100 años sin Henry James

Henry James

Henry James / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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“Vaya, por fin ha llegado. Esa cosa distinguida”, anunció  Henry James (Nueva York, 1843 -Londres 1916) en su lecho de muerte. Fue un instante de elegante lucidez jamesiana, la culminación de una agonía patética que días  atrás le había hecho delirar dictando cartas en nombre de Napoleón pidiendo a su hermano José que aceptase el trono de España. El próximo 28 de febrero se cumplirán 100 años de la tarde en la que desapareció aquel  “espectador de la vida”, como lo definió Javier Marías, uno de sus máximos (y hoy escasos) seguidores en la literatura en castellano.

Quizá no sean estos tiempos de velocidad y de internet los mejores para apreciar la sutileza y las complejidades psicológicas que, a poco que se preste atención, afloran en las novelas de James, desarrolladas en el cambio del siglo XIX al XX, con sus estrictas reglas sociales. El material  literario del autor es puro melodrama, su forma de presentarlo, ese estilo calculado y geométrico que hace las delicias de sus seguidores, poco convencional. Hoy, sorprendentemente y por fortuna, James sigue teniendo lectores y la prueba es la larga lista de novedades que han preparado las editoriales, con Alba en cabeza, para celebrar el aniversario. Además, Hollywood ha seguido manteniendo la llama de la popularidad del autor que tiene una ya larga filmografía, desde 'La heredera', aquel clásico que filmó William Wyler inspirado en ‘Washington Square’ hasta ‘¿Qué hacemos con Maisie?’, última revisitación ‘indie’; sin olvidar ‘¡Suspense!’, versión canónica de 'Otra vuelta de tuerca' y quizá la película que mejor ha sabido plasmar la ambigüedad de sus historias. 

Suele decirse que James, una de las montañas más altas de la literatura y por esa razón nada fácil de escalar, es un escritor para escritores. De ahí que tres autores que lo aman especialmente analicen su importancia  y promuevan el sacarlo de ese reducto. Se trata del irlandés Colm Tóibín, que le dedicó una novela biográfica modélica, ‘The Master’; el crítico y humorista británico David Lodge, que con las frustraciones de James compuso la excelente novela ‘Autor, autor’, y Luis Magrinyà, su editor en Alba y uno de los pocos escritores españoles que hoy asumen la influencia del autor de ‘El retrato de una dama’ y al que descubrió, paradójicamente, en una pirueta pop, cuando era un adolescente en una selección de relatos que promocionaba Pepsi Cola.

EL FAVOR DEL PÚBLICO

Lodge, que considera a James como el primer escritor en lengua inglesa realmente moderno,  recuerda lo mucho que éste luchó  por ser un novelista y posteriormente un dramaturgo popular y con éxito –como relata en ‘Autor, autor’- porque sus ingresos dependían de su trabajo. “Sus primeros trabajos fueron bien recibidos, sin embargo, a medida que su estilo se hizo más complejo, los lectores se fueron apartando de él. Hoy solo un grupo no muy grande de seguidores comparten su visión de la ficción como una alta forma del arte”.  Magrinyà no es excesivamente amante de lo que se consideran sus novelas difíciles (es decir ‘Los embajadores’, ‘La copa dorada’, ‘La fuente sagrada’, que según él “parece escrita por un loco”). “Que me perdonen los incondicionales pero que creo que con ellas James intentaba superarse a sí mismo, lo  que le honra, pero no sé si era necesario. En general, a mí la lectura de James no me parece difícil. No puede serlo con lo bien que trata al lector”.

Tampoco ayuda, claro está, que en el pasado el lector no contara con buenas  traducciones. “La fama de oscuro de James se ha exagerado mucho –asegura Magrinyà- y en buena parte se la debemos a sus traductores. No digo que traducir a James no sea difícil. A menudo lees en español párrafos completos en los que hay muchos su (traducción única de his, her, its, their) y no sabes de quién demonios se está hablando. Pero los buenos traductores encuentran buenas soluciones.  No hay oscuridad ni torpeza en el original”.

Tampoco hay que confundir el ‘atrezzo’ y la decoración victoriana de sus salones con esa equívoca etiqueta de retratista social que todavía hoy (¿culpa de Hollywood?) lleva arrastrando. Tóibín, que ha escrito buena parte de sus novelas, ‘Brooklyn’ incluida, bajo la larga sombra de James, explica la gran aportación del maestro a la literatura, ese punto de vista que no inventó, pero que llevó a su perfección. “Sus ficciones se centran en la conciencia humana que muestra el mundo y cuenta una historia a través de un punto de vista limitado de un personaje. Esa idea  abrió el camino a experimentos más radicales  como los de James Joyce o Virginia Woolf. Todos los autores contemporáneos son deudores de su obra, lo hayan leído o no”.

CARTAS REVELADORAS

Luego está el aspecto sexual. O mejor dicho, la insondable sexualidad en las novelas de este solterón impenitente que en su juventud tuvo un “oscuro” accidente que le dejó estéril (esterilidad que alguno ha traducido por impotencia). Hay que picar muy hondo en sus novelas para extraer apenas una mínima chispa de erotismo, de hecho su gran biógrafo Leon Edel pasa por el tema de puntillas como si no existiera. Tóibín, sin embargo, cree que es necesario volver a replantearse al autor a partir de la correspondencia a sus  jóvenes amigos descubierta en los años 90 y que la familia James se empeñó en no revelar durante años. “Los sobrinos quedaron muy impresionados cuando leyeron esas atrevidas cartas. Esa imagen no casaba con el bonachón de su tío y sencillamente se dedicaron a ocultarla. Creo que en cierta forma todos nosotros como lectores nos hemos comportado así con James, así que ya es tiempo de cambiar esos prejuicios”.

Y para empezar a hacer boca, Lodge recomienda la mejor novela para entrar en el universo James. “Sugeriría 'Daisy Miller'. Es un estudio muy agradable, a la vez divertido y conmovedor del choque de culturas entre los americanos y los ingleses. Y naturalmente, sus cuentos, que para los parámetros de hoy son bastante largos”.

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