Adiós a uno de los grandes del siglo XX

Brasil llora la muerte del revolucionario Niemeyer

El arquitecto brasileño falleció a los 104 años tras una larga y reconocida carrera profesional

Arriba, el Centro Cultural Internacional Niemeyer, en Avilés; abajo, el Congreso de Brasil, en Brasilia.

Arriba, el Centro Cultural Internacional Niemeyer, en Avilés; abajo, el Congreso de Brasil, en Brasilia.

ABEL GILBERT
BUENOS AIRES

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Brasil se estremeció ayer con la partida de Oscar Niemeyer, el padre de Brasilia, la ciudad símbolo de las aspiraciones de modernidad urbana del coloso sudamericano. «Mi arquitectura no acepta reglas», repitió incansablemente durante sus 104 años de vida. Estuvo muy cerca de cumplir los 105 escuchando samba, comiendo pastel y sorbiendo café. Su deceso, aunque esperado tras los últimos percances e intervenciones hospitalarias, no dejó de provocar conmoción dentro y fuera del país. La presidenta, Dilma Roussef, dispuso que el velatorio fuera abierto para los ciudadanos de esa capital levantada en el corazón de un territorio de proporciones gigantescas. «Brasil ha perdido a uno de sus genios, hoy es día de llorar su muerte, de saludar su vida. Pocos han soñado tan intensamente y han hecho realidad tantas cosas como él», dijo.

«Fue un revolucionario, el mentor de una nueva arquitectura, bella, lógica e inventiva. Con sus sinuosas curvas diseñó ciudades, palacios y ciudades enteras», añadió. Rousseff recordó que también, o ante todo, Niemeyer fue un hombre público. «Ante las numerosas injusticias del mundo, él soñó con una sociedad equitativa. Autodeclarado pesimista, era un símbolo de esperanza». Luiz Inacio Lula da Silva aseguró que el gran carioca no solo había liberado a la arquitectura del pasado sino que inscribió a Brasilia en el futuro.

Chico Buarque, otro de los símbolos de Río de Janeiro, como Niemeyer, lo definió como «uno de los mayores artistas de su tiempo» y «un hombre mayor que su arte». Los grandes diarios y las grandes personalidades brasileñas repitieron casi a coro esos conceptos. En la hora del pesar, hablar de su genialidad devino regla de obituario. «Él fue una inspiración para mí. Pocas personas conocen a sus héroes y soy un afortunado por haber tenido la posibilidad de estar con Niemeyer», le dijo a laFolha de Sao PauloNorman Foster, uno de los grandes nombres de la arquitectura actual.

Su nombre completo era Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho. Había nacido en Río de Janeiro el 15 de diciembre de 1907. Le tocó traducir en clave brasileña los anhelos racionalistas de Le Corbusier, con quien colaboraría en la elaboración del proyecto del edificio principal de las Naciones Unidas, en Nueva York. El encuentro con Juscelino Kubitschek, sería crucial para Niemeyer y la arquitectura de su país. Kubitschek, entonces alcalde de Belo Horizonte, le encomendó proyectar una iglesia y un casino a orillas del Lago de Pampulha. Luego llegaría a la presidencia, donde su anhelo modernista incluyó sacar la capital de Río de Janeiro y llevarla al centro inhóspito y hostil de Brasil. El proyecto quedó en manos del urbanista Lúcio Costa, quien incorporó a Niemeyer a su equipo. El primero definiría cómo sería Brasilia. El segundo proyectó sus edificios emblemáticos: el Palácio da Alvorada), el Congreso Nacional, el Palacio de Itamaraty, la sede del Tribunal Federal Supremo, los ministerios, la sede gubernamental y la catedral. Brasilia fue oficialmente inaugurada el 21 de abril de 1960.

COMUNISTA CONVENCIDO / El prestigio alcanzado por Niemeyer, traducido en reconocimientos a lo largo del planeta, no alcanzó a inmunizarlo de la lógica de la guerra fría. En 1964, los militares brasileños toman el poder. Niemeyer, marxista confeso, debió partir al exilio. En 1966, se afincó en París. Retornó a Brasil en los años 80, en plena transición democrática. Hizo, entre otras cosas, el Memorial Kubitschek, los sambódromos de las ciudades de Río de Janeiro y de Sao Paulo, y el Memorial de América Latina. En 1988 recibió el Pritzker y en 1989 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Dos años más tarde realizó una de las obras más ponderadas: el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói (MAC). El Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, en Asturias, es su única obra en España.

«La vida humana es muy pequeña y dura. Por eso, es preciso no desistir de los grandes ideales de cambios políticos y sociales. Tenemos aún mucho tiempo de lucha por delante», le dijo a los estudiantes de Niterói, en una de sus últimas intervenciones. Niemeyer no podía escindir su trabajo de su mirada sobre el horizonte humano. «Él y yo somos los últimos comunistas de este planeta», dijo Fidel Castro, que lo ha sobrevivido. Los brasileños prefirieron poner el rótulo ideológico en un segundo plano. Ante todo, Niemeyer fue un gran hombre de su época convulsa y radical.

Vea el vídeo de la obra de Oscar Niemeyer con el

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