ENTREVISTA CON SERGI CABALLERO, RICARD ROBLES Y ENRIC PALAU, DIRECTORES DEL FESTIVAL

«Barcelona, el público y la gente han hecho suyo el Sónar»

Robles, Caballero y Palau, en el CCCB, en el primer Sónar, en 1994.

Robles, Caballero y Palau, en el CCCB, en el primer Sónar, en 1994.

JULIÁN GARCÍA / TERESA CENDRÓS

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El 2 de junio de 1994, lejos todavía del 'boom' de la telefonía móvil e internet, el festival Sónar echaba a andar con el eslogan 'Conéctate a la música del futuro'. Aquel primigenio ejercicio de riesgo ha acabado siendo, dos décadas después, una referencia internacional en la música electrónica y el arte multimedios, y uno de los grandes activos de la llamada 'marca Barcelona'. Desde hoy y hasta el domingo, la 20ª edición del Sónar ofrecerá cerca de 140 actuaciones en la Fira Gran Via de L'Hospitalet y en la nueva sede de la Fira Montjuïc, que toma el relevo del CCCB y el Macba. EL PERIÓDICO ha reunido a los tres directores del festival para hacer balance de estas dos inquietas décadas consagradas a la experimentación y el descubrimiento.

-El festival celebra los 20 años con un arriesgado acto de reinvención. No ha debido de ser fácil irse del Raval a Montjuïc.

-Ricard Robles: En el fondo, es un aniversario que habla de cómo serán los próximos cinco, diez, quince años del Sónar. No hemos querido pasar página y empezar una nueva era rompiendo con todo, sino mirar atrás, ver cuáles eran nuestros valores fundacionales y revalidarlos con el cambio de sede.

-Enric Palau: Es nuestro cambio más visible de los últimos, como mínimo, diez años. Pero es que la idea de cambio forma parte de nuestra manera de ser. Algunos traslados anteriores fueron obligados por la demanda de público, como el salto de la Mar Bella a la Fira Gran Via. Pero nosotros nos replanteamos constantemente las cosas. El Sónar es eso. ¿Qué queremos enseñar a la gente? ¿Cómo lo podemos hacer? ¿Cómo lo tenemos que explicar?

-Pero, de alguna manera, pierden algo. El Raval, el CCCB, el Macba, eran parte del ADN del festival...

-R. R.: Siempre se pierde alguna cosa... Pero llevábamos dos años dándole vueltas a la idea de hacer un cambio, de crear nuevos aspectos del festival. Llevábamos 20 años en el CCCB y el Macba y ya habíamos explotado todas las configuraciones y posibilidades del espacio y de su entorno.

-E. P.: Perdemos, claro, un entorno que nos ha dado un perfil, pero ganamos la posibilidad de renovar nuestros valores de festival pionero a la hora de configurar formatos y descubrir espacios de la ciudad para nuevos usos. Venir a la Fira puede permitir que seamos también un motor para la dinamización de Poble Sec y Sant Antoni. El barrio recibirá una inyección de visitantes que de otra manera no habrían pasado por aquí. Se trata de contribuir aún más al perfil cosmopolita de la ciudad. Y de lograr que Montjuïc sea otro gran eje cultural de la ciudad. Queremos ser una locomotora de este gran eje.

-R. R.: Nos gustaría invitar a la ciudad y las instituciones a una mesa de debate no para pedir más subvenciones, sino para facilitar sinergias y apostar por un perfil de ciudad que lidere el mundo de la industria creativa.

-E. P.: El Sónar le da a BCN, durante una semana, la capitalidad mundial de la cultura electrónica. Pero hace falta que nos lo acabemos de creer. No seremos nunca una capital de la aeronáutica porque ya está Toulouse. La capitalidad de la moda se va repartiendo entre Milán, Londres, París, Nueva York... Hay una tradición en Barcelona histórica de vanguardia: Tàpies, Miró, Gaudí; y hoy hay una cosa que se llama Sónar.

-¿Las instituciones están dispuestas a entender lo que proponen?

-Sergi Caballero: Ahora lo van entendiendo. La crisis ha ayudado a eso. Antes copiaban modelos de fuera. Cualquier ciudad tenía un museo de arte contemporáneo porque había dinero. En cambio ahora debe mirar más el tejido real de la ciudad. Es como las viñas: si tienes una buena viña, eso te hará diferente. Y culturalmente es lo mismo. Si Barcelona tiene este talento, ¡pues potenciémoslo!

