RELATO. MI BANDA SONORA / 3

1977. Ramon Muntaner

Los años crean un canon de autores que no reflejan la diversidad que existió en un presente ya lejano. Junto a Lluís Llach y Raimon, de una centralidad indiscutible, había una constelación que se ha ido difuminando. Hoy reivindicamos a Ramon Muntaner, que sacó un disco por año de 1975 a 1979.

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VICENÇ PAGÈS

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Ayer me referí a la omnipresencia de la música negra en la banda sonora de la segunda mitad de los años 70. Hoy quiero reivindicar a uno de los cantantes que veneré entonces y que ahora, me temo, no tiene la presencia que le correspondería por su peso en la memoria colectiva o, por lo menos, en la mía. Me refiero a Ramon Muntaner, nacido en Cornellà de Llobregat en 1950, y que publicó un disco por año de 1975 a 1979.

Quizá lo que más me gustaba de Ramon Muntaner era que cantaba con la mezcla de rabia y esperanza que mi yo adolescente consideraba adecuada. Añadámosle que no era uno de esos cantautores que saben cuatro acordes de guitarra, sino que sus canciones eran complejas con una cierta tendencia al crescendo. Muntaner tocaba con un grupo de músicos muy solventes, entre los cuales destacaba un virtuoso de la flauta travesera que inevitablemente recordaba a Jethro Tull, un percusionista que tendía al trueno apocalíptico y un guitarrista que a menudo evocaba a King Crimson. Respecto al cantante, en las portadas de los discos se presentaba en fotografías en blanco y negro de aire trágico, con una cabellera a medio camino de lo afro y Frank Zappa. Por todo eso Ramon Muntaner conectaba con los jóvenes de la época mucho más que otros cantantes de más edad o sencillamente más trasnochados.

La primera frase de Cançó de carrer (1975), del disco homónimo, iba directa al corazón: «Quan tingui cinquanta anys no vull ser como el pare». En contraposición a la grisura ambiental («Els meus germans petits, escoles de mals mestres») proponía una alternativa épica: «Potser només viuen de veres / els qui moren matant / al carrer o a la guerra». A continuación llegaba una utopía sentimental titulada El ball dels cent mil diumenges, versiones de Salvat-Papasseit (La meva amiga com un vaixell blanc) y el tema Salve, que registra una cierta insatisfacción propia de la edad lírica «Massa sang hi ha a les venes per donar-la sol i a l'aire») y acaba con unos versos que más tarde podrían haberse considerado delictivos: «Els pins volen terra lliure, el vents criden llibertat». Parte del contenido de las letras se me escapaba, pero en todo caso las entendíamos mucho más que las que escuchábamos en inglés. Mientras tanto, nos familiarizábamos con Sepharad, que aparecía en alguna versión de Espriu. El modelo de lengua era elevado, pero no parecía raro porque entonces asumíamos que las canciones eran poesía.

En 1976 llegó Presagi, un disco hecho íntegramente con letras de Miquel Martí i Pol. No sé si Ramon Muntaner escogió los mejores poemas, o si los versos de Martí i Pol mejoraban cuando él los musicaba; en todo caso este disco incluye las piezas de este poeta que más me gustan. Algunas versiones, como la de Ve de ponent, se aproximan al rock progresivo. En otras, como en Si fossis terra, Ramon Muntaner no canta sino que recita. He de reconocer que Acompliment es una de las escasas canciones que he conseguido aprenderme de memoria. Incluso cuando estaba en la universidad la consideraba una especie de himno personal: «Puc progressar si aprenc d'ajupir el cap, / puc cridar tant com vulgui amb els que criden, / puc tenir càrrecs públics i envellir, puc creure en Déu i repassar els diaris. Davant mateix de la porta de casa, peròcomença el món i a totes les cruïlles / hi ha gent que mor de fam o de tristesa».

En 1977 apareció Cròniques, un título que transforma en plural la obra de su homónimo del siglo XIII, que casualmente daba nombre al instituto en el que estudié. El disco se abre con una larguísima canción patriótica, Decapitacions XII, que narra la historia de Josep Moragas, guerrillero ejecutado por Felipe V, que incluye los crescendos más logrados de este autor, hasta llegar al estribillo que se repite en un eco difícil de olvidar: «I el seu cap sangonós exposat públicament dins una gàbia de ferro per escarment de patriotes». Proclama es la lectura de un texto lleno de imprecaciones provocado por la guerra del francés. El inicio es antológico («Llamp de déu reconsagrat») y la continuación no le va a la zaga («Que es foti Napoleon») y acaba con una versión jazzística de La MarsellesaAu, jovent exhorta a tomar las armas sin manías: «Esmolem de pressa l'eina / per quan toquin a ferir». En cambio Seré a ta cambra, amiga recupera un poema de Salvat-Papasseit y Escric el nom musica un poema de Paul Éluard dedicado a la libertad, una de las palabras que a lo largo de los años se han visto menos laminados por el fenómeno del kitsch. En definitiva, amor y guerra, ternura y violencia, la fórmula adolescente que se mantiene a lo largo de décadas de utopías y de protestas, solo que con la contemporaneidad que él proporcionaba mejor que cualquier otro cantante catalán.

Ramon Muntaner publicó Veus de lluna i celobert en 1978, sobre su infancia, y Balades i cançons en 1979, basado en poemas de Sagarra, y aún otros discos, pero nuestra relación se fue extinguiendo poco a poco, como la de aquellos amigos de infancia a los cuales pasados los años a duras penas saludamos. Con todo, sus canciones todavía hacen revivir las sensaciones que sentíamos entonces, cuando todo estaba por hacer y todo parecía posible.

Y MAÑANA:  4. 1978: AC / DC