crítica

'Agosto', al servicio del texto e intérpretes

QUIM CASAS

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A pesar de unas cuantas escapadas por carretera y de la filmación de paisajes áridos y polvorientos de Oklahoma, Agosto es un filme que no renuncia ni disimula en ningún momento su origen teatral. Un grupo de personajes pertenecientes a una misma y fracturada familia, un espacio casi inalterable (la casa de los padres en la que se reúnen todos después de la desaparición del patriarca) y un tiempo limitado a ese espacio temporal que se sabe tan corto como suspendido de un hilo, ya que lo que hace el reencuentro es reabrir viejas heridas sin cicatrizar y avivar los conflictos nunca superados.

Como casi siempre también, una película de tan honda expresión teatral acostumbra a estar servida por grandes, reconocidos o conocidos actores. Por ahí, la película de John Wells se ganará al espectador aunque este tenga la sensación de estar asistiendo a una pieza de teatro filmado. Y más cuando la obra de Tracy Letts (quien como dramaturgo no se parece en nada a sus escarceos de actor: es el antipático senador que llega a director de la CIA en la tercera temporada de Homeland) se ha representado en escenarios barceloneses y madrileños en los últimos años.

Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Dermolt Mulroney y Chris Cooper, entre otros, dan barniz a unos sólidos personajes y solo Streep, en su papel de enferma de cáncer adicta a las pastillas, se pasa un poco como la incontenible Violet Weston. Filme pues de intérpretes, de construcción sólida (aunque su temática no resulte demasiado original) y puesta en escena exclusivamente al servicio de estas dos ideas, el texto de Letts y quien lo vive y lo recita.