Opinión | MIRADOR

Josep Maria Pou

Actor y director teatral

Josep Maria Pou

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Historias de móviles

Una amiga mía de Londres, conocedora de mi obsesión por el tema de los móviles y el teatro, me llamó hace dos días para contarme lo que había vivido en persona, la tarde anterior, en el Old Vic

Fachada navideña del teatro Old Vic de Londres

Fachada navideña del teatro Old Vic de Londres

Una amiga mía de Londres, conocedora de mi obsesión por el tema de los móviles y el teatro, me llamó hace dos días para contarme lo que había vivido en persona, la tarde anterior, en el Old Vic, uno de los mejores teatros de la capital inglesa:

"La representación de 'A Christmas Carol' -me contó mi amiga- transcurría felizmente cuando, a mitad del primer acto, sonó la llamada de un móvil; algo nada anormal, por otra parte; lo sorprendente, agárrate, -me siguió contando mi amiga-, es que la propietaria del dispositivo, en un alarde de parsimonia, -pachorra sería mejor palabra, dijo mi amiga, incisiva- , abrió el bolso, sacó el aparato y atendió la llamada en un tono tan normal y de manera tan relajada que más parecía que la señora se encontraba en un baño de espuma, en el sancta santorum de su casa, que en exposición pública en la platea de un teatro. Para qué contarte el concierto de siseos pidiendo silencio. Del siseo se pasó a los comentarios airados. Un  espectador a mi lado –siguió mi amiga-, una fila por detrás de la señora, la increpó directamente y, al no obtener resultado, pidió la intervención del personal del teatro que consiguió, por fin, hacerla desistir de su actitud. Pero no acabó aquí la cosa. ¿Estás sentado?, porque te cuento lo que siguió y te vas a caer de culo –continuó, campechana, mi amiga-; llegado el descanso, el enérgumeno que acompañaba a la señora en cuestión se acercó a nosotros, se abalanzó –tal cual te lo digo- sobre mi vecino de butaca y le pegó un puñetazo en plena boca. Sorpresa, gritos, carreras.  Y seguridad que aparece y los saca a los dos del teatro. Con ese susto en el cuerpo me senté a ver el segundo acto. ¿Qué te parece a lo que hemos llegado?"

"Te respondo devolviéndote la pregunta, -dije yo-. Ayer mismo, en un céntrico teatro de Barcelona, una señora a mi lado, se pasó la función entera frotando la pantalla del móvil en actitud que más parecía masturbatoria que otra cosa. Digo yo que esperaba, quizás, la aparición de un genio con ganas de marcha. ¿Qué te parece a lo que hemos llegado?".