El sorprendente viaje de las tortugas bobas

Cinco tortugas bobas ('Caretta caretta') equipadas con un sensor que permite el seguimiento por vía satélite están ayudando a descifrar las complejas pautas migratorias de la especie. Su viaje empezó el año pasado en la playa de El Prat, donde tiene su sede la fundación CRAM, centro dedicado a la recuperación de animales marinos, y su destino ha sido muy variado.   

Una de ellas es Mascletà, una hembra adulta que fue recogida con heridas en la playa de Castelldefels y que, tras recuperar la salud en el CRAM y volver a la libertad, inició un viaje de tres meses que la llevó por Menorca, Cerdeña y las costas de Argelia. Luego se le desprendió el sensor.

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En cambio, Luna, que pese al nombre es un macho, recorrió el litoral Mediterráneo hasta Gibraltar y las últimas noticias que se tienen de ella, que son de principios de junio, la sitúan más allá de las Canarias. "No está mal teniendo en cuenta que a nosotros nos llegó con una pérdida de una aleta debido al estrangulamiento provocado por un plástico", explica Teresa Lorenzo, veterinaria del CRAM.

El CRAM, con la colaboración de la Fundación Banco Santander, puso en marcha hace dos años un programa integral para la conservación de las tortugas bobas que incluye, además del seguimiento vía satélite, la instalación de una cámara hiperbárica para la recuperación de animales rescatados en mal estado de salud y un programa de sensibilización ambiental para mitigar los efectos de la pesca accidental. "Esta información nos permitirá mejorar el conocimiento de la especie y aplicar planes de conservación", prosigue Lorenzo.

FUTURA CRÍA EN CAUTIVIDAD

El programa también ha permitido mejorar el conocimiento de los ciclos reproductores de la especie, poco analizados hasta ahora. De hecho, uno de los objetivos del CRAM a largo plazo sería lograr la cría en cautividad, "pero para eso tendríamos que cambiar y ampliar las instalaciones, y eso cuesta dinero", asume la veterinaria. Borja Baselga, director de la Fundación Banco Santander, se muestra dispuesto a ampliar la colaboración con la fundación.

Las cinco tortugas marcadas para el seguimiento por el CRAM -dos adultos, un subadulto y dos juveniles- han aportado durante el último año 3.390 posiciones monitorizadas en un mapa y más de 2.130 millas náuticas de seguimiento. Además de Mascletà y Luna, las tortugas conocidas escuetamente con los números 6 y 9 se ha movido sobre todo por el territorio comprendido en la costa catalana y Baleares, incluyendo desplazamientos de ida y vuelta. A la quinta, Ona, que fue localizada en Llançà con heridas de hélice, se le cayó el sensor días después de comenzar su singladura en la playa de El Prat.

Lorenzo explica que el seguimiento satelital -con la red Argos- es una herramienta muy importante para la gestión de la especie porque permite, por ejemplo, saber dónde ponen los huevos. "Así podemos actuar rápido y vigilar la zona". De hecho, las perturbaciones ocasionadas por el turismo de playa son una de las grandes amenazas para el éxito de la puesta.

La tortuga boba es un quelonio de amplia distribución mundial que actualmente se ve muy afectada por la pesca accidental, la contaminación (particularmente grave es el problema de los plásticos) y la pérdida de hábitats. Aunque no hay estudios completos sobre sus poblaciones, todo indica que se encuentran en declive, "lo que ha llevado a catalogarla como especie vulnerable", explica Lorenzo. Dos ejemplares recuperados en el CRAM, Coco y Bienvenida, fueron liberados el martes en la playa de El Prat.

CADÁVERES EN LA COSTA

Ferran Miralles, director de Medi Natural de la Generalitat (Departament de Territori), explica que en lo que va de año se han encontrado 57 tortugas muertas en el litoral catalán. Miralles destaca que el pico de mortalidad se ha producido en abril, y no en mayo-junio (coincidiendo con temperaturas más altas del agua del mar), "lo que indica que algo está pasando últimamente". Donde más tortugas mueren es en el delta del Ebro debido a su "particular" orografía y a que es la única zona en todo el litoral español en la que está permitida la pesca de arrastre a menos de 50 metros de profundidad.

Otro pilar importante del proyecto ha sido "la colaboración directa" con la Generalitat para desarrollar campañas periódicas de sensibilización y capacitación pesquera. "Es muy importante que los pescadores sepan qué hacer cuando se encuentran con una tortuga en sus redes", afirma Lorenzo. "Antes las soltaban al mar cuando las encontraban, pensando que era lo mejor, pero ahora son conscientes de que lo primero que tienen que hacer es llevarlas al CRAM".

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