REFERENTE DE LA CANCIÓN

75 años 'al vent'

El cantautor de Xativa celebrará su aniversario con dos conciertos en el Auditori

75 años 'al vent'  LA COMPLICIDAD MATERNA UNA VOZ PARA EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL CONTRA LOS 'GRISES' PREMIO DE LA CANCIÓN_MEDIA_11

75 años 'al vent' LA COMPLICIDAD MATERNA UNA VOZ PARA EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL CONTRA LOS 'GRISES' PREMIO DE LA CANCIÓN_MEDIA_11

JORDI BIANCIOTTO

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Un buen regalo de cumpleaños para Raimon es el cambio político que vive el País Valenciano, que, entre otros efectos, hace posible que pueda volver a actuar con normalidad en sus escenarios tras varias décadas de vetos y alejamiento. El cantautor obtuvo, días atrás, la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana y fue reconocido como hijo predilecto de Xàtiva, si bien, para él, lo importante «es que hay un cambio real y que se aprecia en la cultura», subraya. El 2 de diciembre cumplirá 75 años, efeméride que celebrará con dos recitales, el 3 y el 4, en el Auditori, en esa Barcelona en la que reside desde hace casi cinco décadas. Recibe a este diario con buen humor, dispuesto a juguetear con el fotógrafo y a viajar en el tiempo hasta aquel adolescente que escribía versos y escuchaba por la radio, porque en casa no había tocadiscos, a Concha Piquer y The Everly Brothers.

'AL VENT' Y LAS TENTACIONES

DE LA CANCIÓN COMERCIAL

Algo de aquella mezcla de influencias inconscientes, de la copla al rock'n'roll embrionario pasando por la canción italiana, se filtró en las primeras canciones de Raimon, una de ellas Al vent, protagonista de su disco de debut, el epé de cuatro canciones que Edigsa lanzó en 1963. Una pieza convertida en icono contestatario que, más allá del antifranquismo, él ve como «una metáfora del combate contra la adversidad a partir del nosotros». La idea de que «necesitas a los demás para empezar a vivir, lo cual es así, ya que somos los animales que requieren más de sus padres al nacer», reflexiona. Raimon se dio cuenta «rápidamente» del significado político que la pieza fue adquiriendo en el público.

Pero en su camino había interferencias: a alguien se le ocurrió que debía participar en el Festival de la Canción Mediterráneo con una pieza en catalán, 'Se'n va anar', de Andreu y Borrell, en un momento en que el régimen simulaba una apertura. «Mi primera reacción fue que no, que yo no tenía nada que ver con eso», explica. Le convencieron alegando que su participación ayudaría a otros cantantes en catalán. Ganó en tándem con Salomé («en el 'No-Do' solo la sacaron a ella», precisa) y se le abrieron las puertas de la canción comercial. Propuestas de cambio de lengua que rechazó. «A mí siempre me han querido grabar en otras lenguas, pero lo tuve claro. No es que quisiera cerrarme, solo que el catalán era mi lengua y el hecho de que no estuviera reconocida no tenía porqué afectar en esa decisión. Y vender discos nunca ha sido mi planteamiento», explica.

No solo prescindió de esas invitaciones a convertirse en cantante ligero y multilingüe a escala europea sino que respondió musicando a Espriu en 'Cançó de capvespre'Raimon 'hardcore'ensayando la idea de que ser fiel a sí mismo es el mejor modo de establecer un vínculo sólido con el oyente. «Al menos, es la manera de no engañar al personal ni a mí mismo». ¿Lo percibe el público? ¿Existe la justicia poética? Raimon sonríe. «Va como va... Hay quien lo percibe, sí, y queda fidelizado a través del tiempo. Pero no creo que haya justicia en el arte. Ni en nada, vaya».

PIONERO DE LA ADAPTACIÓN

POÉTICA EN LA 'CANÇÓ'

La cançó estableció una fuerte alianza con la poesía, pero antes de las adaptaciones de Serrat, Llach, Bonet, Ovidi..., estuvo Raimon con aquel primer acercamiento a Espriu y el álbum que vino después, 'Cançons de la roda del temps' (1967), con portada de Miró. Un disco que «se retrasó porque Edigsa no lo veía claro, cosa que ahora puedo entender», concede el trovador, al que Joan Fuster había regalado tiempo atrás un antología de Espriu editada por Alberti.

El vacío, en la educación franquista, en materia de literatura catalana le motivó a a musicar aquellos textos y darlos a conocer, un proceso del que hizo partícipe al propio escritor. «Le llamé por teléfono y me dijo: 'le admiro profundamente'. Pensé: '¡bueno, vamos bien!'. Me animó a musicar lo que quisiera y antes de grabar el disco fui a cantarle las canciones», recuerda. A Miró le había conocido en París en 1964. «Me dijo: 'tenemos que hacer algo juntos'. Son esas cosas que cuando te pasan con veintipocos años piensas 'no puede ser, me está pasando a mí'», evoca un Raimon que leyó por primera vez un texto en su lengua cuando tenía veinte años. «Llegué a la universidad de Valencia habiendo leído a Machado, Unamuno, Baroja..., y nada en catalán. Pero era una época de efervescencia: la gente que había nacido en los años 40 había perdido el miedo que tenían los padres. Se me abrió todo un mundo», recuerda. Luego llegaron las adaptaciones de los autores medievales: Ausiàs March, Jordi de Sant Jordi, Anselm Turmeda... Autores, al igual que contemporáneos como Pere Quart, con los que compartía una lengua. «Eso siempre lo tuve claro. Sabía que en todas las lenguas hay variantes, de igual manera que la que se habla en Uruguay es la misma que en Valladolid».

