Adiós a 'La llorona'

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Usando sus palabras, Chavela Vargas no murió ayer, sino que trascendió, como «chamana» que decía ser, tras varios días de paulatino apagón físico en el Hospital Inovamed de Cuernavaca (México), donde ingresó hace una semana. El mundo pierde a una voz que transmitió veracidad e intensidad; una intérprete rompedora, de trayectoria borrascosa, reanimada en su madurez.

Aunque apartada del régimen de giras que mantuvo activo hasta hace menos de un lustro, Isabel Vargas Lizano, de 93 años, se presentó al público a principios de julio, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde actuó junto a Miguel Poveda y Martirio, cantando y recitando poemas de Lorca. Dos días después, expresó un «gran cansancio» y fue trasladada al hospital madrileño de La Princesa. De ahí voló de vuelta a México, donde una insuficiencia respiratoria, sumada a complicaciones cardiacas y renales, terminó con su vida.La Vargas (como la conocían en su país) no quiso, estos últimos días, contar con la ayuda de respiradores artificiales ni métodos invasivos. Nada de «maniobras de resurrección», como le advirtió a su médico.

La voz con mayor proyección de la canción mexicana moderna nació en San Joaquín de Flores (Costa Rica), en 1919, aunque se trasladó en su adolescencia al país azteca, donde desarrolló toda su carrera musical con respaldos estratégicos como el del icónico José Alfredo Jiménez. Chavela Vargas dio pronto una visión propia de géneros populares como la ranchera, el corrido y el bolero, asumiendo una actitud desgarrada y rompiendo roles sexuales: fumadora y bebedora, pionera en México en ponerse pantalones, aprendió sobre la marcha a vivir una homosexualidad de la que acabó hablando públicamente muchos años después.

Fue reconocida como «reina del corrido hablado» por su estilo interpretativo y sus parlamentos turbulentos, y su biografía incluye episodios agitados de vida bohemia con el matrimonio Diego Rivera-Frida Kahlo, en particular esta última, así como Agustín Lara y Juan Rulfo. Habló de todo ello en sus memoriasY si quieres saber de mi pasadoyDos vidas necesito: las verdades de Chavela.

No publicó su primer elepé hasta 1960, cuando vio la luzNoche bohemia, del que salióMacorina, con texto del asturiano Alfonso Camín. Luego llegaron sus aproximaciones a la composición popularLa llorona, así comoPiensa en mí (Lara) yVolver, volver (Fernando Z. Maldonado), y piezas de José Alfredo Jiménez comoQue te vaya bonito yEn el último trago.

RETIRADA Y OLVIDADA / A caballo de los años 60 y 70 consolidó su obra y, en paralelo, su personaje de mujer libre y descarada, aunque progresivamente ligada a la botella de tequila. En 1979 anunció su retiro y pasó los años 80 desaparecida de la escena, hasta el punto de que Mercedes Sosa dijo una vez, en un recital, «si alguien pasa por México, que ponga una rosa de mi parte en la tumba de Chavela Vargas». No estaba muerta, pero vegetaba alimentada con licores destilados. Más tarde bromearía afirmando que si se mantenía bien era porque había pasado buena parte de su vida conservada en alcohol.

En 1991 dejó atrás esta etapa inerte y regresó a los escenarios. Empezó ahí una segunda vida artística mucho más lucida mediática y comercialmente. Sabina la reivindicó enPor el bulevar de los sueños rotos(Las amarguras no son amargas/ cuando las canta Chavela Vargas) y Almodóvar recurrió a su voz enKika, La flor de mi secreto yCarne trémula.Saludada repentinamente como gran dama de la canción, paseó con su poncho y su voz reseca por recintos nobles como el Olympia de París y el Carnegie Hall neoyorquino. Y transcurrido ese ciclo, se acabó convirtiendo en una experta en anunciar retiros y no consumarlos. En 1998 pasó por el Palau en una gira promocionada con toda pompa como la última. Volvió varias veces, y su adiós a Barcelona se produjo en la misma sala en el 2006, dos años después de recibir la medalla de Isabel la Católica de manos de José María Aznar. Elevada distinción para esta descarriada «chamana».