Bruce Springsteen convierte su primer concierto en Chile en un homenaje a Salvador Allende

En el 11-S chileno, el cantante interpretó en castellano 'Manifiesto' una de las más icónicas canciones de Víctor Jara

Bruce Springsteen, durante su concierto en Santiago de Chile.

Bruce Springsteen, durante su concierto en Santiago de Chile. / AFP / FRANCESCO DE GASPERI

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Con tres décadas de retraso, el cantante estadounidense Bruce Springsteen debutó esta noche en Chile, a los 63 años, con un apoteósico concierto de tres horas y media al que asistieron unas 10.000 personas que bailaron, cantaron y, literalmente, se arrodillaron ante 'El Jefe'.

Acompañado de su inseparable grupo, la E. Street Band, el músico de New Jersey saldó la deuda pendiente desde 1988, con Augusto Pinochet todavía en el poder, cuando 'The Boss' actuó en el histórico concierto de Amnistía Internacional en la vecina ciudad de Mendoza.

Entonces unos 5.000 chilenos viajaron hasta Argentina para verle en un recital en el que compartió escenario con Inti Illimani y Los Prisioneros, dos de los grupos más representativos de la resistencia musical contra la dictadura.

"Tocamos en Mendoza, pero Chile estaba en nuestros corazones. Conocimos a muchos familiares de desaparecidos. Llevaban fotos de sus seres queridos. Fue un momento que se quedó con nosotros para siempre", confesó Springsteen.

Su presentación en Chile ha coincidido con el 40 aniversario del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, el mismo día precisamente en que publicó su segundo álbum, 'The wild, the innocent & the E. Street shuffle'.

A mitad de la noche, el músico estadounidense interpretó en un perfecto español la canción 'Manifiesto', del asesinado cantautor chileno Víctor Jara, a quien Springsteen, que se declara un "músico político", admira profundamente.

La letra de este tema ("Yo no canto por cantar ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón") ilustra la concepción visceral y profunda de la vida que tiene Springsteen, cuya trayectoria personal no ha estado exenta de dificultades y frustraciones.

Ése fue el momento más emotivo de un concierto sin estruendos pirotécnicos ni alardes digitales pero rebosante de energía, humor, complicidad y ternura.

El público que acudió al Movistar Arena, bastante entrado en años, fue testigo de un acontecimiento insólito que sucede una vez en la vida, como el paso de un cometa.

A diferencia de otras figuras de la escena musical como Madonna o en su día Michael Jackson, Springsteen no ha perdido el contacto con la realidad, principal fuente de su talento como recreador de historias vivas.

Es el corazón del rock por derecho propio, porque siempre ha tenido fe en lo que hacía, incluso cuando no gozaba de los favores del éxito.

Todo comenzó pasadas las nueve y media de la noche cuando sobre el escenario fueron apareciendo los músicos de la E. Street Band, esa portentosa máquina capaz de hacer rock, gospel, folk, country, soul y blues con los mismos ingredientes.

Aunque ya han fallecido Danny Federici y Clarence Clemons, el grupo que acompaña a Springsteen desde hace 40 años sigue contando en sus filas con miembros históricos.

Ahí estaban Steve van Zandt, Nils Lofgren y el baterista Max Weinberg, además de la violinista Soozie Tyrell y el saxofonista Jake Clemons, sobrino del fallecido Clarence, hasta completar un grupo de dieciséis músicos.

"¡Hola, Chile, hola Santiago! ¡Es bueno veros finalmente!", saludó Springsteen.

En Chile, el cantautor estadounidense más famoso después de Bob Dylan es bastante menos conocido que en Europa. Quizás por eso, los primeros temas de la noche, "We take care of our own", "Death to my hometown" y "Wrecking ball", incluidos en su último álbum (2012), fueron recibidos con relativa calidez.

Pero para "El Jefe" no era suficiente. Entonces se lanzó a cantar en la cancha, se perdió entre la multitud y se dejó llevar en volandas de regreso al escenario.

Apenas habían transcurrido treinta minutos de concierto y ya se había metido al público en el bolsillo. Era imposible no rendirse ante tal alarde de ingenio, fuerza y autenticidad.

"¡Necesito saber que estáis conmigo esta noche!", le confesó a gritos al público, que le apuntaba con sus "smartphones".

Después se sucedieron las descargas. 'Cadillac ranch', 'Because the night' (de Patti Smith), 'Mi city in ruins', 'Working on the higway', 'Atlantic city', 'Thunder road' y la legendaria 'The river'.

Y en medio del delirio, espacios para la ternura como cuando subió al escenario a una rubia y portentosa pequeña que le pidió permiso para cantar con él 'Waiting on a sunny day' o a una joven embarazada que portaba una ecografía en la que se leía "Bruce, baila con mi futura mamá".

También hubo oportunidad de escuchar 'The River', el éxito que le catapultó a la fama, 'Born in the USA', 'Born to run', 'Dancing in the dark' y para una hilarante 'performance' del tema 'Shout' de Otis Day And The Knights que puso a medio mundo al ras de suelo.

Springsteen hizo el milagro. En tres horas y media el público rejuveneció 30 años.

Al final se despidió dando las gracias y prometiendo volver pronto.

El concierto de esta noche en Santiago fue parte de la gira sudamericana para promocionar su último trabajo 'Wreckling ball' que en los próximos días también le llevará a Buenos Aires y Sao Paulo y culminará el próximo 21 en el festival Rock in Río.