La victoria de Trump amenaza la lucha contra el cambio climático

Obras para la construcción del gran oleoducto Keystone XL en Winona, Texas.

Obras para la construcción del gran oleoducto Keystone XL en Winona, Texas.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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La victoria de Donald Trump supone un gran mazazo a las aspiraciones internacionales de frenar el calentamiento global y avanzar hacia un mundo menos dependiente de los combustibles fósiles. No solo está en juego el reciente acuerdo climático de París, conseguido tras interminables negociaciones, sino la esperada transición energética que Estados Unidos empezaba a liderar.

El pasado diciembre, las 190 delegaciones presentes en la cumbre de cambio climático de París dieron su visto a que Estados Unidos pudiera suscribir el acuerdo mediante una decisión presidencial sin necesitar de una ratificación por parte del Senado, donde el tratado difícilmente habría prosperado (de hecho, eso es lo que le sucedió al vicepresidente Al Gore tras firmar el protocolo de Kioto de 1997). Y así lo hizo Obama: el pasado septiembre, en compañía del presidente chino, Xi Jinping, suscribió un histórico acuerdo bilateral que confirmaba la implicación en la lucha contra el cambio climático de los dos primeros productores mundiales de gases de efecto invernadero.

Hillary Clinton había prometido seguir la senda de Obama -"el acuerdo de París es la mejor oportunidad para resolver la crisis climática”, había declarado-, pero no Trump. Es más, la revocación del acuerdo formaba parte del programa del dirigente republicano. No son un secreto sus dudas sobre la implicación humana en el aumento de las temperaturas. También sus simpatías por la maltrecha industria del carbón, con miles de trabajadores en el paro de los que se postulaba como único defensor.

UN INVENTO DE LOS CHINOS

 “El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para así hacer que los productos fabricados en Estados Unidos sean menos competitivos”, declaro en un tuit la pasada semana, aunque luego se retractó parcialmente. En una ocasión precedente, también en relación con el cambio climático, había declarado que EEUU “no puede soportar la carga de ayudar al mundo entero”.

Alarmados por la deriva de Trump, cerca de 400 destacados científicos, incluidos 30 premios Nobel, firmaron el pasado septiembre una carta en la que advertían de las “nefastas consecuencias que tendría” no secundar el acuerdo climático de París. “El cambio climático causado por el hombre no es una creencia, ni una farsa, ni una conspiración. Es una realidad física”, suscribían. Para entender esta reacción debe tenerse en cuenta que las ideas manifestadas por Trump acerca del origen del cambio climático no son una excentricidad en Estados Unidos, sino el resultado de una corriente negacionista con una notoria presencia pública.

Los lobis del petróleo y el gas están con Trump. El futuro presidente se ha manifestado a favor de retomar el controvertido proyecto del oleoducto Keystone, que enlaza los campos de petróleo de Canadá con las refinerías del sur de Esatdos Unidos, así como de apoyar sin ambajes el 'fracking' -“eliminaremos las limitaciones para ayudar a la independencia energética" del país- y de eliminar las limitaciones impuestas por la Administración de Obama a la generación eléctrica en las plantas de carbón más obsoletas. También se ha pronunciado a favor de eliminar la Agencia de Protección del Medio Ambiente, a la que acusa de animadversión hacia el carbón, o incluso de permitir un uso más abierto de los parques nacionales.

RENOVABLES AL ALZA

El país de la juega. Estados Unidos es el primer consumidor de petróleo del mundo y el segundo de carbón detrás de China, pero tampoco debe olvidarse que la transición energética empieza a dar sus frutos. De hecho, ya se ha convertido en la primera potencia en generación eléctrica a partir de fuentes renovables, con un crecimiento del 6% anual, y algunas de sus empresas figuran al frente en sectores como el de los coches eléctricos, la geotermia o los paneles solares.