4 bodas contra el racismo

Éxito abrumador 8Philippe de Chauveron y Élodie Fontan, en el Hotel Casa Fuster de Barcelona.

Éxito abrumador 8Philippe de Chauveron y Élodie Fontan, en el Hotel Casa Fuster de Barcelona.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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«Francia es un poco esquizofrénica. El 20% vota a Le Pen y el 20% de las parejas son mixtas». Lo cuenta el director y guionista Philippe de Chauveron, que ha reventado las taquillas con la comedia Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?la película más vista del año en su país (12 millones de espectadores) y también en Alemania, Suiza y Austria. La peripecia de Adivina quién viene a cenar esta noche y tantas otras historias sobre parejas interraciales, multiplicada por cuatro y regada de humor amable. «El filme de Stanley Kramer era más duro porque la mezcla era un hecho insólito, ahora es banal», arguye el director, que aborda en clave cómica los prejuicios y tópicos religiosos y raciales.

Dios mío... relata las vicisitudes de los Verneuil -Christian Clavier (que alcanzó gran fama como Astérix y por su papel en Los visitantes) y Chantal Lauby-, un matrimonio burgués de provincias, tradicional y católico, con cuatro hijas que para su estupefacción se van casando con jóvenes hijos de la inmigración. Un musulmán, un judío, un chino... Les queda la pequeña (Élodie Fontan), y en ella posan las esperanzas para un enlace como Dios manda. Por la Iglesia católica. Aclara el director que buscó unos yernos bien seductores para no darle motivos al suegro para odiarlos.

No era su intención, asegura Chauveron, firmar un alegato sobre la tolerancia. «No busqué una película con mensaje», aduce, pero coincide con unos tiempos en los que el propio presidente francés, François Hollande, ha alertado del auge del racismo contra la inmigración. «Si no hubiera paro, no habría Le Pen. Algunos piensan que con las ideas radicales de algunos políticos la economía funcionará», remacha el cineasta. La génesis del guion fue la realidad gala y la suya propia. «Leí en la prensa que en Francia somos los mejores del mundo en bodas mixtas. Una de cada cinco. Quería reflejar esa riqueza multicultural y multiétnica; cómo el país ha cambiado gracias a la inmigración».Además, hay muchas pinceladas autobiográficas. «Mi hermano se casó con una magrebí y yo estuve con una africana. Mis padres son católicos y conservadores, y al principio no estaban muy contentos. Ahora ya hay nietos y nos llevamos muy bien. Los de mi generación salíamos en el cole con novias de todos los orígenes, pero en la suya no».Cuenta que su madre, muy católica, andaba atemorizada antes de ver su película. Temía que atacara su fe y montara un cristo. A él de niño no le gustaba ir a misa y acabó en el psicólogo. No solo por su aversión a los hábitos, aclara, también porque era un crío «muy agitado y nervioso». El caso es que la película le encantó. «Lo divertido es que no se reconoció en absoluto con la madre de la ficción. 'No soy yo', me dijo. Pero sí, hay mucho de ella». 

El humor permite hincar el diente a temas espinosos sin hacer daño. «Nos reímos un poco de los católicos y de los tópicos de otras comunidades pero con benevolencia. Los temas de la comedia suelen ser serios, con la felicidad es más difícil reírse», agrega el director, que incluye un guiño a Louis de Funès y es fan de los Farrelly. Del cine español recuerda que le encantó Crimen ferpecto y se divirtió, en un vuelo, con Ocho apellidos vascos, en la que no encuentra muchas semejanzas con su filme. Ya está pensando en la segunda parte de su taquillazo, con los mismos personajes y algún nieto.

Élodie Fontan interpreta a la hija pequeña, una mujer «que lucha por el hombre que quiere». Asegura que, a diferencia de los Verneuil, sus padres estarían «muy contentos» con un yerno como el de la ficción. «Son muy abiertos y lo que desean es que sus hijos sean felices». La actriz confía en que el filme «lleve a la reflexión a las personas bloqueadas con ideas xenófobas».