MEJORAS EN LA GESTIÓN FORESTAL

Fuegos para apagar fuegos

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Los bosques de pino laricio o salgareño ('Pinus nigra'), que representan el 11% de la superficie forestal total de Catalunya (120.000 hectáreas), son muy resistentes a los incendios debido a la corteza robusta y la forma aparasolada de los árboles, con un tronco sin muchas ramas y una copa a gran altura. Sin embargo, en las últimas décadas han sido particularmente sensibles a los incendios, como los que asolaron en 1994 las comarcas del Bages y el Berguedà, en buena parte debido al gran crecimiento del matorral que crece en ellos. Cuando eso sucede, las llamas que en condiciones normales pasarían rápidamente a ras de suelo, sin matar a los árboles, ganan altura y llegan a las copas con resultados funestos.

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Para evitar que un hipotético incendio alcance grandes dimensiones y "provoque una alteración severa del medio", los Bomberos de la Generalitat efectúan lo que se conoce como "quemas prescritas", explica el subinspector Asier Larrañaga, técnico del Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales (GRAF). De manera controlada, se elige un pinar con mucho sotobosque y se prende fuego a los bojes, jaras, aladiernos, coscojas, romeros y otros arbustos que acompañan a los árboles. Las llamas no superan el metro de altura.

EN LA SIERRA DE LLABERIA

Una de estas actuaciones se produjo a finales de junio en la sierra de Llaberia. "Intentamos imitar el fuego que se produciría de forma natural por la acción de rayos", dice Larrañaga. "Con el fuego de baja intensidad -precisa el especialista de los bomberos- casi no hay afectación del estrato ni erosión". Para la ejecución de estas quemas se emplean antorchas de goteo (con una mezcla de gasolina y gasóleo) y siguiendo unas directrices establecidas en un plan de gestión. La acción dura unas horas, hasta que las llamas remiten, aunque los bomberos mantienen una vigilancia en los días posteriores para evitar peligrosos rebrotes. La extensión de las parcelas tratadas varía entre dos y cinco hectáreas.

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Las actuaciones se enmarcan dentro del proyecto Life Pinassa, un programa europeo que durará cinco años y que está destinado a la preservación de los bosques de 'Pinus nigra', considerados "prioritarios en la directiva de hábitats", recuerda Míriam Piqué, investigadora del Centre Tecnològic Forestal de Catalunya (CTFC), en Solsona. El CTFC es el encargado de hacer el seguimiento de los efectos de la quema y la evolución del hábitat.

Se ha de actuar con una cierta continuidad porque el sotobosque prolifera muy rápido. "Le bastan cuatro o cinco años para volver a ser denso", resume Piqué. Estos hermosos bosques fueron antaño muy explotados, pero la caída del precio de la madera ha fomentado el abandono. "Ahora tienen mucha materia combustible y eso es un riesgo con los veranos tan cálidos y secos que tenemos y que previsiblemente tendremos todavía más en las próximas décadas -añade la investigadora-. Debemos gestionarlos, incluyendo reducir la densidad de árboles por hectárea".

Durante el programa Life Pinassa se han escogido para las quemas prescritas puntos estratégicos de gestión, "lugares a partir de los cuales un eventual incendio se propagaría más", afirma Rut Domènech, también científica del CTFC. Llaberia, entre el Baix Camp y la Ribera d'Ebre, es una sierra habituada a los incendios ocasionados por tormentas secas, especialmente en verano, pero los trabajos de extinción de las últimos décadas han perturbado este control natural y en cierta manera han favorecido el crecimiento del matorral.

"Ese tipo de fuegos recurrentes y de baja intensidad -prosigue Larrañaga- permiten mantener una estructura del bosque adecuada". Algo similar son los fuegos que antiguamente hacían los pastores para mantener los pastos. En la misma línea se pronuncia Domènech: "En lugar de tener incendios naturales de baja intensidad, ahora los tenemos de gran virulencia y los bosques no los soportan. El objetivo es introducir un tipo de fuego que antes ya estaba".

TAMBIÉN MEJORAN LOS PASTOS

En los bosques resultantes emergen árboles maduros, con la característica copa separada del suelo, lo que evitará futuros incendios de grandes dimensiones. "Si crece demasiado el matorral y la vegetación tiene una continuidad vertical, los bosques son más vulnerables", afirma Míriam Piqué. "Con las quemas también mejoras los pastos para el ganado y para los ungulados silvestres", añade.

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Además de realizar quemas prescritas, dentro del Life Pinassa también se realizarán tratamientos para ayudar a la regeneración natural de bosques que ya han sido afectados por incendios. En algunos casos, la acción del fuego ocasionó un cambio en la vegetación y donde antes dominaba el pino salgareño ahora se imponen las encinas y los robles. Por ejemplo, se hacen desbroces con motosierras para favorecer el crecimiento de menos árboles, pero más robustos, dice Domènech.

Piqué insiste en que todas las actuaciones se realizan para compatibilizar la conservación del medio y su uso sostenible, incluyendo la explotación de madera y el pastoreo. Por ejemplo, al talar un árbol se deja a menudo el tocón para favorecer la colonización por parte de murciélagos y otros mamíferos. Finalmente, se intentará la preservación de bosques de gran valor, con ejemplares centenarios. "El pino salgareño puede vivir hasta 300 años y más", concluye Piqué.