Un aire a Rohmer

Jonás Trueba, el hijo de Fernando Trueba, presenta en el Festival de Málaga el filme de autor 'Los exiliados románticos'

Jonás Trueba.

Jonás Trueba.

B. M. / MÁLAGA

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El Festival de Málaga cerraba ayer la competición oficial con Los exiliados románticos(Madrid, 1981), una deliciosa road movie marcada por el sello de autor de su responsable, que nos embarca en un viaje entre tres amigos, de ruta veraniega por diferentes ciudades francesas en las que cada uno de ellos se reencontrará con alguien especial que ha formado parte de sus vidas.

«Esta película me ha pillado por sorpresa. Estaba preparando otro trabajo y me encontré con esta idea por el camino, y casi de forma impulsiva decidí rodarla», cuenta el realizador. Y en cierta manera, este carácter casi improvisado le ha aportado a su cine un aire de frescura, de libertad creativa que la convierte en una obra que nos descubre a un director luminoso, que sigue utilizando las herramientas cinematográficas desde un punto de vista muy intelectual pero que por fin a través de ellas consigue contar una historia cercana y vital, que fluye de manera armoniosa y ligera sin adaptarse a un modelo constreñido y opaco como sí podía ocurrir en su anterior trabajo, Los ilusos.

De nuevo el director parece retrotraerse al pasado para adaptarse a las inquietudes del presente. Y, en ese sentido, es inevitable pensar en el cine de Eric Rohmer al ver a los personajes paseando y hablando de sus diatribas sentimentales por los parques. «Me lo habéis dicho todos los periodistas, pero no creas que estaba en mi cabeza cuando lo rodé. Rohmer se ha adueñado de ese universo específico, pero un pardillo como yo no se puede comparar con él. Además, él era mucho más sofisticado, con esos diálogos tan trabajados. Los míos son absolutamente opuestos, ni siquiera sé si sabría hacerlos. Creo que la referencia tiene que ver sobre todo con una cuestión sensorial».

El director vuelve a utilizar multitud de referencias literarias y musicales a la hora de construir la ficción. La película comienza con una cita y durante el desarrollo de la trama se insertan varias actuaciones. «Es una de mis mayores búsquedas personales. Sé que se me puede acusar de pedante, pero me gusta integrar esos elementos de manera orgánica en lo que quiero contar. Para mí es como una sesión de espiritismo y de cómo entiendo el cine, como una forma de convocar referentes».

En ese sentido, el relato de Natalia Ginzburg Las pequeñas virtudes, se convierte en uno de los ejes vertebradores de algunas conversaciones de los personajes cuando intentan expresar cómo del amor nacen las diferencias. «Es una escritora que me ha acompañado siempre. Es cálida y humilde, y yo aspiro a contar mis historias con esa misma sencillez».

Generación soñadora

Los exiliados románticos nos acerca a las diatribas sentimentales de una serie de personajes que se erigen en representantes de una generación desorientada y soñadoraLos exiliados románticos . Que se de alguna forma tiene que exiliarse, salir de su caparazón, no por ninguna cuestión política o económica, sino para ir en busca del amor. Seres ilusorios, también algo ilusos, que tienen miedo a enfrentarse a los retos que les impone la realidad, y que realizan ese viaje exterior e interior para avanzar y crecer. Es una obra pequeña que funciona como un esbozo de minúsculas miserias y tragedias personales, y lo hace de forma muy cercana, por lo que resulta extremadamente sencillo conectar con ella, porque, al fin y al cabo, habla de las inseguridades que todos llevamos en nuestro interior. Jonás Trueba ha aportado a la competición el toque de autor que le faltaba al festival. «Me apetecía romper las expectativas y concursar el Málaga, que parece que siempre se asocia a películas de carácter más comercial, y creo que hay que eliminar esa clase de prejuicios. No me cabe la menor duda de que era el mejor lugar para presentarla».