Andrea di Stefano: «Escobar era un psicópata y a la vez un padrazo»

El director de fotografía de 'La vida de Pi' debuta como director con 'Escobar: paraíso perdido'

El director Andrea di Stefano.

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NANDO SALVÀ

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Se le conoce principalmente por su trabajo frente a la cámara, en películas como 'Antes que anochezca' (2000) o 'La vida de Pi' (2012). En su debut como director no ha ido a lo fácil. En 'Escobar: paraíso perdido', recién estrenada en España, el técnico italiano se acerca a la figura del narcotraficante más famoso de todos los tiempos.

-La idea de hacer una película sobre Pablo Escobar ha circulado por los despachos de Hollywood durante años. ¿Por qué cree que es una figura dramáticamente tan atractiva?

-La mayoría de los criminales que se convierten en figuras mitológicas tienen algo en común: logran que popularmente se les considere símbolos de rebelión contra el sistema, incluso como defensores o garantes de los pobres y los marginados. Así se explica la fascinación generada historicamente por Barrabás, Al Capone o Robin Hood. Escobar fue como ellos.

-Porque el caso es que Escobar sí hizo cosas por la gente necesitada, ¿no es así?

-Sí, mandó construir casas y hospitales y ayudó a la gente, pero al mismo tiempo causó el dolor, el sufrimiento y la muerte de muchas personas y, como consecuencia, hundió su país. Era un asesino psicópata y a la vez un padre de familia ejemplar. No sé, es una personalidad complejísima, y por esa dualidad fue todo un reto retratarlo. En Colombia algunos todavía lo veneran, pero la percepción que el pueblo tiene hoy de él es muy distinta de la que tenían cuando murió. Creo que la historia lo juzgará, y lo condenará.

-¿Cómo se explica que llegara a alcanzar tanto poder?

 

-Gozó de cierta impunidad en buena medida porque, durante mucho tiempo, en Colombia la cocaína no era considerada algo especialmente malo. El tráfico de marihuana era mucho más grave a efectos legales. La cocaína era considerada una medicina. La gente masticaba hojas de coca contra el resfriado. Recuerdo leer una entrevista en la que una hermana de Escobar lo defendía diciendo que se limitaba a exportar un producto nacional.

-Su película habla de Pablo Escobar, pero en realidad él no ocupa el centro de la historia. Es extraño.

 

-No quise hacer un biopic al uso, sino más bien entrar en la mente de Escobar a través de la historia de alguien que tuvo que enfrentarse a su locura. Mi película es la historia de un alma inocente que cree haber encontrado el paraíso y, en lugar de eso, se hunde en el infierno. Tiene la estructura clásica de una tragedia griega, y el antagonista de esta tragedia griega es ese semidiós llamado Pablo Escobar. Además, ponerlo en los márgenes de la narración principal me libera de tener la responsabilidad moral de juzgarlo.

-La película apenas muestra violencia explícita. ¿Por qué?

 

-No quise mostrar cadáveres ni torturas. Prefiero los conflictos psicológicos, me parecen mucho más cinematográficos. ¿Para qué necesitas llenar de sangre la pantalla cuando puedes mostrar cómo Escobar ordenaba asesinatos por teléfono mientras jugaba a las muñecas con su hija? Nada tan efectivo como esa imagen para mostrar la profundidad de su locura.

-En ese sentido, es esencial contar con el actor adecuado. ¿Pensó en Benicio del Toro desde el principio?

-Sí. Recuerdo que, antes de escribir el guion, vi un vídeo que me afectó muchísimo. En él se ve a Escobar en un estadio de fútbol, contemplando al árbitro corrupto que acaba de hacer perder a su equipo. Esa mirada deja claro que el árbitro tiene los días contados. Ningún actor tiene una mirada tan amenazante como Benicio. En cuanto me mira a los ojos, tiemblo de miedo.