Pedro Almodóvar: "Me he aislado más de lo que debería"

Pedro Almodóvar «Me he aislado más de lo  que debería»_MEDIA_1

Pedro Almodóvar «Me he aislado más de lo que debería»_MEDIA_1

OLGA PEREDA / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Julieta es la película número 20 de Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949). La menos barroca. La más seca. Un dramón sin lágrimas que se estrena el próximo viernes y que está protagonizado por Adriana Ugarte y Emma Suárez. Ambas actrices interpretan a la misma mujer, una persona que fue luminosa en su juventud (los años 80) y que, por un drama familiar, se convierte en un ser atormentado. Julieta habla de la culpa, de la familia, del amor incondicional de madre y de los malditos silencios que rompen relaciones que pensábamos inquebrantables. Es mejor no saber mucho más acerca de la trama de un absorbente filme sobre madres e hijas en el que Almodóvar vuelve a ser Almodóvar.

-Rodó la película tras una complicada operación de espalda. ¿Cómo se encuentra de salud? Bien, bien. Y eso que el posoperatorio fue muy largo. Ojalá hubiera hecho antes lo que estoy haciendo ahora: una dieta severa y real. Físicamente me siento mucho mejor.

-Afirma que cada vez se pasa más horas encerrado en su casa. Sí, es verdad.

-¿Por qué? ¿No le gusta el país en el que vive? Me habría podido ir del país y de la ciudad [Madrid], porque nadie me retiene aquí. Pero no, no es por eso. Creo que es una cuestión de edad, de costumbres. La vida que hago ahora es lo opuesto a la que hacía en los 80 y los 90. Es cierto que estoy muy aislado. Necesito descansar más. Tengo menos tiempo para todo y lo que he elegido es, básicamente, escribir y pensar en las próximas películas. Quizá me he aislado más de lo que debería. Pero llega un momento en el que te acostumbras a ello. Con lo de la espalda no estoy cómodo en ningún asiento. No oigo de un oído. Socialmente soy un desastre. No bebo. Tampoco fumo. Es más, me molesta el humo. Soy antisocial.

-Julieta es sobria, contenida, nada barroca. ¿El tono tiene que ver con su estado de ánimo? No analizo ninguno de mis trabajos. Seguro que hay razones personales en los guiones, pero una vez que la he elegido la propia película se me manifiesta y demanda cosas muy concretas, como el tono adecuado. Desde el principio, tenía claro que debía ser una historia muy seca porque la trama es muy dura. No quiero que la gente salga del cine como si le hubieran clavado un cuchillo, pero no hay que adornar el drama. El dolor de la protagonista es muy palpable. No hay retórica. Tampoco sonrisas. A veces metía algo de humor y lo tenía que quitar.

-El guion está basado en tres relatos de Alice Munro, escritora canadiense galardonada con el Nobel a la que usted adora. Sí, compré los derechos hace 10 años. Pero según fui desarrollando la historia me aparté del texto original. Especialmente, cuando decidí rodar en España y no en Canadá, como pensé en un principio. Julieta habla de la familia. Y ahí Canadá no tiene nada que ver con España. La estructura familiar es casi opuesta. Aquí, uno nunca rompe con sus padres, ni con sus abuelos ni sus tíos. Aunque hay casos, claro. Me inspiran mucho los problemas en torno a las relaciones familiares. No sé por qué me atraen. Yo me llevo muy bien con mi familia.

-¿Recuerda el día exacto en que se fue de casa? Sí, perfectamente. En mi generación había que independizarse. Romper el cordón y vivir tu vida era parte de tu formación. Mis padres nacieron en el siglo XX, pero su generación era la del XIX. Estaban educados en el miedo a no tener trabajo y no poder comer. Al fin y al cabo, yo soy un niño de posguerra. Mis padres me habían buscado un empleo en un banco en el pueblo. Pero ese era el último destino que yo quería para mí. Fue la única vez que discutí con ellos. Les dije que me iba, que jamás viviría en un pueblo. Entonces mi padre me dijo: «Eres menor de edad, te tendré que mandar a la Guardia Civil». «Pues mándamela», le contesté.

-Vaya. Me vine a Madrid en contra de su voluntad. Pero nos llamábamos por teléfono. No habría soportado separarme de mis padres de un modo definitivo. Ahora los cuatro hermanos nos vemos todas las semanas. Tenemos muy arraigado el sentido familiar. Pero, en aquel entonces, tenía claro que mi propia vida era lo más importante de todo. Para mí, Madrid era sinónimo de libertad. Iba al cine y al teatro, y también a la filmoteca, todos los días. Esa fue mi única escuela. Eso y la cámara Super 8 que me compré.

-Afirma que no podía haber hecho Julieta hace 20 años. ¿Qué es lo bueno y lo malo de haber cumplido 66? Lo bueno es que estás vivo. Y lo malo, muchas cosas. Soy consciente del deterioro físico. No es que sea un nostálgico, pero cuando pienso en los años 80 pienso en mi juventud. España era un país más libre que ahora. Me siento afortunado por haber sido joven en esa época. Hay gente que prefiere tener 60 años. Yo no sé si he aprendido algo a lo largo del tiempo. Bueno, he aprendido a saber dónde poner la cámara.

-Uno de los mensajes de Los amantes pasajeros, su anterior película, era que teníamos que hacer más el amor. ¿Cuál puede ser el mensaje de Julieta¿Que hablemos más? Creo que debemos hablar más, sí. Yo debería hablar más. Soy locuaz, pero en la intimidad soy una persona hermética. Y eso no me gusta. No soy un fundamentalista de la verdad ni la sinceridad. Eso que tanto se dice de ir con la verdad por delante me parece una ordinariez. Nadie te pide que digas lo que piensas en cada instante. Qué coño me importa si te gusta mi chaqueta o mi pelo. Eso es griterío, no sinceridad, que es algo mucho más serio y profundo. Cuando uno ve en el horizonte problemas, debería enfrentarse a ellos cuanto antes. Los hombres tenemos muchas más dificultades para abordar las conflictos que las mujeres.

-Para terminar. Guarda muchos guiones en su cajón. ¿Tiene en mente hacer algún día una película radicalmente distinta? Una vez tuve entre manos un wéstern, en inglés y ubicado en la fiebre del oro. Pero no encontré el escritor. En realidad, creo que los géneros te eligen a ti. Las películas de romanos no me han elegido. Ni las de los espías. Y mira que me encantan.