GALARDÓN DE CINE

El incalculable peso de un Oscar

El festival de Locarno entrega un premio honorífico a Adrien Brody, el actor más joven en llevarse la estatuilla de Hollywood

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Nando Salvà / Locarno

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Es posible que Adrien Brody interpretara el papel de su vida demasiado pronto. Su trabajo en 'El pianista'  (2002) lo convirtió, con solo 29 años, en el intérprete más joven jamás premiado con el Oscar al mejor actor protagonista; en otras palabras, situó el listón demasiado arriba: nada de lo que ha hecho en los siguientes 15 años ha estado a la altura. "La gente tiende a pensar que todos los actores tenemos montones de ofertas suculentas a diario y que vivimos una vida llena de lujos, pero de esos hay solo tres o cuatro", cuenta el actor desde el festival de Locarno, que acaba de entregarle un premio honorífico. "Incluso quienes nos ganamos holgadamente la vida con esta profesión tenemos un miedo constante a que cada nueva película sea la última".

El último éxito de Brody, por cierto, no es cinematográfico: recientemente rodó un espot televisivo para conmemorar el 60º aniversario del lanzamiento del Fiat 500 que ha arrasado en Youtube. Que antes de eso lleváramos un tiempo considerable sin saber de él tiene una explicación. "Durante dos años abandoné literalmente mi carrera en el cine para formarme como pintor", explica. "La pintura me proporciona un lenguaje nuevo para expresar mi visión del mundo", subraya.

“La gente tiende a pensar que todos los actores tenemos montones de ofertas suculentas a diario y que vivimos una vida llena de lujos, pero de esos hay solo tres o cuatro”

Adrien Brody

En busca de la verdad

Ya sea frente al lienzo o frente la cámara, asegura, el objetivo esencial es la búsqueda de la verdad. "Por eso prefiero definirme más como artista que como actor. Porque actuar implica fingir. Pero yo no me pongo frente a la cámara y finjo tener frío, sino que me revuelco en la nieve antes de rodar la escena; y si tengo que cojear en pantalla, me pongo piedras en el zapato. No hay mentira en lo que hago". Los riesgos de tal implicación laboral es algo que Brody descubrió con 'La delgada línea roja' (1998), la elegía bélica que rodó a las órdenes de Terence Malick. "Para preparar mi personaje recibí entrenamiento militar en la jungla, incluso fui torturado. Iba a ser el protagonista de la película pero luego Malick cortó mi papel drásticamente. Al ver que todo ese compromiso no había servido para nada, me sentí insignificante", recuerda.

Aquella experiencia podría fácilmente haber acabado con su carrera, pero en lugar de eso le proporcionó la fortaleza necesaria para encarnar a Wladyslaw Szpilman, el artista traumatizado por la segunda guerra mundial y el Holocausto en 'El pianista' (2002). "Ese papel me hizo entender lo que es el sufrimiento humano y lo estúpidos que somos cuando nos preocupamos por nimiedades. Gracias a él me hice mayor".

 Tras ganar el Oscar, pareció decidido a llenar de obstáculos su tránsito por el estrellato. Aceptó un papel secundario en 'El bosque' (2004) y se camufló entre un exceso de efectos especiales en 'King Kong' (2005) ("es la primera película que quiero que mis nietos vean, y así pensarán que su abuelo era un héroe"). Se adentró en territorios desconocidos con 'Viaje a Darjeeling' (2007), primera de sus cuatro colaboraciones con el director Wes Anderson y uno de los trabajos de los que confiesa sentirse más orgulloso. "Tras 'El pianista', todo el mundo asumió que yo era un actor trágico e intenso, y eso me cerró muchas puertas. Wes me permitió ser gracioso y eso resultó muy liberador, porque dentro de mí hay un payaso".

“Tras 'El pianista', todo el mundo asumió que yo era un actor trágico e intenso, y eso me cerró muchas puertas. Wes me permitió ser gracioso y eso resultó muy liberador”

Adrien Brody

Pese a todo, satisfecho

Resulta difícil encontrar un denominador común a su carrera posterior; incluye ilustres cameos (dio vida a Salvador Dalí para Woody Allen en 'Midnight in Paris' (2011)), extrañas incursiones en la ciencia ficción ('Splice' (2009), 'Predators' (2010)) y demasiadas películas cuya audiencia global cabría en un vagón de metro ('El profesor' (2011), 'En tercera persona' (2013)). La escasez de buenos papeles, eso sí, es algo que asume con deportividad. "Me siento increíblemente satisfecho por todo lo que he logrado", aclara. "Soy un muchacho de familia humilde que ha tenido ocasión de codearse con monarcas, y eso es increíble".