ENTREVISTA

Arnaud Desplechin: "La vida real es muy aburrida, prefiero las novelas"

El director francés rememora en 'Tres recuerdos de mi juventud' la infancia y la adolescencia del protagonista de 'Cómo me disputé mi vida sexual'

Arnaud Despechin

Arnaud Despechin / periodico

NANDO SALVÀ

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La décima película de Arnaud Desplechin, 'Tres recuerdos de mi juventud', es algo parecido a una 'precuela' de la que lo dio a conocer internacionalmente hace 20 años, 'Cómo me disputé mi vida sexual' (1996). En ella, el director francés se reúne con su héroe Paul Dédalus para hacerle rememorar su vida a través de una serie de 'flashbacks' que revelan su problemática infancia, su viaje adolescente a la Unión Soviética y su encuentro con su primer y gran amor.

¿Por qué ha decidido recuperar a Paul Dédalus dos décadas después de 'Cómo me disputé mi vida sexual'? Porque al crearlo lo doté de un rasgo común a varios de los personajes literarios que más me han fascinado desde que leí el 'Ulises' de Joyce: la incapacidad para amar a la propia madre. Paul tiene una relación horrible con su madre, y siente que eso es un pecado y pasa toda su vida tratando de reparar esa tara. No es casual que luego su relación con las mujeres sea a menudo embarazosa.

Desde que estrenó 'Cómo me disputé...' se ha dado por hecho que Dédalus es una figura autobiográfica. ¿Le molesta? Mi vida es muy aburrida comparada con la de él. Y mi madre no se suicidó, es una anciana feliz. Pero no me molesta en absoluto, es parte del juego que establezco con el público. Si amo el cine de François Truffaut es en buena medida porque sus películas parecen autobiográficas, casi autorretratos, aunque no lo son. Y eso es así por su capacidad para sugerir intimidad. Mi cine es una búsqueda constante de la intimidad.

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¿Por qué esa búsqueda nunca se había centrado en la adolescencia hasta ahora? Como narrador, supongo que la adolescencia me intimida porque siento que en cuento crecemos dejamos de entenderla. Por eso he puesto especial cuidado en ser justo con el amor que Paul y su chica sienten. Me encanta que para ellos el amor sea un proceso de conocimiento, una forma de entenderse a sí mismos y de ir haciéndose adultos. La experiencia amorosa es a ratos gozosa y a ratos muy cruel, pero en todo momento es una forma de aprender cómo funciona el mundo y nuestro lugar en él. Ese enfoque me gusta mucho.

¿Por qué decidió que la película fuera un trío de segmentos en lugar de una narración convencional? Porque en conjunto es un acto de remembranza, y nuestros recuerdos no tienen continuidad narrativa sino que son solo pedazos inconexos. Quería que la película evocara el proceso del cerebro.

¿Y por qué decidió introducir en el segundo episodio elementos como los judíos de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín? Porque recuerdo que hace 30 años la prensa francesa estaba llena de historias de judíos que intentaban en vano huir de la Unión Soviética y llegar a Israel. Y recuerdo también el enorme cambio de mentalidad que la caída del muro supuso. Yo crecí en un mundo que estaba dividido en dos y de repente dejó de estarlo. De repente empezamos a creer en la unidad y la solidaridad, y ese sentimiento es algo de lo que obviamente, por desgracia, ya no nos acordamos.

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Mencionaba usted el amor que siente por Truffaut. ¿Qué papel tuvo la Nouvelle Vague en su formación como cineasta? Yo empecé a hacer películas en un momento del cine francés en el que imperaba el realismo más naturalista. Y es una corriente narrativa que no me gusta porque me aburre, prefiero de largo un tipo de cine que retrata a los personajes como si fueran héroes de novela. Eso es lo que hacen las películas de Truffaut, crear mundos que se parecen más a la literatura que a la vida real. La vida real es demasiado aburrida, prefiero las novelas.

¿Y por qué no escribe usted novelas? Porque desde niño me propuse que jamás sería un intelectual. Por eso decidí expresarme a través de un medio artístico puramente popular. Siempre me ha parecido lamentable la mala reputación que el término 'popular' ha tenido tradicionalmente. Vuelvo a citar a Truffaut: hasta que él y Godard lo reivindicaron, Hitchcock era considerado un director demasiado vulgar. ¿Te lo puedes creer? Por otra parte, el cine me gusta porque trabajar en equipo me da un placer inmenso. Si me dedicara a la literatura me pasaría el día sintiéndome solo.