Algunas claves del éxito en Sant Jordi

La habilidad de María Dueñas para escribir una novela cercana a la primera la ha encumbrado

ÓSCAR LÓPEZ

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Con la diada de Sant Jordi pasa como con las elecciones, que nadie pierde. Lució el sol, se facturó más de lo previsto, autores extranjeros como Ken Follett, John Banville James Ellroy le dieron un mayor empuje mediático a la velada, y todos los escritores, vendieran o no, se mostraron entusiasmados. A saber lo que dirían en la intimidad. Porque lo que no cambia es que por cada escritor que se tira horas firmando hay cuatro que se tiran al antidepresivo para soportar la ausencia de lectores con su libro en la mano. Aunque ahora lo que toca es el momento demoscópico:

Hay que decirlo bien alto. Una parte de la prensa especializada auguraba que La Templanza de María Dueñas no sería un gran éxito, dado que con su segunda novela bajó el nivel de ventas. Sin embargo, la habilidad de la autora para pergeñar una novela más cercana al espíritu de El tiempo entre costuras que a Misión olvido, y que apunta maneras para serie televisiva, la ha recolocado en la cumbre. Aunque si Pérez-Reverte hubiera tenido a bien acercarse para echarse unas firmas a lo mejor le hubiera disputado el primer puesto. También David Trueba confirmó lo que ya se intuía, que Blitz había surgido como un rayo y era para quedarse. Porque Trueba gana en las distancias cortas, y sus fans no solo quieren sus libros, lo quieren a él. Como adoran al gran Francisco Ibáñez, que a sus 79 años consigue lo que nadie: congregar a varias generaciones de lectores, incluso a hijos que van acompañados de sus padres y abuelos. Sin embargo, el que siempre tiene garantizada su presencia con cada nuevo libro, y a diferencia de los anteriores, en las dos lenguas, es Albert Espinosa. Toca como nadie la fibra de los más jóvenes y de buena parte de los adultos, con lo que para algunos son pequeñas dosis de buenismo y autoayuda, y para otros, lecciones de vida que hay que preservar. A falta del omnipresente Jonas Jonasson, este año los autores del país se merendaron el pastel en catalán. Xavier Bosch, el nuevo rey de los premios, sigue en racha. Lo hizo en el pasado con el Sant Jordi y ahora con el Ramon Llull. No le fue tan bien al ganador de este año, Joan Carreras, aunque permanece dentro del top ten. Mejor estuvo Sílvia Soler, que ha logrado el estatus de autora de éxito con sus historias generacionales. Y como no pueden faltar las sorpresas, se confirmaron las de Milena Busquets Guillem Martí.

Ensayos sesudos

En el territorio de no ficción, encontramos más cuestiones a considerar. Se observa que los ensayos sesudos tipo Naomi Klein Paul Preston interesan, pero menos que los gastronómicos. Aunque con un matiz: los libros de cocina en catalán no molan salvo que pertenezcan a programas de TV-3. No ocurre lo mismo en castellano, donde los libros vinculados de alguna manera con Masterchef están en lo más alto para alegría de Jordi Cruz, que entre espot y espot encuentra tiempo para prepararlos. También se mantiene el efecto remember del que siguen sacando tajada Javier Ikaz Jorge Díaz con sus historias de EGB. Y no hay que olvidar el potencial comercial de todo lo que circula por internet. Ahí está De lo mejor lo peor de Auronplay y El libro Troll del YouTuber El Rubius, que arrasa en las listas juveniles con este cómic interactivo. Por cierto que es en la no ficción donde aún hallan acomodo los autores considerados mediáticos, pero de nivel, como Risto Mejide, Berto Romero o El Gran Wyoming. Sin embargo no ocurre igual en catalán: los intereses siguen estando en la política, la crisis económica o la Historia. Confirmado queda con los libros de Xavier Sala i Martín, Marta Rojals, Noah Yuval, Oriol Junqueras y Josep Fontana.

Así pues, todo apunta a que en los últimos años se mantiene una cierta estabilidad en las preferencias de los lectores con los lógicos cambios. Aunque algo sí es diferente. Los flases les delatan, pero en relación a lo vivido, se ha reducido el número de escritores mediáticos por metro cuadrado. Ojalá que ya hayan pasado los tiempos de ver firmar a médiums, folclóricas o presentadores de televisión, aunque sin su negro al lado.