El amor de Bogart

La intérprete reinó en los platós a la sombra de su esposo

Arriba. Una imagen de la película 'Tener y no tener', que reunió a la pareja.  Debajo, la familia Bogart con sus dos hijos, a mediados de los años 50.

Arriba. Una imagen de la película 'Tener y no tener', que reunió a la pareja. Debajo, la familia Bogart con sus dos hijos, a mediados de los años 50.

ELENA HEVIA / Barcelona

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Llegó, lució y venció. Con tan solo 19 años, Lauren Bacall, irradiando sensualidad de mujer de vuelta de todo, se instaló en la memoria cinéfila nada más aparecer en pantalla a golpe de mirada intensa e intencionada. Y con un lema guerrero: «Si me necesitas, silba». Dicho con esa voz de trombón que un crítico de Hollywood no dudó en calificar como la «más perfecta y sensual llamada de la selva». Fue en Tener y no tener, cumbre del cine negro, donde la joven diosa, nuevo invento de Hollywood modelo 1944, se midió con una de las grandes estrellas del momento, Humphrey Bogart. Un galán que le llevaba 25 años.

Todo fue estudiado para la ocasión por Howard Hawks, el realizador de la película, quien modeló a su actriz como se construye una fantasía erótica: la sofisticación de su rostro de modelo descubierto en una portada de Harper's Bazaar; el asunto de la voz -Bacall la tenía grave pero Hawks le enseñó a hacerla aún más profunda-; la felina desenvoltura en la guerra de sexos -de creerla, ella todavía era virgen-, y el cambio de su nombre, Betty, al más sofisticado Lauren. Lo único que el director no pudo controlar es que la bomba que él había a activado iba a estallar en el rodaje. Bogart y Bacall se enamoraron, dotaron a la película de una especial electricidad, construyeron una de las parejas más glamurosas e icónicas del momento, equiparable a lo que hoy significan Angelina Jolie y Brad Pitt.

Bogart llevaba tres matrimonios a su espalda y desde luego el que tenía entre manos cuando conoció a Bacall no era ni el mejor ni el más feliz. A Mayo Methot, como a las anteriores, también la había conocido en un rodaje, pero en aquel momento su tercera esposa era un mujer frustrada en su profesión, alcoholizada y con celos explosivos que llegó a agredir a su marido con un cuchillo y persiguió a Bacall al grito de «puta judía». En honor a la verdad, Bogart fue también un portentoso bebedor, aunque en su descargo, siempre mantenía un elegante control de sus borracheras.

Todo un año duró la crisis matrimonial de Bogart, que pese a su enamoramiento intentó reconducir su matrimonio sin éxito. Él reconoció en Bacall una «sorprendente madurez» y para ella, entre otras muchas cosas, fue el padre que no había tenido porque el suyo desapareció un mal día cuando ella era niña.  «Baby, el mundo es demasiado grande y no me gusta sin ti», le telegrafió para enamorarla y lograr el definitivo sí.

Finalmente, se casaron en el rancho de Louis Bromfield, autor de Vinieron las lluvias y uno de los muchos amigos ilustrados del actor. Hawks intentó no desperdiciar el voltaje erótico de la pareja con otro hit del cine negro, El sueño eterno, en el que nadie cruza las piernas ni apura un cigarrillo como ella.

En la vida real, una jovencita Bacall, que apenas había vivido, se adaptó disciplinadamente al mundo social de su maduro esposo con ese estilo, que hoy llamaríamos Mad Men, en el que las amas de casa esperan al marido perfectamente maquilladas y con la bebida en la mano. El resultado fueron dos hijos. La única nota atípica en la convencionalidad del matrimonio fue cuando en 1947 encabezaron una famosa protesta en Washington contra el Comité de Actividades Antiamericanas, junto a Danny Kaye, John Garfield, Gene Kelly y John Huston. Años más tarde la pareja se arrepintió del gesto aunque ella reconoció que había «cosas que en aquel momento no le gustaban en Hollywood» y se enorgullecía de haber sido valiente.

A la muerte de Bogart, tras 12 años de felicidad -es impresionante el relato de  su decadencia en sus memorias-, el reto fue sobrevivir, a los 32 años, también profesionalmente. Lo logró, tuvo un publicitado romance con Sinatra, un matrimonio de ocho años  con Jason Robards, quizá el actor más semejante a Bogart que pudiera encontrarse aunque ella nunca aceptó el parecido.

En una entrevista, Bacall se quejaba de que en sus necrológicas su nombre iba a quedar siempre ligado al de Bogart. Así sea. Por separado valían mucho, pero juntos crearon un fuego irrepetible y legendario.