Entrevista

«Barcelona se convirtió en un sepulcro en el 39»

Valentí Puig, en un céntrico hotel de Barcelona.

Valentí Puig, en un céntrico hotel de Barcelona.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Es como poco un intelectual incómodo, un señor de derechas muy inteligente que jamás suscribirá la tesis más estereotipada. Hablar con Valentí Puig (Palma de Mallorca, 1949) supone alejarse de cualquier versión oficial, se esté o no de acuerdo con ella. Lo acaba de demostrar en la novelaBarcelona cau(Proa), un retrato inmisericorde de los tres últimos días de la guerra civil en una Barcelona más caída que la Magdalena bíblica.

-Su visión de la Barcelona vencida es bastante inédita.

-Quizá porque a muchos escritores les ha dado reparo entrar en la turbulencia de esos días en los que unos están a punto de entrar y otros a punto de irse. Es una sociedad en descomposición en la que no hay normas ni autoridad. En ese momento, el orden de la República es una ficción y el catalanismo, un fracaso, del que quizá no sea responsable.

-Y en ese escenario vacío coloca un antihéroe que es el gran hallazgo de la novela.

-Quise hacer el retrato de un tipo indiferente, posiblemente porque es así como me gustaría tomarme las cosas. Pero ya que no lo consigo, me dije: voy a trasladar eso a mi personaje, alguien joven y sin escrúpulos, que no entienda de afectos ni deberes ni sepa diferenciar el bien del mal. Quise situarle en un momento del que hablan muchos libros de memorias. Y es que en el último día de la guerra la ciudad se calla, se produce en Barcelona un silencio clamoroso.

-¿Es un silencio simbólico?

-No, es algo muy real. Barcelona se convirtió en un sepulcro. Pensé que en ese silencio mi personaje nadaría como pez en el agua y ya solo necesité convertirlo en un agente doble, miembro del Servicio de Investigacion Militar (SIM) y de la quinta columna, para que pudiera entrar como una cámara en todos los escenarios.

-Además el sujeto se llama Víctor, lo que no debe ser inocente.

-Nada inocente.

-La imagen que hoy se tiene de la guerra civil tan polarizada, en blanco y negro, poco tiene que ver con su retrato.

-Todo está documentado. Eso ocurría y no me he dedicado a seleccionar lo más repugnante.

-¿No hay exageraciones de novelista?

-El tema de mi novela no es lo que pensaban los últimos políticos idealistas Yo he querido retratar a Víctor y sus amigos sinvergüenzas hechos a la experiencia de una ciudad clandestina y nocturna donde impera la prostitución, el juego y la cocaína. Cuando una guerra se acaba se pierden los valores más elementales.

-Alguien dirá, ahí está Valentí Puig dando suversión de la historia.

-Me han acusado de ponerme de parte de los vencedores y no es así. Creo que hay una concepción idílica de la República que ha creado una imagen políticamente correcta de ese periodo. Lo cierto es que durante la contienda España se parte en dos y a unos les toca ponerse a un lado y otros al otro. Mi padre, por ejemplo, era republicano azañista y tuvo algún problema en la Mallorca nacional. Si hubiera vivido en Barcelona habría sido interventor por la Lliga y a lo peor lo hubieran fusilado en la Arrabassada. ¿Setenta años después a qué viene pensar que aquello era una disputa entre buenos y malos?

-¿Qué aporta la ley de memoria histórica a ese debate?

-Yo discrepo de la ley pero también de muchas de las críticas que se han vertido sobre ella. La izquierda ha tenido en cuenta a sus muertos pero no, por ejemplo, a las víctimas de la persecución religiosa en Catalunya. En contrapartida, la derecha se ha enrrocado en el planteamiento de que el franquismo estaba justificado por los errores de la República. Esas dos ideas chocan entre sí y representan lo peor de ambos bandos. Creo que debemos buscar la comprensión pero no el olvido, porque si olvidas estás condenado a repetir los errores.