Amos Gitai: "El conflicto palestino-israelí está lleno de prejuicios"

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Marta Garde

Treinta y cinco años después de "Field Diary", el cineasta israelí Amos Gitai ha vuelto a Cisjordania con un documental que da una nueva lectura sobre el conflicto político y religioso en su país, que ve "lleno de prejuicios".

"Cada parte se está atrincherando en su postura (...) y nuestro rol como cineastas es hacer preguntas y facilitar el diálogo", explicó el realizador a la prensa tras haber presentado en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes "West of the Jordan River (Field Diary Revisited)".

Su encuentro en persona con políticos y activistas de organizaciones de Derechos Humanos como B'Tselem, Breaking the Silence o el Foro de familias víctimas de la violencia acerca a las posiciones de uno y otro bando y pone cara y voz a sus protagonistas.

"Cuando me lo propusieron, dije que si querían que todos los palestinos fueran terroristas y todos los israelíes repugnantes no me necesitaban. (...) El cine siempre ha sido para mí un buen pretexto para descubrir cosas", cuenta a un grupo reducido de medios, incluido Efe.

El cineasta (Haifa, 1950) firma un documental que pretende "ir más allá del conflicto" y concienciar a la ciudadanía de que "no es suficiente con sentarte en tu salón y quejarte del Gobierno. Hay que asumir una responsabilidad individual", añade un autor que utiliza su cámara como arma.

"No creo que pueda frenar la corriente con un solo filme, pero hay que empezar por alguna parte", dice sobre una película que homenajea a todos esos héroes anónimos que luchan por encontrar una salida.

Gitai, que recuerda que como arquitecto de formación aprecia a quienes se esfuerzan por tender puentes y no por quemarlos, evita voluntariamente ofrecer conclusiones.

"Los buenos documentales no son del estilo de Michael Moore, que manipulan para que adoptes su punto de vista. Puedo estar de acuerdo con sus ideas, pero no con ese tipo de cine. Tienes que guardar las contradicciones y confiar en el espectador para que sea un intérprete y no un consumidor", sostiene.

Esa misma reserva mantiene a la hora de dar su opinión: "Soy lo suficientemente conocido como para que mi propia ministra de Cultura (Miri Regev) quisiera venir aquí con un vestido que fue una provocación, con la ciudad vieja de Jerusalén (estampada en la falda), para mostrar que pertenece a Israel", señala sobre esa controvertida aparición en la alfombra roja.

Los políticos, lamenta, "cada vez son más narcisistas". "Tenemos una gran colección de líderes autoritarios, en muchos países, de Turquía a Rusia, China y EEUU. (...) Debemos hablarnos los unos a los otros, no obedecer su estupidez".

El autor de cintas como "Kippur" (2000), "Kedma" (2002) o "Free Zone" (2005), presentadas en Cannes en competición en ediciones anteriores del certamen, critica de su gobierno que esté "haciendo mucho daño" y "vaya a destruir el tejido de la sociedad" en la que él quiere vivir.

Pero, como ha afirmado en otras ocasiones, dice ser optimista: "No podemos permitirnos ser pesimistas. (...) A pesar de que la situación sea muy mala, hay grupos de gente muy impresionantes que te dan esperanza, aunque sean una minoría".

Esa minoría, en algunos casos "muy amenazada" por las autoridades, es la que predomina en esta última cinta, que ha realizado fiel a su creencia de que el cine debe servir como impulso para que la gente actúe.