MUNDIAL DE MOTOGP
Jorge Lorenzo reconoce estar metido en un pozo
El tricampeón mallorquín reparte sus quejas entre el estancamiento de Yamaha y la dureza de los Michelin
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Al final, claro, surgió la pregunta: “Usted se encuentra a 24 puntos de Valentino Rossi (2º) a falta de solo 50 puntos y Maverick Viñales viene lanzado por detrás, está a solo 11 puntos de usted ¿teme quedar cuarto en este Mundial? ¿Le dolería?” “Me dolería, sí, me sabría muy mal acabar cuarto este campeonato, por una combinación de errores míos, carencias de la moto y por los neumáticos. Me dolería porque sería dar un paso atrás, casi a mi primer año en MotoGP, cuando acabé cuarto. Desde aquel año, y a excepción de 2014, que fui tercero, siempre he terminado entre los dos primeros: 1º tres veces (2010, 2012 y 2015) y segundo otras tres veces (2009, 2011 y 2013)”.
LOS ERRORES DE LORENZO
Jorge Lorenzo (Yamaha), sin duda uno de los mejores pilotos y campeones de la historia, lleva una de sus peores temporadas, pese a haber ganado tres grandes premios: Catar, Francia e Italia. Pero su Mundial está, no solo salpicado de desastres (cero en Argentina, Catalunya, República Checa y Japón), sino de actuaciones incomprensibles como su 10ª plaza en Holanda, 15ª en Alemania y 8ª posición en Inglaterra. Cierto, en Montmeló, lo tiró un impetuoso y loco Andrea Iannone, pero el resto de grandes premios han sido tan preocupantes, que en Ducati empiezan a sentir cierto cosquilleo con vistas al año que viene cuando necesitan al mejor de los Lorenzo, en seco y en agua, en todo tipo de condiciones, para intentar, ahora sí, el asalto al título mundial de MotoGP.
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El problema es que Lorenzo, ganador de 64 grandes premios, poseedor de cinco títulos mundiales (tres de la categoría ‘reina’), 64 ‘poles positions’ y conquistador de 143 podios en 248 carreras, da la sensación de estar metido en un auténtico hoyo, en una crisis tan profunda que no parece tener fin. Las declaraciones del as mallorquín en la tarde-noche del domingo de Phillip Island (Australia), tras su discretísima sexta plaza, a 20 segundos de Cal Crutchlow, hacen sospechar que Lorenzo está muy desconcertado. Unos creen que ya tiene la cabeza en Ducati; otros, que su falta de competitividad en agua, le tiene muy preocupado; los hay que piensan que se ha desconectado ya de Yamaha y muchos aceptan que, en efecto, el desarrollo de los nuevos neumáticos Michelin han ido en su contra.
MICHELIN CAMBIA DE IDEA
Lo que es evidente y ha podido comprobar EL PERIÓDICO en fuentes cercanas al pentacampeón mallorquín, es que en pretemporada y tras la primera carrera que ganó en Catar, Lorenzo expresó a sus colaboradores más íntimos que “con estos neumáticos Michelin, con los que me siento más seguro, cómodo y veloz que, incluso, los Bridgestone, puedo ganar el Mundial antes de que termine”. Pero estalló el neumático trasero del francés Loris Baz en la pretemporada (Malasia), se descompuso, curva a curva, la rueda trasera del británico Scott Redding en el GP de Argentina y Michelin se asustó tanto, tanto, que cambió esa goma y la hizo más dura. Y Lorenzo empezó a sufrir.
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A partir de aquel momento, según explicó Lorenzo, su moto se convirtió en una máquina imposible de pilotar cuando hace frío y/o la rueda es dura. “Mi pilotaje es muy limpio, muy fino, muy por el sitio, muy suave, muy técnico, muy de tacto, dulce y dependo del agarre. En los circuitos donde hace frío y no tengo más remedio que utilizar la goma más dura, no hay manera de que vaya bien”, empezó explicando Lorenzo, para redondear el argumento con una tesis que hace temer lo peor: “En esa situación, que ha sido muy común este año, se multiplican las carencias de nuestra Yamaha, una moto que no ha evolucionado ni progresado en la medida que lo han hecho, a lo largo del campeonato, la Honda y la Suzuki. En resumen: de la misma manera que los pilotos agresivos y grandes frenadores como Márquez, Rossi o el mismo Pol Espargaró no pueden convertirse en pilotos finos, yo tampoco puedo, de repente, convertirme en un piloto de grandes frenadas con las que poder calentar mis ruedas”.
MALAS SENSACIONES, MIEDO
Lorenzo explicó que cuando no tiene agarre, la rueda trasera patina muchísimo, al patinar (el conocido ‘spinning’ del que siempre hablan), la electrónica de la Yamaha “trabaja contracorriente”, la moto “se mueve horrores” y, cuando quiere apurar las frenadas, cuando pretende ser más agresivo, “la moto intenta descabalgarme en cada curva”. Es más, Lorenzo reconoció que el domingo, en Phillip Island, cada vez que se metía en una curva pensaba, casi, casi, en el infierno. “Cuando entraba en la curva, solo pensaba en salir de ella como pudiese. Era entrar y solo pensar en sobrevivir a mis problemas y, sobre todo, no caerme. Era la peor sensaciones que he sentido nunca y más para un piloto que pretende ganar”.
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