CON LA BRÚJULA

ORIENTADA HACIA PARÍS

Con los años ha actuado en gran parte de Europa y Latinoamérica, en Estados Unidos y Japón, pero la primera estación internacional fue París, en 1966. Del estreno en La Mutualité a L'Olympia, donde el 1966 grabó un álbum de culto. «Coincidió que en aquella época vinieron a Francia Bob Dylan y Joan Báez, y a mí me metieron en ese apartado». ¿Canción protesta? «Sí, a todos nos ponían ahí. Era una etiqueta contra la guerra de Vietnam, aunque antes había habido una 'protest song' sindicalista, con Woody Guthrie, que había sido más bien un distintivo discográfico», explica el cantautor.

Francia no se caracteriza por su enorme caudal de simpatía por las lenguas minoritarias o minorizadas, pero Raimon no notó hostilidades. Todo lo contrario. «Nos veían como antifranquistas y no había ningún problema. Yo les explicaba en francés de qué trataban las canciones y los programas era bilingües. Y en aquella época salieron cantautores occitanos, bretones...», recuerda. París sigue siendo «una ciudad excepcional», destaca Raimon, que manifiesta una «desolación absoluta» ante los atentados de días atrás. «La misión del Partido Comunista, con su internacionalismo, era integrar a la gente de fuera en una idea de Francia. Al irse reduciendo poco a poco, ahora esa función no la cumple ningún partido. Y sale Le Pen. Ese es el caldo de cultivo. Y la pobreza, gente joven que no ha podido entrar en la división del trabajo», opina.

EL 'RECITAL DE MADRID'

Y UNA IDEA DE ESPAÑA

Otra urbe de referencia es Madrid, cuyo historial de actuaciones comienza con un goteo de prohibiciones, como el de su debut, en el Teatro de la Zarzuela, en 1966, organizado por los Amigos de la UNESCO (acabó actuando en un piso de Tirso de Molina, «con la policía fuera, en la plaza»), o los cuatro recitales en el Pabellón del Real Madrid, diez años después, que se quedaron en uno, inmortalizado en el álbum El recital de Madrid. En aquellos años Raimon trabó unas complicidades «con el Madrid progresista» que, pese a aislados signos de complicidad (Moncho Alpuente, adaptando 'Al vent' con El Gran Wyoming) con los años ha perdido intensidad. «Madrid no acaba de entender lo que ocurre aquí, no se lo explican, yo he tenido discusiones fuertes. Es así», lamenta. 

Hay, considera, «una estructura del Estado que pretende una uniformización, en lugar de ir hacia donde ha apuntado siempre la izquierda, la plurinacionalidad. O hay una estructura flexible o estaremos siempre así. Y no hay que olvidar que nosotros somos más débiles», estima Raimon que, a diferencia de Llach o Labordeta, siempre ha descartado implicarse en política. Y eso que propuestas no le han faltado, sobre todo a la salida de la dictadura. «Yo estaba cerca de todo el antifranquismo en general, dije no a ser senador y se enfadaron todos conmigo. Pero mi razonamiento era que había intentando cantar a favor de la libertad desde el principio, y ahora que por fin podía ejercerla, ¿tenía que dejarlo? No tenía sentido». Raimon se considera «incapaz» para las labores políticas por una cuestión de temperamento. «Sería como aquel anarquista: ‘No estoy dispuesto a ponerme de acuerdo con nadie’. Y eso para la política es lo peor», ríe. «Soy un ciudadano preocupado que mira todo lo que está pasando, pero no tengo la más pálida idea de política», estima.

LA FAMILIA DE CANTAUTORES Y

LOS FASTOS DEL SANT JORDI

La celebración de los 30 años de 'Al vent', en el Palau Sant Jordi, en 1993, reunió a Raimon con un amplio elenco de voces internacionales (Pete Seeger, Daniel Viglietti...) y, lo que quizá era más difícil, catalanas. Ahí estuvieron Pi de la Serra, Ovidi Montllor y Serrat, una imagen que no se ve todos los días. «¡Es que un recital así no se puede hacer cada día!», replica con guasa Raimon. Las relaciones entre los tótems de la cançó han alentado especulaciones desde siempre. «Eso de que no nos llevamos bien es mentira. Cuando hay una necesidad ahí estamos. Serrat vino en su día al homenaje a Ovidi en Alcoi, por ejemplo. Pero cada uno lleva su profesión a su manera». Con Llach, admite, hay más distancia. «Llevamos caminos diferentes».

LA RUTA HACIA EL 2017

Raimon tenía un plan: desaparecer de los escenarios hasta el 2017, en que presentará un nuevo repertorio. Pero los cambios políticos en la agenda valenciana le han alterado el guion, ya que el año que viene ofrecerá allí diversos conciertos. Serán, no obstante, excepciones a ese mapa de carreteras en el que la hipótesis del retiro no es descabellada. «Hombre, a la edad que tengo ya no descarto nada. Si no estuviera en condiciones de aportar nada, lo haría», confiesa Raimon, que mantiene su propósito de ordenar, terminar y presentar nuevas canciones en el 2017.

Con la ayuda de Annalisa Corti, esposa desde 1966 y mánager desde un año más tarde. Una figura «fundamental», dice, de mención necesaria en todo repaso biográfico de Raimon. «Tiene la cabeza clara y una capacidad de orden que yo no tengo. ¡El año que viene cumpliremos 50 años!», suspira. Un aniversario tan o más admirable.