Arturo Pérez Reverte: «El español es genéticamente vil, envidioso y violento»

El escritor imagina en su última novela, 'Hombres buenos', las peripecias de dos académicos en París en busca de la 'Encyclopédie'

«El español es vil, envidioso y violento»_MEDIA_1

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ERNEST ALÓS / MADRID

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Cruza Arturo Pérez Reverte la Rotonda del Hotel Palace de Madrid, donde quedamos para hablar de su última obra, Hombres buenos (Alfaguara) y se le llevan los demonios al ver allí aposentado a Josep Antoni Duran Lleida, tratando de sus cosas. Tan indignado (y también jocoso, y reivindicativo) como se muestra, en su novela, contra quienes hicieron que España se fuera «al carajo» y se impusieron a quienes trataron de hacer de este país otra cosa mejor. Como el malicioso periodista ultramontano y el envidioso e hipócritamente moralista al que apodan el Catón de Oviedo que conspiran para sabotear la misión de dos académicos, los dos hombres buenos, de su libro. Un bibliotecario culto, religioso y timorato y un brigadier de la armada estoico y descreído que viajan en torno a 1780, con la venia real, para hacerse con una primera edición de la condenadísima Encyclopédie para la biblioteca de la Real Academia Española.

-La Encyclópedie de la RAE, la que le hizo escribir el libro cuando la descubrió en su biblioteca, ¿está muy usada? ¿Fue leída, y asimilada?

-Hay definiciones de la Academia en las que se ve claramente la huella de la Enciclopedia. Eran unos tíos estupendos, los académicos del XVIII. Merecían un homenaje. Mi amor por la Academia, yo que amo tan pocas cosas, proviene de los hombres que he conocido en ella, hombres con altura moral e intelectual.

-Sus dos académicos son ficticios. ¿Qué sabemos realmente sobre la llegada de esa primera edición?

-Que la Academia consiguió un permiso de la Inquisición para traer la Enciclopedia y que la trajo. Y que dos académicos se encargaron de eso. Lo demás, todo es ficción. Porque yo soy un novelista de ficción. Pero quiero mantener el equívoco. Quiero que el lector tenga la ilusión de que todo lo que cuento ocurrió.

-También es ficción la historia paralela de cómo alguien que se parece mucho a usted escribe el libro. ¿Por qué? Aparte de que así puede permitirse gags brillantes como el entusiasmo de los académicos por aparecer como el asesino de Francisco Rico en una ficticia novela de misterio que estaría escribiendo...

-Es una novela llena de vueltas de tuerca. Es una novela que ha de ser divertida, entretenida, que enriquezca al lector. Contar cómo recogía la documentación, hacer un montón de guiños y bromas, me permitía explicar al lector cosas que no podía incluir en la narración y también trabajar en dos planos, en el presente y en el pasado, para que el lector sienta más claramente que es una lectura histórica en clave de presente. Que somos lo que somos ahora porque ese XVIII fue así. Es una novela melancólica en ese sentido. La España que pudo ser y no fue. Me interesa explicar al lector por qué ahora aún seguimos en el calabozo. Ha sido doloroso este libro: te tropiezas con textos y siempre, siempre, todo choca con el altar.

-Más allá del altar, que lo tenemos ahora más domeñado...

-No, porque muchos de los que tienen el poder tienen íntimas relaciones con el altar, y eso se nota.

-...de lo que no nos hemos librado es de la mala ostia. En el libro hay dos resentidos y envidiosos, uno en versión laica y en versión clerical.

-La envidia y la vileza, que son nuestros dos grandes pecados capitales. Es español es genéticamente vil, envidioso y violento. Durante mucho tiempo no fue su culpa, ahora ya no hay excusa. El que ahora es cerril, vil, infame, envidioso e insolidario es porque quiere. El que ahora ve Sálvame en lugar de a Jordi Évole es porque quiere. Ahora somos mucho peores que en el siglo XVIII, porque podemos elegir, y hemos elegido irnos al carajo, culturalmente, socialmente y educativamente. El español no tiene adversarios, tiene enemigos, y el enemigo debe ser no convencido, sino vencido, exterminado y exiliado. Es la triste historia nuestra. Quería poner a los dos académicos malos para que quede claro que el mal ha venido de la derecha cerril, vil e infame pero también de la estupidez arrogante de esa izquierda demagógica, irreal, irresponsable y oportunista. Y en medio están los borregos, y los hombres buenos.

-El París prerrevolucionario es otro personaje de la novela.

-Es la ciudad más fascinante del mundo, donde se dan cita el talento, la filosofía, la cultura, el buen gusto, el mal gusto. Quería que el lector se moviera por la ciudad como uno de la época, que se parara en las librerías, paseara por el Sena, fuese a los salones y a los cafés y escuchase hablar a Condorcet, a Franklin...

-¿Es necesario que en todas sus novelas, incluso si el tema son los graffitti o la compra de una Enciclopedia, los personajes sean heroicos y las peripecias a vida o muerte?

-Sí, en mis novelas, sí. Esa es una marca de la casa. Incluso en mis novelas más, digamos, eruditas. A mí la acción me gusta. Me gusta que en mis novelas ocurran cosas. Un misterio, una aventura, un viaje, un enigma, una relaciones humanas, unos malos, unos buenos, o unos malos/buenos... y que todo el mundo encuentre algo en la novela.

-Esa mirada tan crítica sobre España podría ser también la de un independentista, solo cambiandola primera persona por la tercera.

-Yo siempre hablo de nosotros, no de esos españoles. Todos somos culpables de este siniestro pastel en el que hemos convertido a España, también los catalanes, los vascos o los andaluces. Cuando el catalán se fuera, siendo independiente, se llevaría consigo su pedacito de mierda, tendría los mismos vicios y virtudes. Porque no es que el sistema sea malo, es que nosotros hemos hecho el sistema, y todos somos culpables.