CONSECUENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DE UNA DURÍSIMA ELIMINACIÓN

Brasil se deprime

VIOLENCIAVarios policías arrestan a un espectador que vio la derrota contra Alemania al aire libre en Río.

VIOLENCIAVarios policías arrestan a un espectador que vio la derrota contra Alemania al aire libre en Río.

EDUARDO SOTOS

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Brasil despertó ayer en estado de choque. La histórica derrota ante Alemania no solamente ha supuesto una humillación difícil de asimilar por los orgullosos brasileños, organizadores de este Mundial de fútbol y pentacampeones mundiales, sino que ha supuesto un auténtico terremoto social que amenaza con colapsar el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.  En las horas siguientes al fracaso de la seleçao, el olor a goma quemada y el picor provocado por el gas lacrimógeno regresaba a los sentidos de los habitantes de las principales ciudades del país.

Mientras muchos expresaban su dolor a lágrima viva, otros, una minoría, optaron por desatar su furia mediante la violencia. Un total de 17 detenidos por pelear y enfrentarse a la policía en Belo Horizonte, 20 autobuses calcinados y saqueos en Sâo Paulo, disturbios en la Fan Fest de Recife con la intervención de la policía montada en el recinto y en Río de Janeiro confusión, peleas y robos entre los 20.000 aficionados en la Fan Fest de Copacabana, con un resultado de siete detenidos.

Aislada, invisible y silenciosa, como ha permanecido durante gran parte del Mundial, una atemorizada Dilma Rousseff cruzaba los dedos desde el palacio Alvorada, residencia oficial de la presidenta en Brasilia. «Ni en mi peor pesadilla me imaginé algo así. Como aficionada, por supuesto, estoy tremendamente afectada porque comparto la tristeza de los aficionados. Ser capaces de sobreponernos a la derrota es lo que debe caracterizar a un gran equipo y a un gran país», afirmó por la mañana de ayer la presidenta en una entrevista televisiva con la CNN.

El deseo de Dilma era, evidentemente, que aquellas expresiones de violencia aisladas de la noche anterior no prendiesen la mecha de los colectivos anti-Mundial y con ello revivir situaciones como la de la Copa Confederaciones hace un año. Ella es la que más se jugaba en esta edición del torneo, al que gustaba de calificar como «la Copa de las Copas».

Durante las últimas semanas Dilma sacó pecho y presumió de la sorprendente buena marcha de la organización y el ambiente festivo que dominó la competición. Sin apenas protestas ciudadanas y la canarinha avanzando en el torneo, la presidenta se atrevió a enviar mensajes desafiantes a sus adversarios políticos y colectivos contrarios al evento de la FIFA. Incluso el índice de aprobación a su Gobierno había aumentado del 34% al 38% en el último mes, según los datos de la última encuesta de Datafolha. «Hemos metido una goleada a los pesimistas, a los que anunciaban que el Mundial sería un caos. Está siendo un éxito y podemos estar orgullosos», declaró con arrogancia después de superar Brasil los cuartos de final.

AUGE INFLACIONARIO / Como Rousseff proclamaba, la goleada se produjo finalmente, pero sobre la portería equivocada. En el entorno de la líder del Partido de los Trabajadores (PT) no ocultan su pánico de que la tragedia de la selección contamine su campaña electoral y con ello su reelección, el próximo 5 de octubre, en los comicios generales. Incluso la economía podría verse afectada por la salida de la canarinha de la lucha por el hexacampeonato, algo que podría resultar fatal en un país que acumula tres años seguidos de escaso crecimiento y auge inflacionario.

En declaraciones a la agencia de información AFP, el especialista del banco francés, Juan Carlos Rodado, declaró que «la derrota refuerza el sombrío panorama para el consumo. Prevemos que el crecimiento económico de Brasil se desacelerará hasta el 1% en el 2014, frente al 2,5% en el 2013». Esto no es un detalle menor si tenemos en cuenta que la organización del Mundial supuso un desembolso de más de 9.000 millones de euros a los contribuyentes brasileños y que muchas de las estructuras inútiles, como el estadio Arena Amazonia de Manaos de 200 millones de euros en una ciudad sin equipo en Primera División, permanecerán como un recordatorio del despilfarro durante los próximos meses de vacas flacas.

EL EXAMEN DE LA CLAUSURA / Lo cierto es que debido a la tremenda conmoción que asola el país resulta demasiado pronto para anticipar los efectos que tendrá sobre la oscilante política brasileña la peor derrota de la pentacampeona en sus 100 años de historia. Los especialistas consultados por el diario Folha de Sâo Paulo aseguraron que la reacción de los 200 millones de brasileños dependerá en gran parte de lo que ocurra en el partido por el tercer puesto del sábado en Brasilia -una nueva derrota sería desastrosa- y en la final de Maracaná el domingo.

Dilma Rousseff estará en la ceremonia de clausura y será entonces cuando los cánticos de «Ei Dilma, vai tomar no cú» que han resonado en muchos de los estadios de este Mundial, y que no necesitan de traducción, adelantarán el veredicto de las calles. La presidenta se mantuvo en un segundo plano durante la ceremonia de apertura en Sâo Paulo, pero puede que tenga que asumir visibilidad durante la entrega de trofeos en la final de Río de Janeiro. Todos, aficionados, rivales políticos y, por supuesto, la cancillera alemana, Angela Merkel -con la que siempre se comparó a Dilma- estarán allí como testigos del examen definitivo.