Noticia publicada el 16 de febrero del 2003

Ese día tan esperado

Montse Maronda, una de las organizadoras de la protesta en BCN, se tomó el día con la tranquilidad del que ha cuidado hasta el último detalle

CONVOCATORIA

CONVOCATORIA / periodico

MAURICIO BERNAL / Barcelona

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Después de semanas y semanas de trabajo, Montse Maronda se había propuesto que el sábado dormiría mucho. Hasta la una de la tarde, si era posible. Pero no, no fue posible.

A las nueve y media de la mañana sonó el teléfono, pequeño detalle que se antoja lógico si se tiene en cuenta que Montse era una de las coordinadoras de la manifestación de ayer. "En principio todo está listo y todos sabemos qué tenemos que hacer, pero siempre hay alguno que te llama a última hora para preguntarte justamente eso, en dónde vamos a quedar".

Y como todo estaba listo y preparado, la de ayer fue una mañana hecha más para la expectativa que para las prisas. Expectativa mientras fregaba los platos, expectativa mientras tomaba el café, expectativa mientras se duchaba para salir a la calle. Salió a las doce, y un rato después estaba desayunando en el Casal de la Prosperitat, que es algo así como el centro del mundo asociativo de Nou Barris. Café con leche y donut. Expectativa. Varios miembros de la plataforma contra la guerra circulan por allí, y algunos se sientan con ella y hacen los comentarios de rigor. El optimismo es el rey. "Qué, pinta bien, no?"

Antes de salir, Montse le echa un vistazo al periódico, se indigna con lo indignante y se emociona cuando lee que habrá manifestaciones en 500 ciudades --" 500 ciudades!"-- de todo el mundo. De nuevo en la calle, recibe otra llamada. Que dónde quedamos, que las pancartas, que cuántos seremos. "Lo de hoy es distinto --dice--. Normalmente, antes de una mani estás un poco angustiado porque no sabes muy bien cuánta gente va a ir, si va a tener éxito o no. Hoy no. Hoy ya sabemos que va a ir mucha gente. No sabemos cuántos, pero seremos muchos".

Y vaya si ha estado en manis. Empezó en el movimiento antimilitarista cuando hacer la mili en España era todavía algo normal, protestó contra la primera guerra del Golfo y ahora se encuentra aquí. Y la lista no es exhaustiva, ni mucho menos.

A eso de la una y media, Montse entra en una copistería del barrio. En el fondo del bolso tiene la autorización de la Delegación de Gobierno y es su deber repartir copias, luego, entre los compañeros. "Siempre viene algún agente de la Guardia Urbana a pedir una copia de la autorización, y es tan sencillo como que si no la tienes, no puedes manifestarte". Saca tres copias. Cuando el dueño de la copistería se entera del noble propósito al que está sirviendo, se emociona. Claro que se emociona. Y quedan en el aire trozos de emoción del tipo: "Estoy con vosotros", "allí estaré", e "igual nos encontramos". Luego se lo piensa y dice: "No, igual no nos vemos, si es que va a haber mucha gente, no?"

El último trecho

Almuerzo en casa. Un almuerzo rápido: cerveza y bocadillo de jamón. Antes de salir, un vistazo rápido a las noticias. "Quiero ver cómo fue en Girona". En Girona fueron 15.000. "Hombre, está muy bien, en Girona nadie sale a protestar". Se sube en el metro, línea amarilla, y se baja en el paseo de Gràcia. La cita es a las tres en La Pedrera. Allí reparte tantas instrucciones como las que recibe. Organización. Tú te pones aquí. Tú, aquí. A las cuatro, Montse está delante de la multitud. Esa que crece, crece y crece.