Una voz entre fuerte y frágil

Hace menos de un año que Carmen Boza (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1987) lanzó su primer álbum, La mansión de los espejos. Lo grabó gracias a un crowfunding en tiempo récord y ahora la multinacional Warner lo acaba de reeditar con dos canciones nuevas. Pese al fenómeno en el que se está convirtiendo la cantautora gaditana, ella se lo toma con calma. «Estoy aquí gracias al apoyo de la gente», reconoce esta artista de 28 años que fue cosechando seguidores a través de Youtube donde, desde que empezó a colgar piezas en el 2009, ha acumulado millones de visitas.

El disco surgió tras una crisis en el que la cantante y compositora dejó de tocar durante un año y medio. Por entonces estaba viviendo en Madrid donde se instaló con 24 años en busca de una oportunidad. «Me dí cuenta de que había forzado un poco las cosas al ir a la capital y dedicarme solo a tocar. Sentí, por así decirlo, que estaba prostituyendo mis canciones y mi arte obligándome a cantar cosas de las que no estaba del todo segura pese a ser mías». Dejó de actuar y se dedicó a servir copas mientras sopesaba qué camino tomar. «Ese periodo sirvió para crear nuevas canciones y dejarlas macerar hasta que tuve un repertorio que me ilusionó y quise grabar». No tuvo que esperar demasiado. «Cuando puse en marcha la campaña para recaudar dinero nunca imaginé que la respuesta sería tan rápida y tan masiva. Pedí 10.000 euros para grabar el disco y en ocho horas conseguí 12.000. No me lo podía creer», recuerda. Eso fue en abril del 2014. Desde entonces, Carmen Boza no ha parado.

Sus canciones hablan de las distintas caras del amor con un lenguaje nada ñoño, que puede ser enigmático o explícito según el tema. En EL PERIÓDICO interpreta uno de los nuevos temas extra del disco, Salpicaduras. El otro, Fin, da una idea de su sonido actual pues lo ha grabado con su banda formada por Toni Brunet, productor del disco, a la guitarra; Álex Riquelme (bajo) y Jacob Reguilón (batería).

Humana

Las canciones del disco transmiten la idea de una mujer fuerte pero con dudas, capaz de hablar claro y expresar sus deseos pero también de hacer palpable su fragilidad. Ella, que escucha tanto a John Mayer como a Patti Smith y Radiohead, reconoce que se siente cómoda explorando maneras de jugar con la voz y la guitarra. «Escucho de todo y de esa mezcla salen mis canciones que son melodías comerciales y pegadizas pero con una estructura nada convencional», resalta. Muchas de sus obras pasan del estribillo. «No es que intente huir de nada cuando compongo», aclara.  «Sentarte a crear algo con prejuicios no ayuda, al contrario seguramente limita muchísimo tu creatividad y sale menos natural».

La balada El ejército, una de las piezas más antiguas, incluye la participación de un coro de niños de Son Cervera (Mallorca). «Incluimos sus voces porque le daban un punto de dulzura a esta canción un tanto épica que habla de un amor que no puedes tener pero del que tampoco te puedes desprender».

En el disco entre los agradecimientos, la artista se acuerda de las «mujeres que ayudan a otras mujeres». La referencia va dirigida a otras cantautoras de su generación que la han apoyado como María Rozalén, y a otras menos conocidas como Roa Ramos y Patricia Lázaro. «Me siento orgullosa de formar parte de un colectivo de mujeres que empieza a destacar, cada una de forma distinta, sin tener que cantar bajito o ser dulces. Son artistas fuertes con cosas que decir y con ganas de defender el sitio de las mujeres en la música, una escena muy masculina donde a veces se nos mira con cierto recelo».

En la misma dedicatoria se acuerda de quienes se aman «por encima de todo lo defectuoso que arrastramos». Y es que para ella hallar la felicidad en amor es «una héroicidad».

Vea el acústico de 'Salpicaduras' con el móvil o e-periódico.es