Maverick, Morbidelli y Mir: el gran premio de la M

Maverick Viñales entra al 'corralito' de Losail celebrando el triunfo.

Maverick Viñales entra al 'corralito' de Losail celebrando el triunfo. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / DOHA (Enviado especial)

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El Mundial arrancó con la M. De movida. Por la lluvia, claro. M de MotoGP. De Maverick Viñales. De Morbidelli, Franco. De Mir, Joan. No de la doble MM, Marc Márquez.

El Mundial arrancó con espectáculo del bueno y con la confirmación de que Viñales ha llegado a Yamaha, a MotoGP, a las apuestas, al grupo de magníficos, para quedarse. Su triunfo de este domingo, en un circuito que no tiene nada que ver con nada, ni la pista, ni el clima, ni los focos, es de oro. Aunque, eso sí, Losail parece diseñado por el capo de Yamaha: gana Valentino Rossi (2015), gana Jorge Lorenzo (2016), gana Maverick Viñales (2017).

«Deberían creerme cuando les digo que he sufrido mucho, hasta la última recta de meta». Viñales, que era demasiado favorito para perder (se lo dije el viernes y se rió de mí; perdón, se rió conmigo: «Es imposible que pierdas ¿verdad?»), reconoce que su segundo triunfo en la categoría reina tiene un mérito de narices. «¿Te cuento el inicio?: Me patina la rueda, me pido calma, veo que se escapan Zarco, Marc y Dovi, pero pienso que tendré tiempo. Se cae Iannone delante mío y por poco me caigo, ¡uyyyyyy!»

CÓMO CORRE LA DUCATI

Luego, empieza a recuperar el ritmo. «Y es ahí –cuenta el sabio Alberto Puig–, donde Maverick demuestra el temple del candidato». Empieza a remontar. Se va de Rossi, se acerca a Márquez, lo pasa y piensa en Dovi. «Pero ¡caray!, cada vez miraba la pizarra, me enseñaban +0.3 y, no sé que ocurría, no entendía nada pues, llegada la recta, ¡zas!, me pasaba como un cohete». Por eso, en la penúltima vuelta, se la juega a lo bestia, pasa a Dovi y adquiere suficiente ventaja como para que el motor de la Ducati no le arrebate la victoria en la recta de meta. Y así ganó. Ya es líder.

Mientras Aleix Espargaró iba celebrando ¡con razón! ¡qué caray! su sexto puesto con una Aprilia («estoy que no me lo creo»), Valentino Rossi reconocía que «no hubiese apostado por mí ni 10 euros». Pero 'el Doctor', que es más un piloto de domingo que de fin de semana, le dedicó su bronce, su podio nº 222 (¡menudos patitos!), «a todos aquellos que, cuando pedí un milagro el sábado, cuando me vieron apurado, en crisis, empezaron a decir que estoy acabado, que soy un viejo. Va dedicados a todos ellos». Vale reconoció que, en la pista, «me divertí muchísimo» y que se postula al título «incluso aunque hoy (por ayer) hubiese quedado último».

EL SUFRIMIENTO DE MÁRQUEZ

En el rincón de los ganadores estaba Márquez, la única M, doble M, que no sonreía. O sí, sí, sí sonreía «porque sabíamos que aquí, en Catar, siempre sufrimos, aunque, tras el fantástico 'warm-up' (entrenamiento previo a la carrera) que hice, pensé que el podio era posible y hasta la victoria».

Pero empezó a llover. Se retrasó todo. Se ensució la pista. Descendió la temperatura. Y no pudo montar el neumático duro delante. «Y con el medio, que era el que llevaban todos, sabía que, tarde o temprano, moriría». ¿Por qué?, sencillo: «Nuestra Honda no acelera y, para seguir el ritmo de los demás, la única solución es intentar recuperar en las frenadas, la ventaja que nos cogen en la aceleración. Total, a la quinta vuelta, mi rueda delantera estaba destruída». Y Márquez solo pensó en acabar. «Cuarto, 13 puntos, buenos son».