NOVEDAD EDITORIAL

La fidelidad a una manía

Aparece 'Años de formación', primer tomo de los esperados diarios del escritor

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ELENA HEVIA / FORMENTOR

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Hace casi 60 años, 58 para ser más exactos, que Ricardo Piglia deja constancia en libretas negras de su experiencia diaria. Lo cual es asombroso si se tiene en cuenta que el autor empezó a realizarlo cuando tenía 16 y una conciencia muy clara ya de ser escritor. «Todavía hoy sigo escribiendo ese diario. Muchas cosas cambiaron. Pero me mantengo fiel a esa manía», ha escrito. No era un secreto y se suponía que más tarde o más temprano la obra vería la luz pero mientras tanto la fama de ese diario inédito iba creciendo entre sus lectores.

Algunos fragmentos aparecieron en antologías, en diarios y revistas, pero faltaba darles una forma editorial, un elaborado montaje literario, que es a lo que se ha dedicado el autor en los últimos años desde su regreso en el 2011 de la universidad de Princeton, mientras mantenía un pulso con la enfermedad. El resultado se acerca mucho a una novela de formación.

La decisión de Piglia ha sido publicarlo a lo largo de tres años y ahora la concesión del Premio Formentor coincide con la aparición de la primera entrega. Años de formación (Anagrama) que abarca desde 1957 hasta 1967. A los que seguirán Los años felices, en el 2016 y Un día en la vida en el 2017.

Los diarios, es sabido, son de Emilio Renzi, porque Emilio Renzi es Ricardo Piglia. De hecho ha utilizado su segundo nombre y su segundo apellido para forjar un alter-ego literario que se pasea por casi toda su producción de ficción y ahora por la memorialística. La manera en la que le ha dado su forma definitiva es un fascinante juego de espejos. En él un narrador relata sus experiencias en tercera persona, mientras Renzi (es decir, Piglia) lo hace en primera. «Me preocupa mi predisposición a hablar de mí como si estuviera escindido y fuera dos personas -escribe Piglia-. Una voz íntima que monologa y divaga, una suerte de banda sonora que me acompaña todo el tiempo y que a veces se filtra en lo que leo y en lo que escribo aquí».

El inicio del diario coincide también con la partida de la familia de Piglia desde su Adrogué natal, en la provincia de Buenos Aires, a Mar del Plata. El padre, médico peronista, pasó un año en la cárcel y la marcha supuso una especie de exilio local. No parece que el joven Piglia tuviera muchos problemas con su entorno social. Los amigos, los grupos políticos -aunque no militó estrictamente en ninguno-, las lecturas y las películas formativas y, especialmente las relaciones sentimentales -una larga lista no exentas de intensidad que desfila por las páginas a gran velocidad- tienen un gran peso en el relato. «La política, la literatura y los amores envenenados con la mujer de otro han sido lo único verdaderamente persistente en mi vida».Entre las lecturas, hay una clave, El oficio de vivir, diario del suicida Cesare Pavese, que el joven Piglia analiza y toma como modelo, no en su terrible fin, sino en la propuesta -«Él es ese libro», dice- de que un libro valga tanto como una persona, que el texto quede como recuerdo definitivo.

Los años de formación terminan consecuentemente con la publicación en 1967 del primer libro del autor, los relatos Jaulario, poco después de su traslado a Buenos Aires.  «Quiero que sepan que hoy a los setenta y tres  años, sigo pensando lo mismo, criticando las mismas cosas cuando tenía veinte años», acaba diciendo el escritor en esta entrega, prometiendo un continuará: «Si no me muero antes. Como quien anuncia una noticia que lo llena de felicidad ». 

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