CONTRAPUNTO

Todos quieren a Bruce

RAMÓN DE ESPAÑA

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Es imposible odiar a Bruce Springsteen. Aunque no te cuentes entre sus más fieles seguidores, como me pasa a mí, basta con verle para saber que es un buen chaval de Nueva Jersey con el que te tomarías unas cañas tan a gusto. El odio es un sentimiento muy fuerte y hay que racionarlo: en el mundo pop, yo me lo reservo para Bono, de U2, y Chris Martin, de Coldplay, a los que responsabilizo personalmente de la decadencia del rock and roll. Al Boss lo considero una entidad dual compuesta por un músico y un personaje público. El músico, a su vez, tiene dos venas creativas claramente diferenciadas: la melancólica, que me encanta y que se manifiesta especialmente en el álbum 'Nebraska', y la épica, que me aburre mortalmente y me saca levemente de quicio (pensemos en clásicos como 'Born to run' o 'Born in the USA'). Y el personaje (que amenaza con devorarle, si es que no lo ha hecho ya) es ese millonario que aparenta ser un pobre desgraciado como nosotros, que observa a su público como si estuviera mirando fijamente a cada uno de los allí presentes y al que hay que suplicar que abandone el escenario de una vez, que ya llevamos casi cuatro horas de tralla y nos queremos ir a dormir.

Hace años, en su programa de televisión, Ben Stiller incluyó una sección titulada 'Legends of Bruce' que resumía a la perfección la visión un tanto irónica, a la par que respetuosa, que muchos tenemos del Boss. Porque somos muchos los que no le amamos, pero tampoco le odiamos, y su manera algo 'kumbayá' de ir por la vida nos da para múltiples ironías. Pero aún son más los que le aman con locura porque les ha llegado al alma y al corazón (¿verdad, amigo Fuentes?). No negaré la posibilidad de que quienes nos resistimos a su magia seamos un poco esnobs y nos dé no sé qué aplaudir lo que tanta gente aplaude, ya que lo nuestro es defender y reivindicar a genios que no han vendido un maldito disco en su vida. Pero reservamos nuestra maldad para quien realmente la merece, ya que en el fondo, aunque nos duela reconocerlo, también queremos a Bruce.