Mordedor reincidente

JOAN DOMÈNECH
RÍO DE JANEIRO

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Veintiséis es un número aceptable cuando se trata de goles. Veintiséis es un número increíble si cuantifica la cantidad de partidos de sanción recibidos. Veintiséis es un número aberrante si los castigos se circunscriben solo a la faceta de morder a un contrario.

Luis Suárez se ha labrado una merecida reputación de goleador. Tan sólida como la fama de antideportivo que le convierte en pasto de las chanzas universales en las redes sociales sobre canibalismo, antropofagia, hambre y demás actividades asociadas al hecho de hincar los dientes en la carne ajena y hacerlo ante millones de personas.

Se trata, por la frecuencia de los episodios, de una pulsión digna de tratamiento por un especialista. Del mismo modo que técnicos ni defensas no han encontrado un modo de desactivarle en el campo, nadie ha dado una explicación científica a las dolorosas reacciones de Suárez, más allá del fragor de la competición y de las provocaciones de los rivales. Algo que sucede a cualquier delantero bueno.

Una y no más

Como es él. Jugando, marcando goles. Por eso ha sido el máximo realizador de la Premier esta campaña, ganador de la Bota de Oro al mejor goleador europeo y ha sido distinguido como el Futbolista del Año por la Asociación de Futbolistas Ingleses (PFA) y la Asociación de Periodistas de Fútbol (FWA).

«El castigo es justo. Lo preocupante para el aficionado del Liverpool es si volverá a hacerlo, porque hubo poca o ninguna provocación. Se ha llegado al punto de que una más y se acabó», reflexionó Alan Hansen, exdefensa del cuadro inglés. Futbolistas y autoridades uruguayas clamaron ayer por «la desproporción» del castigo. «Sentimos indigación e impotencia», clamó Diego Lugano. «Todos querríamos un mundo más justo, pero no existe», añadió el defensa, quejándose de «los poderosos que gobiernan y dictan las reglas».

La cruzada charrúa

El castigo a Suárez se somatizó ya en la concentración de Uruguay como la afrenta que provocará la orgullosa reacción del equipo. «Nada nos detendrá», dijo Lugano, anunciando una cruzada celeste para superar a Colombia en los octavos y proseguir el camino hacia un hipotético cruce con Brasil en los cuartos. «Yo nunca mordí porque sé que duele. Cuando lo hacen mis hijos, los envío al cuarto oscuro: sería el equivalente a cuatro meses fuera del fútbol», fue la reacción de Ronaldo Nazario, un delantero que tuvo que aguantar golpes y provocaciones de defensas.

Seguramente peores que la de Otman Bakkal, el centrocampista del PSV Eindhoven, que sufrió la dentellada de Suárez en el cuello en noviembre del 2010. El entonces jugador del Ajax recibió 7 partidos de sanción, más otros dos de su club, y durante el castigo fue traspasado al Liverpool. El 21 de abril del 2013, Suárez mordió a Ivanovic (Chelsea) en el brazo. Diez partidos le cayeron, que el Liverpool no recurrió. «Asumo que aquella acción no es aceptable en un terreno de juego, así que no quiero dar una impresión equivocada a la gente apelando», escribió Suárez en un comunicado».

Con los nueve de la FIFA, ya suman 26 partidos de sanción. Ocho más se debieron a «abusos racistas» a Patrice Evra, del Manchester United. Adidas, su marca deportiva, anunció que suspendía todas las actividades promocionales con el delantero. Es, también, un patrocinador destacado de la FIFA y el Mundial.