Deferr: "Al salir del metro en Llucmajor me siento en casa"

El doble oro olímpico en salto de potro (Sidney 2000 y Atenas 2004) y plata en suelo en Pekín 2008 vuelve a recordar su infancia en la Guineueta

La comida  El asado argentino de cada semana«VENIR AQUÍ, TODOS LOS JUEVES A MEDIODÍA, ES COMO VIAJAR A BUENOS AIRES, Y DISFRUTAR DE LA CARNE CON LOS TÍOS Y PRIMOS QUE NO TUVE»

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CARME ESCALES / BARCELONA

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Brinco tras brinco. Esa es la mecánica de «un culo inquieto», lo que desde niño fue -según su padre- el gimnasta Gervasio Deferr. Así fue construyendo desde los 5 años su carrera deportiva. No debe haber un centímetro en la calle de Borgonya en el que las manos y los pies de Gervasio Deferr (Premià de Mar, 1980) no hayan impactado alguna vez para levantar sus piruetas en el aire.

Junto a la plaza Major de Nou Barris, donde su padre, José Luis -conocido en el barrio como Pepe Deferr- tiene todavía hoy un taller mecánico, los brincos de aquel niño entretenían, sorprendían y hacían muchísima gracia a sus compañeros de juego y a todo un vecindario que años después se convertiría en el público más fiel a las retransmisiones televisivas de pruebas olímpicas y mundiales de su vecino atleta. Soltura y agilidad demostradas tantas veces en el asfalto y la tierra de descampados del barrio de la Guineueta, se traducirían en dos medallas de oro olímpicas (Sidney 2000 y Atenas 2004) en la prueba de salto de potro. Y una plata en suelo en los Juegos Olímpicos de Pekín, en el 2008.

Un barrio, una familia

En sus primeros 20 años, Deferr pasaba casi todos sus ratos libres en Nou Barris. «Este es el lugar en el que más he jugado como niño», dice el atleta. «Porque cuando llegaba a Premià, después de mis clases, era tarde y estaba cansado. Pero las tardes que venía aquí, no paraba», explica. «Nos juntábamos hasta una quincena de amigos del barrio, seis o siete éramos fijos, y a dos de ellos todavía los veo», detalla Deferr. «Íbamos en bici, jugábamos a fútbol y nos subíamos a todos los árboles. Había un olivo enorme que para nosotros era el punto más lejano en el que podíamos jugar. Subíamos allí y desde el taller mi padre nos vigilaba», rememora quien a los 18 fue subcampeón del mundo en suelo.

«Sin menospreciar Premià, aquí en Nou Barris la gente me ha tratado siempre muy bien. Todavía ahora me bajo en la parada de metro de Llucmajor y al salir a la calle, siento que estoy en casa. Este es el sentimiento que me ha quedado de este barrio», afirma.

Pero las obligaciones profesionales como atleta de elite, fueron hipotecando cada vez más sus horas libres hasta prácticamente hace tres años cuando anunció su retirada de la competición. En febrero del 2011, Gervasio Deferr detuvo el cronómetro de su palmarés, el del mejor gimnasta de la historia del deporte español -según dejaron constancia todos los medios de comunicación tras el anuncio de su retirada-.

Desde entonces, Gervi -como es más conocido el atleta- es instructor de acrobacias en el Centre d'Alt Rendiment (CAR) de Sant Cugat. «Llevo a una quincena de deportistas de diferentes disciplinas como salto de pértiga, lucha libre y grecoromana, snow freestyle y trampolín», explica Deferr. «Les enseño a caer bien, a rodar en el aire, a controlar el cuerpo mientras están en el aire, boca abajo, a más de cinco metros del suelo», detalla el experto en piruetas aéreas.

«En realidad, a Gervi le apuntamos a clases de gimnasia para que aprendiera a caer», puntualiza su padre. «Porque él no tenía miedo de nada. Yo le decía salta, desde la distancia que fuera, y lo hacía. Su dominio de espacio, movimiento y suelo eran excelentes. Era un loco. Con dos o tres años cruzó la piscina de Premià. Realmente, era un culo inquieto», cuenta el argentino Pepe Deferr, padre del gimnasta.

Proyecto social en La Mina

Todos los jueves a mediodía, hay una mesa puesta frente al taller de Pepe. Hace 35 años que un asado argentino congrega a argentinos y amigos en el barrio de los Deferr. «Compramos la carne al Juan y a la Loli del mercado de Canyelles y nos reunimos aquí. Y como en gimnasia entrenamos de lunes a sábado, el jueves por la tarde tenemos libre. Y así puedo venir a compartir el asado», explica quien, de este modo, sigue en contacto con el distrito. «Todo esto se ha puesto superbonito, tal vez algo menos familiar, y demasiado urbanizado, pero para mí sigue siendo muy acogedor», dice.

«Quienes me vieron crecer aquí, cuando empecé a ganar medallas me siguieron tratando como siempre. Se alegraban de mis victorias sí, pero no se sorprendían, tenían mucha fe en mí. Me alegro de haber cumplido, es un peso que me quité de encima. Di lo máximo, aunque me quedara la espina de no haber sido nunca campeón del mundo en suelo, aunque sí lo fuera olímpico», expresa el gimnasta, impulsor de un proyecto social en el barrio de la Mina. Allí, en el Club de Gimnasia La Mina Gervasio Deferr, fundado por ocho exdeportistas, se dan clases de lucha y gimnasia a niños y jóvenes de entornos desfavorecidos.