, se les olvidó agradecer tan valiosos regalos.