El planeta de la ilusión

JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA

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Secuelas, remakes, reinicios, adaptaciones de cómics populares, spin-offs… Estos son los términos barajados hoy en día por un Hollywood donde las estrellas no son actores ni actrices, sino las franquicias explotadas a conciencia. ¿Sabían que habrá un nuevo reboot de la saga Spider-man, cuando solo hace tres años del estreno de Andrew Garfield como penúltimo hombre araña?

En la era del eterno reciclaje, pocos estudios se atreven a proponer conceptos frescos. Un islote de originalidad es Pixar, la compañía (subsidiaria de Disney) detrás de algunas de las mejores, más novedosas historias, animadas o no, del cine de nuestros días. Detrás de dos clásicos como Los increíbles y Ratatouille estaba Brad Bird, autor antes de llegar allí del clásico El gigante de hierro (1999). Para su debut en el cine de acción real, eligió una franquicia, pero al menos una tan exigente con sus directores como Misión imposible; se encargó de la cuarta entrega.

Su nueva película de acción real explora, no obstante, un concepto fresco. Tomorrowland: el mundo del mañana es un raro blockbuster del verano del 2015 que parte de cero, o prácticamente: su título y su argumento remiten al área futurista de los parques de Disney, en el parisino conocido como Discoveryland y con marcados ecos de Julio Verne. Y aunque es probable que ello haya ayudado a su puesta en marcha, la conexión es más espiritual que práctica; no estamos realmente ante un caso de nuevo Piratas del Caribe.

UN MUNDO MEJOR / De entrada, Tomorrowland no se ha rodado en Disney World, sino en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, convenientemente tuneada para parecer del todo un escenario utópico de una dimensión paralela. Allí es donde se desarrolla una historia que trata de recuperar la filosofía optimista sobre el progreso y la tecnología que caracterizaron a los 50 y los 60.

Sin entrar en excesivos spoilers, el filme arranca con Frank (George Clooney), quien nos cuenta cómo en 1964 pasó por la Feria Mundial de Nueva York para presentar su proyecto de jet pack (o mochila-cohete) en un concurso para inventores.

El profesor Nix (Hugh Laurie), juez del asunto, no queda impresionado, pero una joven misteriosa llamada Athena (Raffey Cassidy, revelación de la película), que parece ser hija de Nix, queda tan maravillada por el entusiasmo de Frank que le ofrece la oportunidad de entrar en Tomorrowland: un lugar en una dimensión paralela donde mentes brillantes luchan por poder hacer del nuestro un mundo mejor.

Después, más adelante en el tiempo, conocemos a Casey (Britt Robertson), una adolescente aspirante a astronauta que decide sabotear un lugar donde se desmantelan cohetes de la NASA: es decir, un cementerio de sueños cósmicos. Tras ser encarcelada y liberada, Casey descubre entre sus pertenencias un pin que la conduce cada vez que lo toca hasta… Sí, han adivinado.

Tomorrowland gira en torno al peor invento nunca creado en ese lugar de maravillas y cómo Frank, Casey y Athena unen sus fuerzas y superan toda clase de etapas/atracciones para detener el fin de todas las cosas.

A CONTRACORRIENTE / La película de  Bird no es para nada posapocalíptica, sino más bien preapocalíptica. Y aboga por el fin del fin en nuestras ficciones: toda esa obsesión actual por las distopías, a menudo protagonizadas por jóvenes, de la franquicia Los juegos del hambre a títulos algo más íntimos como Mi vida ahora.

Según parece, han sido más adultos que jóvenes quienes han ido a ver Tomorrowland en su estreno en EEUU, quizá por adivinar en sus avances el empuje idealista de las películas que vieron en el cine de niños: el filme de Bird bebe del espíritu de E.T. El ExtraterrestreRegreso al futuroEl vuelo del navegante…  Su misión última parece recuperar para el cine y el espectador de cualquier edad el sentido de la maravilla, pero ¿es demasiado tarde? ¿Será esta la verdadera misión imposible?

Bird, ayudado por su coguionista Damon Lindelof, uno de los principales artífices de Perdidos, se ha atrevido a hacer una película cargada de idealismo cuando el idealismo no se lleva. Decía Clooney en una entrevista reciente: «Estos tiempos han acabado siendo muy cínicos, y ahora la gente piensa que solo es divertido ser negativo».

Ha costado 165 millones de euros, es una producción de Disney y se mueve sin respiro, como es de esperar, de una secuencia espectacular a otra, pero es posible que Tomorrowland sea una de las películas más a contracorriente de la temporada. Respeto máximo.

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