EL FESTIVAL DE MÚSICAS AVANZADAS
Los mil y un sonidos de Björk
La artista exhibió ecléctica biblioteca musical en una rica, reveladora y a menudo extática sesión de cuatro horas en SonarHall
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA
El calor afecta a todo el mundo, pero Björk no es todo el mundo. Tampoco su cabina es cualquier cabina. La DJ de la sesión inaugural de Sónar 2017 llegó vestida con una especie de mono bordado que la cubría de arriba abajo, sombrero ‘boss of the plains’ incluido; solo se le podían ver los ojos y la boca. Rodeando su inquietante a la par que divertida estampa, una frondosa vegetación que recordaba la conexión de la artista con la naturaleza y la ciencia.
Como había prometido, o avisado, en su charla de unas horas antes, el 'beat' tardó en aparecer. Lo primero que salió de su GarageBand (ese es el software poco complejo que usa para sus sesiones) se movió entre la clásica y la 'world music': flautas atonales, voces subsaharianas… Pero la calma también tomó formas de visceral pop de vanguardia ('Anoche' de Arca) y folclore revisitado ('My Lagan love' según Kate Bush, de la que también sonó su versión de Donovan 'Lord of the reedy river').
Para romper la quietud llegaron los subgraves sísmicos de Vessel, seguidos de un magma tranquilo hecho de flautas de pan y ritmos 'footwork', 'IDM' escurridiza y musical de la MGM, góspel y ambient y folk punjabí.
Quizá asediada por el miedo escénico, Björk no tardó dos horas, como dijo en la charla, en introducir el ritmo. Llegó en las formas oblicuas de Lanark Artefax, el maximalista Rian Treanor o la mezcla de kizomba (música popular africana) con grime de Endgame. Y si en la citada charla habló de su gusto por combinar extremos, lo más frágil con lo más abrasador, aquí lanzó al menos un gran ejemplo de esa clase de contraste: apabullante 'Tsundoku' de Odeko. Siguieron ráfagas de dancehall retorcido (Oklou), baladismo sufí (Sanam Marvi) y pospunk cruento (Farai).
LFO, R&B Y EL GUINCHO
Con la tercera hora dio un cierto giro urbano: exploró la escena Afrobeats y sembró el delirio con el trap-grime de Cadenza ('No drama'), aunque sin dejar de lado los sonidos tribales puros o impuros, estos últimos sublimados por el 'Bird flu' de M.I.A. Introdujo el primer bombo claro de la noche a través de un homenaje a su fallecido colaborador Mark Bell de LFO: el himno 'Love is the message'. (Ese mismo corte del dúo fue el que compartió en Twitter cuando Bell murió tras complicaciones de una operación).
Cerca ya de la medianoche y en la última etapa del maratón, la bola de espejos se activó para la versión de Usha Uthup del 'I will survive' de Gloria Gaynor. Pero la cuarta hora fue menos disco que R&B, con referencias a Brandy, Kelela, Jeremih o su muy querida Rihanna (por partida doble: 'Bitch better have my money' y 'Pose'). Se desató la locura general con 'Smack my bitch up' de The Prodigy… combinada con 'Orinoco flow' de Enya. Y las últimas fuerzas se quemaron con 'Bombay', de su colaborador español (antaño afincado en Barcelona) El Guincho. Decididamente, una sesión más inquieta, colorida, abierta de miras e inesperada cuesta de imaginar.
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