-E. P.: Reividiquemos, una semana al año, a BCN como punto imprescindible de la música y el arte electrónicos. En todo caso, me gustaría destacar algo para mí aún más importante: el público, la gente y Barcelona han hecho suyo el festival. Mucha gente está esperando esta semana de junio. Hay jóvenes que quieren tener la edad para poder ir al Sónar de noche quizá porque antes han ido al de día con sus padres. El Sónar, además, coincide siempre con la llegada del sol...

-S. C.: La gente tiene ganas de divertirse, y el Sónar te ofrece grandes nombres y la posibilidad de descubrir artistas interesantes.

-E. P.: Es que el Sónar es un festival de descubrimientos.

-Han pasado 20 años desde el primer Sónar. ¿Nos pueden recordar cómo se gestó el festival?

-S. C.: Nació de algún modo en la Expo de Sevilla de 1992. Enric y yo hacíamos música y nos encargaron la producción musical para el pabellón español. Allí conocimos a Teddy Bautista [expresidente de la SGAE], un tipo muy inquieto, con muchas referencias. Un tío asombroso, muy avanzado a nivel de tecnología musical, capaz de hacerte una conferencia con un ordenador en el año 94. ¡Eso entonces no lo hacía nadie!

-R. R.: Él fue quien nos propuso la posibilidad de hacer algo relacionado con la música electrónica.

-E. P.: Estuvimos dos años preparando el proyecto, visitando cosas, hasta que perfilamos el festival. Ferran Mascarell [entonces delegado de la SGAE en Catalunya y actual 'conseller' de Cultura] nos abrió la puerta del CCCB y ese fue el camino.

-S. C.: Cuando llegamos al CCCB no se podían hacer conciertos porque se podía manchar el suelo con una cerveza. Oiga, ¡que esto es un museo de arte contemporáneo! Se limpia la cerveza y ya está. En el 94 no había ningún museo de Europa que hiciese algo así. Fuimos pioneros. Y todo se lo debemos a Josep Ramoneda [exdirector del CCCB]. Los parisinos lo saben todo, pero esto no lo sabían, y siempre han ido por detrás nuestro.

-E. P.: París fue la primera ciudad que se fijó y se inquietó. El ministro de Cultura Jack Lang vino varias veces al festival. El Pompidou nos ha querido replicar, pero no ha podido hacerlo.

-¿Cómo era la escena barcelonesa aquellos años? ¿Había base para tirar adelante un festival de electrónica?

-S. C.: Estaba muy dividida. Barcelona siempre ha sido una ciudad de mucha música electrónica. De baile, experimental, electoacústica, 'raves'... En Madrid estaba la movida, más pop-rock, y aquí se escuchaba música negra funk. Estaban también Eivissa, que era un territorio cercano e influyente, y Valencia con el bakalao, pero eso era una galaxia aparte...

-R. R.: Todo estaba muy disperso en BCN y el Sónar sirvió para unirnos.

-S. C.: El CCCB como motor cultural y el entorno 'friendly' de la ciudad, con buen clima y que en aquellos tiempos estaba bien de precio, hizo el resto.

-El Sónar se ha expandido internacionalmente en los últimos años.

S. C.:-Sí. La expansión es necesaria. Para el 2014 seguiremos con Tokio, Reikiavik y Ciudad del Cabo. Y se incorporará México. Estamos estudiando también unir Reikiavik con Estocolmo...

-R. R.: Cada Sónar local acaba revirtiendo en el festival de Barcelona»,

-¿Es imaginable un Sónar sin BCN?

-S. C.: (Risas) Si viene Catar y te ofrece un maletín, me sabría muy mal, pero... No sabes dónde te puede llevar la vida (más risas).

-E. P.: Ahora eso es imposible. Hemos hecho una apuesta muy grande con el cambio de sede. Y Barcelona es el referente, el formato emblemático.

-Perdonen por la pregunta frívola. Después de 20 años, ¿hay algún artista que habrían deseado no traer?

-E. P.: Crystal Castles [edición del 2009]. Fue una actuación patética. Un descrédito para ellos y una falta de respeto para el público. Se equivocaron completamente.

-R. R.: Muchos (risas), pero no diré nombres.

-S. C.: Hombre, hay algunos que nos han dado mucho trabajo. Björk, por ejemplo, pero ella es así. Una muy pesada muy divertida fue Grace Jones. Un rollo muy antiguo. Pidió ostras. Has de estar colgado para pedir ostras en un festival de música por la noche. A saber dónde se comprarían.