Ben Stiller: un director de mil caras

Adicto confeso al trabajo, el actor ha probado suerte con diferentes tonos en su carrera paralela como cineasta

JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA

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Adicto confeso al trabajo, Ben Stiller ha desarrollado una carrera como director en paralelo a su labor como cómico y actor. Empezó realizando 'sketches' en 'Saturday night live' (por poco tiempo) y, después, su propio programa 'The Ben Stiller show', que lanzó a gente como Janeane Garofalo y Bob Odenkirk. No duró demasiado, pero hoy en día sus 'sketches' son materia de estudio; esa particular mezcla de humor absurdo con sátira política y pop reapareció después en otros programas de culto.

'BOCADOS DE REALIDAD'

Su primera película fue por otros derroteros: 'Bocados de realidad' (1994), convertida, casi sin querer, en emblema de la generación X, era una comedia romántica muy estimable sobre el triángulo formado por una videógrafa (Winona Ryder), su amigo bohemio (Ethan Hawke) y un ejecutivo televisivo de traje y corbata (Ben Stiller). Este último quiere convertir el documental de la primera sobre el desencanto de sus amigos en un 'reality show' para su canal de cable In Your Face ("es como MTV, pero más directo"). La película puede ser una instantánea de su época, como tantas películas lo son de la suya, queriendo o sin querer, pero la ansiedad de sus personajes respecto a la incertidumbre laboral y la decadencia de sus sueños es intemporal.

Después llegó 'Un loco a domicilio' (1996), en principio pensada como un vehículo para el lucimiento de Chris Farley, pero que acabó -tras sumarse el hoy reconocido director-guionista Judd Apatow al proyecto- como una versión oscuramente cómica de los 'thrillers' de invasión doméstica tan en boga a principios de los 90. El "chico del cable" del título original era un demente Jim Carrey que por poco no acaba con la vida del suscriptor encarnado por Matthew Broderick. 

 No tuvo el éxito esperado, quizá por su visión oscura de la cultura pop y su influencia. Pero aún menos dinero hizo en los cines, aunque hoy cueste creerlo, la sátira absurda pero amable de la moda 'Zoolander' (2001), que llegó después, a través del mercado doméstico, a ser una película de culto adorada incluso por el 'auteur' Terrence Malick. (No son rumores en absoluto: hace tres años, Malick la programó en un ciclo de favoritas para un festival de Oklahoma, junto a películas de John Huston y Preston Sturges).

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SÁTIRA DEL CINE BÉLICO

La reputación de Stiller como director cómico tocó techo con 'Tropic thunder: ¡Una guerra muy perra!' (2008), sobre unos actores reclutados sin saberlo para una guerra de verdad. Sátira salvaje del cine bélico y el propio Hollywood, al que desmontaba como pocas películas hechas dentro del sistema, apasionó a la crítica (incluyendo al 'Cahiers du Cinéma' francés) y fue un notable éxito de taquilla. Sus chistes sobre deficiencia mental crearon cierta controversia, pero en realidad lo que Stiller estaba parodiando (con auténtico genio) era la fijación de la industria por explotar impunemente esta clase de dolencias en horrores con hambre de Oscar.

Al nihilismo de ‘Tropic thunder’ siguió, en otro giro en la visión de Stiller, el espíritu de autoayuda de ‘La vida privada de Malter Mitty’, segunda adaptación del relato de James Thurber sobre un tipo apocado con fantasías (no siempre exitosas) de realización sobrehumana. El director se reservaba el rol del protagonista, responsable del departamento de negativos de la revista 'Life' llevado a una aventura de la que saldrá convertida en otro hombre. El mensaje motivacional, más que inspirar, podía llegar a ahogar, subrayado hasta lo imposible en sus líneas de guión y una ambientación musical épica. 

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Tras algo tan voluntaria y equivocadamente grande, el regreso de Stiller a la escala algo más pequeña de ‘Zoolander’ parece el paso ideal.