Agustí Fernández: "No renuncio a hacer melodías si son sinceras"

El pianista actúa en el Auditori del Conservatori del Liceu programado por el Voll-Damm Festival de Jazz

El pianista Agustí Fernández.

El pianista Agustí Fernández.

ROGER ROCA/ BARCELONA

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A lo largo de dos décadas, el pianista  Agustí Fernández (Palma de Mallorca, 1954) se ha hecho un lugar en la élite internacional de la música improvisada. Esta sábado, dentro del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona, en el Auditori del Conservatori del Liceu (20.00 horas), hace algo insólito: presenta un repertorio de composiciones propias a piano solo.

-Usted nunca presenta discos. Lo que hace es dar conciertos de música improvisada.

 

-Cierto. El laberint de la memòria fue el primero que me hacían en mi vida. Un productor me pidió un disco basado en composiciones de piano clásico del siglo XX. Me habló de Albéniz, Falla, Mompou, Montsalvatge... Me quedé un poco de piedra. Conocía esa música, pero mi lenguaje no es ese. No sabía qué hacer con ella. Yo soy improvisador.

 

-¿Cómo lo resolvió?

 

-En esas piezas fui encontrando cosas familiares. Un acorde que me sonaba, una modulación armónica. Y lo fui relacionando con mi infancia en Mallorca. De pequeño iba a un lugar llamado Casa Oliver a aprender danzas folclóricas, que tienen parecidos con la música de Granados. También me acordé de las canciones de trabajo que oía cantar cuando paseaba con mi abuelo por el campo en Binissalem. Más que componer, fui tirando de un hilo que emocionalmente me llamaba.

-Y le tomó tres años hacerlo.

 

-Sí. En ese tiempo murieron mi padre y mi madre y entre ese descalabro emocional y que tenía muchos conciertos... Veo que me cuesta más componer que improvisar.

-Le salió un disco de canciones.

 

-Es verdad, tienen melodía y se pueden cantar. Mis amigos, en broma, me dicen que al fin toco el piano como dios manda. Como improvisador estoy en un lugar privilegiado porque toco con los mejores del mundo y me consideran uno de ellos. Eso no significa que renuncie a hacer melodías. Y estas son sinceras.

-Además de tocar con músicos extranjeros está cada vez más vinculado a músicos locales, algunos antiguos alumnos suyos.

 

-Aprendí mucho de la generación de improvisadores anterior a la mía: Peter Kowlad, Derek Bailey, Evan Parker... Algunos ya no están. Fueron todos ellos muy generosos conmigo. Y ahora me toca a mí ser generoso con los que vienen detrás, transmitir esa experiencia tocando con ellos. En la música, con suerte, eres una cuenta más de una especie de un collar de perlas que viene de muy atrás y seguirá adelante.

-La música improvisada, a pesar de ser de minorías ¿tiene una significación social?

 

-Yo creo que sí. Es una red con practicantes en todo el mundo. Creo que tiene el valor de conectar a los músicos. Pocos viven de ello, pero la práctica existe y está muy viva.

-¿Contamina a otras músicas?

 

-He dado cursos por todo el país a músicos que venían del rock, el jazz y la clásica. Las herramientas de la improvisación son muy beneficiosas para todos. No estoy nada preocupado por su futuro. No significa que en unos años la gente haga lo que hacemos ahora, pero ya está bien así. La música va cambiando.