CONCIERTO

Burning, sin caricaturas

El grupo madrileño celebró su 40 aniversario con sobriedad y oficio en Apolo

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Apolo no es el Barclaycard Center madrileño, pero el sábado se puso hasta arriba de fans de Burning. No pensábamos que hubiera tantos. Corrió el rock’n’roll a una clásica y temperada manera, asociando diversión y un desenfadado fatalismo, reflejo de una literatura de barrio en que las mujeres son "nenas" y los atracos a bancos inspiran las más bellas páginas de poesía. Rock urbano de antes del rock urbano, con raíces hondas, que no necesita hacerse el maldito porque en su biografía los accidentes y las muertes son de verdad.

En los 70 le llamaban rock macarra, y de aquello sigue quedando una estampa (gafas de sol, vestuario negro de arriba abajo) y un oficio mejorado con los años. Burning conserva al patriarca Johnny Cifuentes, que, desde que Pepe Risi nos dejó (en 1997), coloca su ostentoso teclado en el centro del plano. Desde ahí, alternando el órgano con el pie de micro, dirigió a los suyos sin alejarse del guión del reciente 'Vivo y salvaje', celebración de su 40 aniversario.

MATERIAL NUEVO

Abrieron, pues, con 'Madrid', aunque cambiaron el orden de las canciones y añadieron un par de su último disco de estudio, 'Pura sangre', la que le da título y 'Demasiado sucio', con lo cual fueron nueve las piezas de factura reciente. Una cifra alta para un grupo con tanta historia. Burning presumió de vitalidad y de ejecución, con el juego de guitarras de Nico Álvarez, 'stoniano', y del estilista, a veces un poco 'heavy', Eduardo Pinilla (Coz, Ñu, Luz), seguidos de cerca, quitando hierro, por el saxo de Miguel Slingluff.

Burning se deleitó en su rock del filo de la navaja, más sentimental que histriónico, sobrio, de medios tiempos 'sexy' como 'Dolor' o 'Águilas', y mitológicos relatos de barrio: 'Jim Dinamita', que cantó con orgullo Sergio Martos, periodista y voz de Schizophrenic Spacers. No fue el único invitado: en 'Esto es un atraco' intervino a placer Josele Santiago. Cayeron los clásicos, de 'Mueve tus caderas' a '¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?', y hubo cierta apoteosis de la incorrección política en 'No es extraño que tú estés loca por mí' o 'Hey, nena' ("Te voy a zurrar, nena, para que seas más divertida"). Quién hubiera dicho que estos textos sonarían más provocadores en el 2016 que en 1978.

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