Alonso, el gran sacrificado de Ferrari

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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¿De qué sirve tener las mejores manos si no tienes coche? ¿De qué sirve que elogien tu tremenda capacidad para ser pillo, hábil, sagaz, valiente, atrevido y sabio en la pista si cuando aprietas el acelerador, tu monoplaza no responde? ¿De qué sirve ser nominado, incluso cuando no ganas, como el mejor piloto de la parrilla, si sigues enterrando tus mejores años? ¿De qué sirve ofrecer fidelidad, hablar bien de tu equipo, de tu escudería, de tu fábrica, si ves el futuro gris en medio del peor de los presentes?

Vender coches no es ganar

Ferrari, la mítica fábrica italiana de coches deportivos, la única escudería que jamás ha faltado a la cita del Mundial, el estandarte de la F-1 (sus privilegios tiene como premio), atraviesa, dicen, uno de los peores momentos de su historia. Deportiva, claro; pues las ventas de sus bólidos, especialmente en EEUU y en los países de los petrodólares, van viento en popa.

Y ese momento horroroso, que quedó representado, cristalizado, en uno de los peores grandes premios de su historia y, encima, en casa, en Monza, con la rotura del coche de Fernando Alonso, cosa que no ocurría desde hacía 86 carreras, pilla a la factoría de Maranello en un momento de transformación, ni peor ni mejor, pero tremendamente nuevo para una fábrica, para una idea, que ha estado siempre gobernada por ‘la familia’ del gran, del inmenso, del mítico Gianni Agnelli, el legendario ‘Avvocato’.

Ferrari, en manos de Wall Street

Ferrari, que ha cometido decenas de errores en el pequeño mundo de la F-1, como creerse capaz de diseñar y construir un coche ganador solo con italianos y en Italia, abandonando la zona de Towcester (Inglaterra), donde nacen todos los monoplazas, está ahora en manos de la bolsa, dependiendo de una sociedad holanesa (FCA, Fiat Chrysler Automobiles), con sede en Londres y que cotiza en Wall Street. Es evidente que cuando desaparezca Luca di Montezemolo, el heredero que dejó Agnelli, el próximo presidente será, simplemente, un hombre de negocios al que alguien deberá explicar qué son las carreras, más o menos lo que ha ocurrido recientemente con la aparición de Sergio Marchionne en el box de la Scuderia, procedente del distribuidor de Ferrari en Estados Unidos.

Fue precisamente Marchionne quien, en medio del caos generado por el abandono de Alonso, dijo en Monza, en clara referencia al apuesto y altivo Montezemolo, que "nadie es imprescindible, pues lo que debe hacer Ferrari es volver a ganar". No deja de ser curioso que fuese la retirada del bicampeón español, el único que sostenía en pie con sus manos, su arrojo e inteligencia, el andamio ferrarista, lo que precipitase la mayor crisis de Ferrari desde los tiempos de Jean Alesi, a mediados de los 90.

¿Se fía Alonso de Ferrari?

Dicen, y es verdad, que el contrato por el que Alonso renovará dos años más por Ferrari lo tiene ya el asturiano en su portafolio y que solo tiene que firmarlo. Pero no lo firma. ¿Por qué? No se fía del futuro. No aún. "Salvo grandes novedades", dijo el español tras su retirada en Monza, "seguiré dos años más en Ferrari, pero debemos valorar y examinar todos juntos la situación para continuar unidos en la victoria". Mattiacci recogió el pañuelo de inmediato: "Fernando sabe que nos quedan tres años duros, que atravesaremos momentos difíciles y que debemos estar unidos".

Maranello colecciona errores

Es el quinto año de Alonso en Ferrari y aún no ha ganado el título. Fue en su quinto año en Maranello (2000) cuando el añorado Michael Schumacher conquistó su primer título con el bólido rojo. Al que siguieron cuatro más. Alonso ya sabe que no será en el quinto cuando resucitará la Scuderia. Y teme que tampoco sea en el sexto. Puede que el mismo domingo hubiese quien le recordara al bicampeón español que, el pasado año, Ferrari desmanteló su departamento electrónico, pocos meses antes de que la electrónica se convirtiese en un elemento vital de la nueva F-1. De ahí que hayan tenido que recuperar corriendo a los que despidieron. Puede que este parezca un elemento banal, pero se antoja vital para entender hasta qué punto Maranello ha ido acumulando errores, una vez alejada la escudería del centro de Inglaterra donde se engendran, paren y nacen los coches ganadores de la F-1.