Con buena estrella

Dani Juncadella, piloto de Mercedes, vive el contraste entre el dominio de su fábrica en la F-1 y el descalabro inicial en el DTM

Dani Juncadella, en Montmeló.

Dani Juncadella, en Montmeló.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS
BARCELONA

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Esos ojos, fijos, apretaditos, que casi no pestañean (no se quieren perder ni un segundo de esa intensa vida), están fijados más en el presente que en el futuro. Dani Juncadella, hijo y sobrino de viejas glorias de nuestro automovilismo, no tiene prisa por llegar. Sí tiene prisa por aprender, por disfrutar. «Lo importante no es tener prisa. Lo importante es aprender, asimilar, adquirir experiencia. Eso es lo que te hará mejor piloto, estar formado y aprovechar la oportunidad cuando te llegue», cuenta Juncadella, piloto oficial de Mercedes en los dos campeonatos más importantes: la F-1, donde es tercer piloto de Force India-Mercedes, y el prestigioso DTM de turismos.

Juncadella, que vive a caballo de un montón de sitios, que arrastra una maleta de ruedas que ya es una prolongación de su brazo, que se prepara para ser un auténtico ironman y que, además, se machaca en el gimnasio, de la mano de Carles Tur, para fortalecer su musculatura («las 91 vueltas a Montmeló del miércoles me destrozaron el cuello»), disfruta «de lo lindo» pilotando para Force India, mientras vive un inicio desconcertante en el prestigioso DTM, donde la estrella plateada ha cosechado uno de los mayores fracasos de su historia en la primera carrera. Tanto es así que acaban de despedir a Gerhard Ungar, director técnico y mandamás.

Fórmula poco competitiva

«Dicen que los DTM son los F-1 carrozados. Es una divertida comparación, pero la verdad es que no tiene nada que ver y mucho menos con esta F-1, que tampoco tiene nada que ver con la F-1 de siempre», cuenta Juncadella, que aprende alemán a destajo y que este fin de semana afronta la segunda prueba del campeonato de turismos. «Mi Mercedes de DTM pesa 350 kilos más y no tiene el motorazo de la F-1» dice el piloto catalán que, ahora, sobre un F-1, se siente raro. «Las prestaciones no tienen nada que ver con las del año pasado: no hace ruido, algo vital para sentirte piloto, la potencia es mucho más agresiva por culpa del turbo y carece de apoyos, pues hay menos aerodinámica. Con decir que comparan los tiempos a los GP2, está todo dicho». Es evidente que a Juncadella, como al resto de colegas de parrilla, con los que comparte la

reunión de los viernes de cada GP, no le gusta la actual F-1. «Aquí los monstruos son los ingenieros. Ellos son los que ganan. Se han convertido en personas decisivas».

«Yo no soy nadie para hacer sentencias, pero van a tener que hacer algo para animar este Mundial, porque se arriesgan a que los Mercedes, Lewis Hamilton y Nico Rosberg, no dejen ni las migajas. ¡Les meten un segundo y medio por vuelta a todos!», señala el catalán, hijo de Javier Juncadella y sobrino de José María Juncadella, Àlex Soler-Roig y Luis Pérez Sala. «Me hace mucha gracia cuando oigo decir que Fernando [Alonso] ganaría con el Mercedes. ¡Fernando y muchos de los pilotos de la parrilla, muchos! Ese coche es una maravilla».

La frustración de Alonso

Juncadella cree que «la F-1 de este año está en manos de Renault: o le dan un buen motor a Red Bull para poder plantar cara o Mercedes seguirá arransado». Eso quiere decir, claro, que este joven no cree que Ferrari se recupere. «Las manos de Fernando cuentan, claro que cuentan, pero cuando estás a un segundo y medio por vuelta del mejor, solo puedes compararte con tu compañero de equipo, que es quien lleva el mismo coche. Las otras comparaciones no existen. Fernando lleva siete años sin tener un coche ganador, tal vez en el 2010, y eso, cuando eres tan bueno, es frustrante. Y, sin embargo, me admira su manera de seguir compitiendo, de no lanzar la toalla. Eso es, para mí, lo que hace de él un pilotazo».